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Etimologías literarias:
autor
(y auténtico, autógrafo, autoría, autoridad)

lunes 7 de agosto de 2023
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Etimologías literarias: autor, por Daniel Buzón
En la Antigüedad se consultaban ciertas decisiones a las aves, que pasaban a ser auctores de la decisión que se tomara finalmente.

En latín augeo significa aumentar, verbo que de aquél se deriva: augeo, augmentum, augmentare. Ha generado asimismo la voz auxilio. El término augur, sacerdote romano que observaba el vuelo de las aves, tiene estrecha relación con un supuesto étimo *augos, que significaría crecimiento otorgado por los dioses a una actividad cualquiera, según Ernout y Meillet. Evidentemente, tanto augurio como inaugurar provienen de la misma raíz. Augustus sería aquello o aquél que ha sido iniciado, creado, acrecido o beneficiado por el auspicio divino, como Octavio fue declarado por el senado en el 27 a. C.

Virgilio llama a Augusto en las Geórgicas (I. 27) auctorem frugum. O sea, que propicia el crecimiento de los frutos del campo.

De ahí que auctor fuera el que hace crecer o aumentar. Virgilio llama a Augusto en las Geórgicas (I. 27) auctorem frugum. O sea, que propicia el crecimiento de los frutos del campo. De ahí se derivan los demás sentidos. Un magistrado presenta y es por tanto auctor de una proposición de ley al senado, cuya cualidad distintiva es la auctoritas, como ente protector del pueblo romano y avalador de su legislación. En derecho, el auctor es el garante de otra persona. En general, lo es todo aquel por cuyo consejo, a veces máxima potestad (imperio: es decir, los cónsules o pretores), se lleva algo a cabo. Éste suele aparecer en Plauto y en Terencio. Las aves pueden ser auctores de una decisión que se les consulta. Y en definitiva el auctor es el creador y fundador de algo, edificios, puertos, ciudades u obras artísticas.

Parece que no sería suficiente la anterior evolución semántica para llegar a escritor. Dice el diccionario Forcellini que asimismo se podía ser auctor de un rumor, de una noticia, de la cual en cierto modo se convierte uno en fiador o garante. Es ahí donde empieza la acepción literaria. Los historiadores resultaron ser los primeros auctores de las cosas que explicaban. Poco después, scriptor y auctor pasan a ser prácticamente homónimos: y los poetas son tan autores como escritores.

Durante el Medievo, puesto que el auctor en grado superlativo es Dios, la autoridad se convierte en una virtud de los textos recibidos o revelados, en especial, de las sagradas escrituras. El argumento de autoridad funcionó hasta el Humanismo, y más allá, si bien algunas figuras sobresalientes ya habían visto su inutilidad en los debates teológicos con miras a convertir a judíos y sarracenos, como Ramon Llull, Nicolás de Cusa o Juan de Segovia, que consideraron más provechoso valerse de la razón o de la dialéctica. El diccionario Du Cange recoge que los diplomas de reyes, emperadores, papas, también se llamaban auctoritates, lo cual en griego es authentía, que es la traducción habitual para autoridad.

Este término helénico proviene de autós, pronombre de identidad que significa él mismo o uno mismo. El adjetivo authentikós entró en latín por vía de los jurisconsultos, ya en la Antigüedad, para indicar el documento jurídico original, que era el que verdaderamente tenía autoridad respecto de ulteriores copias. Esta concomitancia casual, puesto que proceden de etimología totalmente ajena, produjo un cruce semántico entre auctor y authenticus que acabó afectando a la ortografía del inglés author. Para Covarrubias, auténtico es lo que está autorizado y las escrituras públicas se autenticaban (o autorizaban) por parte de los notarios mediante su sello profesional o notarial. Autógrafo, voz griega construida con el mismo pronombre y gráphô, escribir, ya se empleaba en latín (por ejemplo, Suetonio) como algo escrito por la propia mano, pero se ha introducido en las lenguas modernas como cultismo gracias sobre todo a la crítica textual. El uso como firma de un famoso es un derivado, evidentemente.

La autoría como derecho de autor es un fenómeno desigual a lo largo de la historia.

La autoría es un término nacido después. En los diccionarios de la RAE no aparece con el sentido moderno hasta bien tarde: antes era sólo el empleo de autor en una compañía de cómicos. No recoge el vocablo el Diccionario de autoridades, de 1726, cuyo nombre se debe a que se aporta en él, para cada ejemplo, un autor de nombradía que autorice el uso del término.

La autoría como derecho de autor es un fenómeno desigual a lo largo de la historia. En filología clásica se habla del sfragís o sello de un escritor como primera marca de autoría, es decir, la mención expresa de sí mismo en algún punto de la obra: no en Homero, pero sí en Hesíodo, Teognis de Mégara, Heródoto, Tucídides. De todos modos, el concepto anduvo un poco desdibujado en ámbitos literarios como la comedia, sobre todo la romana, en que la contaminatio o mixtura de obras estaba bastante permitida.

Durante el Medievo, como se sabe, es un derecho desconocido, aunque ya don Juan Manuel muestra una clara conciencia de su prerrogativa, contra los copistas que desvirtuaban su obra, y por ello guardó los manuscritos por él revisados en el monasterio de los dominicos de Peñafiel, en Valladolid, que él mismo había edificado en 1324.

Daniel Buzón
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