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Poemas de Miguel Ángel Real

lunes 24 de abril de 2017
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Virtudes de la inercia

Ce ne sont pas les choses qui parlent entre elles
mais les hommes entre eux qui parlent des choses
et l’on ne peut aucunement sortir de l’homme.
Francis Ponge

Redoblando al mismo tiempo que las nubes mi corazón se cansa,
pues las palabras navegan —¿o se pierden?— por el aire.
No hay eco en la distancia interminable con que acoges mi cuerpo
ni me quedan fuerzas para aprender a apaciguar tu pena.

Nada más descubro estridencias en tu caja de música
y de repente crece lo que imaginaba, que es certeza
de que me basto para cruzar este mundo utilizando sólo
las virtudes de la inercia.

En el jardín contemplo sorprendido la sequía ahogando arbustos.
Estoy sentado, y mi impotencia admira su imparable avance:
los gestos naturales son una lección humilde y lancinante.

Vuelvo la mirada al cielo. Mi garganta está seca de nuestro silencio,
y no consigo robarle el aliento a esta estéril tormenta:
truenos huecos, más lejanos que nunca, y ni una gota
de comprensión cae sobre las huellas de nuestra derrota.

 

A fuego pasado

La palabra es un grano apenas, pero quemante.
Octavio Paz

Hablaría sin descanso para encontrar esa semilla
que un día consiguió quemarme las entrañas.
Escribiría. Mas con los años me cuesta
recordar la forma del fuego.

Un trazo apenas o digamos otra sílaba
no bastan para hallarle el sentido a todos los trazos.

Por regla general me callo sin remordimientos.
En esa táctica soy ya casi experto:
he aprendido a no buscar más los contornos
de mi propio silencio.
Mi voz es un lirio bellísimo que nace muerto.
Un nerviosismo de hormigas en el aguacero.

Ensimismado y aterido
me siento y espero que el espíritu de Octavio
dé unas volteretas, algunos arabescos
y me muestre el camino para atrapar con su verbo
la cizalla. Pero nada.

Le muerdo las uñas a la hierba que sigue, por su parte,
creciendo a mediados de diciembre
en el jardín y en mis pulmones.
Un tosco tropismo me tapiza la tráquea,
la lengua, y mi boca
ya vegetal habla y escupe
y calla y forcejea, muy a mi pesar.

Pero son ya las ocho. Y el olor de la sopa es el pretexto idóneo:
bajaré las escaleras despacio, una a una,
alardeando de templanza.
Y me sentiré acunado por las volutas de humo,
por el borboteo diario y previsible de la cazuela:
el único sonido inteligente desde hace años.

 

Incandescencias

Sílabas son incandescencias.
Octavio Paz.

Antes de dormir leías un libro como se muerde un hierro
incandescente;
desde la sima de la almohada un estertor quería ser risa
y hacía huella tu rictus en mis pulmones;
No hablábamos. Ardíamos.
Soledad pedían tu frente y el latido
perceptible de la carótida;
tumbado sobre espinas me quemaba la paciencia:
entre tú y yo una firme soldadura de alambradas.

 

Fugaces

Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma
Amalia Bautista

Una estrella fugaz es mentira, lo sabes
y sin embargo cada verano te hielas
los huesos esperándolas en las noches
de agosto. Cuánto tiempo pasas,
hay que ver, diseñando deseos
que puedas someter a un dios extraño
cuya existencia dura lo que tardan
los sueños de la vejez en apagarse:
apenas una décima de segundo en medio
de tanta noche. Un dios más que ni siquiera
tiene una sola palabra para ser nombrado,
(meteoro, pretextarán algunos beatos)
y que nos deja, como suele ocurrir,
con esa mueca infantil en la cara
que tan sólo significa “me gustaría creer,
pero no puedo”. Y qué decir
de esas banales esperanzas,
de tu falta de imaginación para escribir
palabras que no duelan, alegrías
del alma, no sé, algo perenne en medio
de la oscuridad. Una estrella fugaz
es mentira, lo sabes, pero no puedes
dejar de hacerte daño en el cuello,
tiritar, porque de cualquier modo
reconoces que tal vez valga la pena
conservar la infancia y vivir en reyes
y palacios, en hadas, en sangres azules,
en el amor que profesaste y que no logras
olvidar aunque te obstines porque en el fondo,
en el mapa irresoluto y torpe
que nos brinda el universo
hay razones —fugaces por antonomasia—
de seguir creyendo en las palabras.

 

Paseo dominical

Cuanto perdura es sombra
María Jesús Mingot

Dijo lluvia
y ella comprendió huida, naipes envenenados, óxido.
Dijo arena
y fue todo peso, lodo, chasquidos de ramas rotas, hongos.
Entonces rectificó y dijo acero
pero en los raíles había un perverso aroma transoceánico.
Él no era más astuto: pensó muelas, harina, cartones
cuando ella le hizo una propuesta
y durante el paseo, las algas eran plástico,
la cerámica lumbre, las estrellas fachadas,
las lentes papel mojado.
Caminaron entonces
y en el silencio encontraron arrecifes de asfalto
campos de cereales secos, teléfonos extintos,
tuberías, tijeras, panoramas agrios.
Volvieron a casa.
Cenaron, qué hay, no sé, qué te haces,
da igual, cualquier cosa, no tengo hambre, dijo alguno.
Yo tampoco, fue la respuesta.

 

Materia sin más

Je m’abandonne à ce brillant espace
Paul Valéry

Esta tarde, la tormenta ha desgarrado el pino del jardín.
Al verlo, me he dicho que su tronco es ahora un hiato, una cacofonía.
¿Pero no será mi mirada la que se ha acostumbrado en exceso
Al simple capricho de un tropismo para encontrarlo hermoso?
La luz escasa me impone una sombra que no me molesta.
¿Por qué he de ver en las astillas un desafinado presagio?
Una Y griega se ha convertido en I latina. Eso es todo.
Sobre la naturaleza aplicamos tan sólo nuestros sinsabores
Y nos gusta pensar que hay armonía de formas en los seres vivos
Que las rocas son despiadadas, los acantilados siempre salvajes,
Que las algas varadas son solamente un mapa del caos
Que hay dulzura en las colinas o ardor en la montaña.
Que un tronco es paciente y nos despliega la nobleza.
Materia. Está. Simplemente. Y no es lo que somos.
En cuanto a esa madera que yace sobre el césped,
Me ofrece hoy un lógico remate de ramas y agujas.
Hoy no hay signos. No acierto a comprenderlo
Porque me cobijo siempre en la vacua astrología de las cosas,
Interpreto el vuelo de las aves o leo en torbellinos de polvo.
Y sin embargo, hoy veo frente a mí un tronco roto,
Escucho el viento que sigue empujando sin pretender nada
Y en esas cosas sin más encuentro mi descanso.

Miguel Ángel Real
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