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Donnedieu de Vabres: trabajar juntos.
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Tras la asunción de las nuevas autoridades españolas, el pasado 24 de abril el ministro de Cultura de
Francia, Renaud Donnedieu de Vabres —quien también tiene poco tiempo al frente de su cartera—, ha
enviado una carta a su homóloga española, Carmen Calvo, para "trabajar juntos" a favor de la
excepción cultural.
Esta instancia es una doctrina de comercio incubada en los años 50 por André Malraux, ministro de
Cultura del gobierno de De Gaulle, y apuntalada por el gobierno de Mitterrand de la mano de Jack Lang a
principios de los 80, y consiste en blindar a la cultura del libre mercado y colocarla un escalón por
encima de cualquier otro bien de intercambio comercial. Al adquirir tal valor implícito social y nacional,
se obliga al Estado a protegerla de agresiones, cuidarla y fomentar su crecimiento.
Francia evidentemente ha visto en el cambio de gobierno de su país vecino una oportunidad para sumarlo
en su "combate" por la instancia. En su misiva, Donnedieu felicitó a Carmen Calvo por su
nombramiento y, sobre todo, adelantó que Francia cuenta con España para "trabajar juntos y con la
misma perspectiva". El ganador Partido Socialista español había incluido la excepción cultural entre
sus propuestas electorales.
La oferta francesa de colaboración se ve refrendada con el espíritu de "satisfacción" que
manifestó el gobierno de ese país a propósito de las numerosas declaraciones de los responsables del
Partido Socialista, comenzando por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, acerca de su interés por
importar del país vecino las políticas de excepción cultural: "El Gobierno francés ha seguido con
atención estas declaraciones y constata la convergencia de puntos de vista sobre la Constitución europea y
en materia cultural".
Más allá de una política de fomento artístico de fronteras adentro, la política de excepción
cultural —a la que Francia, a causa del cariz negativo del término "excepción", prefiere
llamar "de diversidad cultural"— es de hecho una pugna entre el país galo y Estados Unidos en
el ámbito de la política internacional, lo que permitió a Jacques Chirac ejercer una exitosa presión
para que la misma quedara grabada en las bases legales de la futura Constitución Europea.
Estados Unidos lucha desde hace años por incluir los productos culturales dentro de los acuerdos
generales de liberalización de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y sortear, de este modo, la
resistencia europea al cine estadounidense. La intención de Francia es, según sus funcionarios
gubernamentales, crear un "bloque mediterráneo" junto a "España, Italia y Grecia, con el
apoyo de Alemania", para que permanezca intacta la política europea de ayudas a la cultura. Algunos
países, como Brasil o Corea del Sur, están plenamente de acuerdo en proteger sus mercados culturales,
mientras que socios europeos como Reino Unido u Holanda se alinean junto a EUA y otros grandes, como Japón
y China, permanecen ajenos a la batalla.
George W. Bush ha sumado pequeñas victorias mediante acuerdos bilaterales con países más débiles,
como Marruecos, incluyendo en la negociación la obligación de aceptar la cultura "made in USA".
Francia ha acogido con disgusto esta guerra de baja intensidad, sobre todo cuando Estados Unidos ha pisado
el terreno francófono.
Precisamente, el idioma es otra de las batallas en que Francia cuenta con España para hacer frente a la
uniformización del inglés. "Pese a lo que podía pensarse hasta hace unos años, a Francia le viene
bien el desarrollo del español. Somos lenguas hermanas, aliados lingüísticos y nuestras zonas de
influencia no se tocan", confirman desde el Ministerio de Cultura.