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El caimán

martes 7 de diciembre de 2021
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—Déjame respirar.

—…

—Yo estaba sentado en el sofá de mi sala.

—…

—Meditaba.

—…

—Miraba el paisaje.

—…

—Divisando las montañas.

—…

—Escuchando la lluvia caer.

—…

—El repicar constante en el zinc y en la calle.

—…

—Disfrutando la salsa del Cano Estremera.

—…

—Soñando con Nueva York.

—…

—Y de golpe, con el resplandor y el estruendo del trueno, en un respirar, en un abrir y cerrar de ojos, en lo que canta un gallo, sin ton ni son, como por arte de magia, me pongo en cuatro patas, salgo corriendo como el tigre de Esso, llego a Katanga, en el Congo paso como un celaje, veo a Jim de la Selva defendiendo a los elefantes, escucho el llamado de Tarzán en Zimbabue, en Tanzania, en Ruanda, en Benín escucho leyendas de los tigres que asediaban a las tribus, “te como, te como, te como”, me giro y me encuentro en otros países del continente, veo a cazadores inescrupulosos acompañados por tigres enemigos, siberianos y bengalíes, huelo el peligro inminente, meto el chambón hasta home y me transformo en león, soy Aslán, soy Simba, paso por Egipto, la pirámide de Keop me sonríe, capto el mensaje y le digo sin decirle “lo siento, hasta la vista, baby” pero yo no voy a terminar de monumento histórico, consumo de turistas incultos, sigo corriendo, escapando de la mira del rifle de Hemingway, de los tiros, “disparen a matar”, de las redes de los enemigos blancos y negros, africanos y del mundo entero, “atájenlo, que no se escape”, cruzo como Aquaman el estrecho de Bering, me transformo en un oso polar, emigro a Estados Unidos, me quieren cazar también y presentarme en el programa de Wild Kingdom y convertirme en una celebridad del cine, disfruto el carnaval de Mardi Gras, de Florida brinco a Cuba y escucho a Daniel Santos, “El Inquieto Anacobero”, cantando con la Sonora Matancera “vive como yo vivo si quieres ser bohemio, de barra en barra, de trago en trago, vive como yo vivo para gozar La Habana”, de Guantánamo nado como Sea Hunt hasta Nicaragua, Tachito envía a sus tigres manchados y torturadores a que me atrapen, “es periodista y marxista”, me monten en un helicóptero y me lancen sin piedad a un volcán colaborador, tiro los cinco palante de mi Corveta último modelo, me enfrento con una calle Dead End, no me queda más remedio que tirarme al mar Caribe, nadando como El Pez Humano entro a Haití y los “Totos Macondos” quieren capturarme en Puerto Príncipe porque creen, no creen, están convencidos de que soy el perro negro enemigo de Papa Doc Duvalier que según la profecía de El Jamaiquino Boukman un perro negro gigante como Cujo lo destronaría del poder, a esa altura del juego y con dos outs y en la parte baja de la novena entrada yo he cambiado de piel como un millón de veces pero siempre en un animal indómito de cuatro patas, cruzo por la frontera con República Dominicana, escapando de los zombis, me salvo de chiripa de la muerte, de la Matanza de 1937, veo al Caballo Negro Johnny Ventura cantando “tú lo que quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre”, me monto en una yola, en el viaje batallo con los tiburones Jaws, entro por el oeste, por la ciudad de Mayagüez, la Sultana del Oeste, Mon Rivera me saluda trabalenguando en creole de Martinica y los federales me quieren mangar, atrapar, me persiguen como persiguieron a Jesse James, la cacería se extiende hasta Fajardo, quiero refugiarme en Vieques, pero las prácticas de la Marina de Guerra de los Estados Unidos me obligan a cambiar el rumbo, empiezo a brincar de cayo en cayo, de isla en isla, atraco en Cartagena de Indias y me convierto en un caimán cebao, sospecho que me quieren atrapar para convertirme en zapato, en cartera, en correa, traspaso el anillo de seguridad, me meto en la Hacienda Mantequilla Nápoles, observo a todos esos animales del Viejo Mundo pasando unas vacaciones en el paraíso del Nuevo Mundo, rememoro todas mis transformaciones, como si me revelaran mis vidas pasadas, participo de los rumbones melones, bailando salsa gorda y romántica, papeándome a mujeres que le zumban la manigueta, me doy unos pases y en el arrebato aparece Peñaranda y le digo “José María, tírame los caracoles para ver si vuelvo a ser quien era”, y Peñaranda me responde cantando con ese estilo peculiar que me recuerda la canción La Inyección que escuchaba de niño en la vellonera Wurlitzer de Génova “Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla”, me voy aburriendo de las conversaciones conflictivas y vengativas, de los negocios ambiciosos, “yo quiero coronar mil kilos de coca y romper mi propia marca” y de las parrandas que terminaban en la madrugada, “la DEA nos está pisando los talones y nos quieren llevar pa la USA”, la paranoia de los demás la tomo personal, mía, abro todos mis sentidos, aprovecho la oportunidad que me sirvieron en una bandeja de plata y me monto en una avioneta de Saulo piloteada por Feder, en el viaje me arrepiento de haber visto todas las películas de Drácula, de El hombre lobo, las de Frankenstein, las de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de haber leído Anaconda, Juan Darién, El reino de este mundo y Siete lunas y siete serpientes, el piloto reduce la velocidad y baja la altitud, me tiro con el material en las aguas verdosas de Isla Verde, me le aferro y me transporta a puerto seguro, espero que amanezca y me movilizo con el aroma del café Yaucono, entro a mi casa y me tiro en el sofá.

—…

—Tengo una pregunta.

—…

Carlos Canales
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