(Nota del editor: Niño huérfano fue publicado este año por la
editorial La Marca, de Buenos Aires, en su colección Biblioteca del Erizo,
dirigida por Delfina Muschetti).
el río
en su magnífica mudez
húmeda piel de elefante
escucha el ojo de reojo
las nubes se amontonan
en su cuna de cenizas
la lluvia en acecho
en el corazón de la iglesia
palpita una lejana música
voló el ala del tango
su flecha
apunto al arcoiris de los vitrales
cada vitral vibra
como un piano en furia
flamea la cruz silenciosa
misteriosa ronda de noche
contemplación
y yo como un dios destruido
solo
en un delirio peligroso
y volví a soñar con dolor
que mi pasaje sobre la tierra
es confuso
el hombre
con la sonrisa de vidrio roto
sus manos cáliz
una manada de rostros
entrelazados con la canción del río
dicen que el hombre —niño huérfano—
se desliza por las tumbas
en rezo
como si nada
en medio de las tumbas
del fulgor de los vitrales de la iglesia
como un órgano en furia
y el hombre solo humedecido
con el alarido de los cipreses
su lengua gris que yo reconozco
Él
¿sólo busca la misericordia del río
de la nada
de la iglesia
por el anillo noche?
como un silencio luz
hacia la raíz de las cosas
el pincel mi alma florece
se recoge
Yo niño huérfano
sin rumbo
saltaba por la rayuela
de las rocas
sobre el tobogán del río
piel de elefante
cazaba los reflejos y los escarabajos
yo niño huérfano iba sobre las tumbas
a mancharlas con mi nombre
y la sangre bermellón de los insectos
cada tumba ardía como un cuadro
temblaba
cada tumba
era la agonía del escarabajo
se escuchaba mi mano
y la voz ronca del órgano
Y yo condenado a mirar las tumbas
que me circundan
la canción desafinada del río
acompaña el terror
desafinado canto
del río violín
la casa del crimen
tambalea
peligrosamente
la Biblia con la mudez
de su caligrafía
se deshoja entre mis manos
entonces
el río se arrodillará
y
tomará la eucaristía
los vitrales reflejan tu confusión
tú abandonado con la
desafinada melodía del río que corre
y los sepultureros con su mueca
fantasmal
ademanes de maniquíes
un pie fatal al borde de la sima
otro en diálogo
huesa la música en el cementerio
la puerta del infierno
entreabierta
viajan por el humo azufre
salvajes siluetas
resuenan las campanas
las tragan siete llamas feroces
siete feroces llamas
enloquecido arcoiris
danzas cenizas
negro canto
un perro bebe la maldición del río
se escucha un grito desolado
se estremece el río
las ramas astillan mis sueños
fluye el agua con su constante engaño
y el mirar de ellos
la iglesia la furia de sus vitrales
fluyen las oscuras aguas
lo envuelven cual un lienzo
hombre gris
pálido rostro
te asomas
al río que besa tu locura
y yo con mi unánime demencia
y esa confidencia que curva
la hoja con la canción
del río
con una espada alzada
el oscuro sonido del río
y las tablas del cementerio
abandonadas tablas de ofrenda
indescifrable tu nombre
Sombras saltan en la rayuela de círculos
se arrastran manos de mendigos
se reflejan sobre el espejo de una realidad
y un ligero estremecimiento
vuelve a cuestionarlo todo
vagabundeo
navío solitario
niño huérfano