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Ciudad de fantasmas

jueves 8 de marzo de 2018
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“Ciudad de fantasmas”, de Matthew Heineman

Siria ahora es un país ruidoso; antes su mudez no permitía ni siquiera saber de la magnitud del drama de sus gentes. Existe una lotería para que los lugares del mundo se ganen un sorteo y obtengan la atención del mundo. Hay unos que no lo requieren y es mejor que sigan en sus aposentos. Pero muchas ciudades son perseguidas y asediadas por los intereses del poder global, que arrasa con las culturas y destierra a los propios para quedarse con lo que les pertenece. En Raqqa, otro sitio casi inexistente hasta 2012, un nombre poco común, se agencian situaciones vueltas común en nuestra época: el genocidio. Y unos Hermes modernos les han contado a los demás qué es lo que allí ocurre; cualquier contexto que impida la circulación de ideas y la diversidad es propicio para vejámenes y violaciones al derecho de vivir. La propuesta documental de Ciudad de fantasmas es un esqueleto de lo que acontece en la capital del llamado Estado islámico. Sus artífices no sólo cuentan el calendario de los hechos, sino que viven en carne propia un asedio por comunicar.

El documental muestra la vida de unos intrépidos jóvenes que decidieron juntar sus armas: su capacidad de expresión y el vencimiento del temor.

Las noticias de lo que se denomina como el mundo occidental apenas nos muestran el terror y las ejecuciones de Isis, quienes han declarado una guerra santa contra los profanadores de su cultura. En 2012 se gestó la Primavera árabe. Jóvenes desde los catorce años pusieron en jaque las monarquías imperantes, lograron entonces con su rebeldía derrocar al dictador Assad, quien los doblegó. Y mientras celebran jubilosos el logro, pasan de unas manos criminales a otras: Isis.

El documental muestra la vida de unos intrépidos jóvenes que decidieron juntar sus armas: su capacidad de expresión y el vencimiento del temor. Luego la mezclaron con sus smartphones, Internet y la valentía de contar los sucesos. Cualquier poder no espera fisuras a su andamiaje, e Isis contó con la oposición de estos muchachos reportando, con su palabra y superando el miedo, y estando dentro de sus fauces, narran el diario vivir en la ciudad de Raqqa. La muerte ronda y hace su presencia, hablar y mostrar lo que acontece es un hecho cruento, y es tomado por Isis como una afrenta. De modo que las pulsaciones del documental son fuertes. Desde decapitaciones públicas y amenazas en los sitios de rezo, hasta la guerra mediática que emprenden, empezaron con vídeos muy cortos en aspectos técnicos, hasta alcanzar una plenitud en calidad y dramatismo al estilo Hollywood en sus producciones.

Mientras tanto, los nuevos Hermes deben exiliarse y asumir que su potencial impone cuentas de cobro. Ya no sólo están en el destierro, sino que sus familiares y amigos son uno a uno asesinados, pero en los países en los que son recibidos también sufren del estigma y la expropiación: incluso de la muerte. En Turquía son asediados y quien les enseñó a usar las armas de la palabra es ejecutado; en Alemania otros jóvenes neonazis y segregacionistas hacen eco de su verborrea para decirles que salgan de su país, que nos los quieren. No es tan sólo Isis los que usan la bandera del exterminio, parece una epidemia propagada en cualquier latitud. Así, las cámaras, mientras se instalan en un hecho atroz en Raqqa, también apremian en la multitud que los quiere fuera en Alemania.

El director, Matthew Heineman, de Ciudad de fantasmas, ya se había metido en otra boca del lobo, en este lado del mundo, en México.

Los jóvenes ganan un premio internacional a la libertad de prensa, y son condecorados por su coraje. Isis instaura su poder en los niños, a quienes enseña cómo matar y defender su coraza. Los reporteros huyen tal cucaracha perseguida por el asco que producen. Su pasión no cesa, así como la vocación por decir. Raqqa es asesinada en silencio, ante los ojos del mundo. Aunque sabemos que el flujo de intereses no escatima. La ubicación y el control es también de los países como Estados Unidos, que esperan hacer su fiesta de mercadeo. Y la población es en últimas la que queda en medio del fuego cruzado y del juego de intereses. No importa qué bandera se alza, ni con qué intenciones u objetivos; si amenazan, intimidan y engendran el miedo debería combatirse. Y así lo hacen, sólo que esta vez con mostrar, esa sentencia del periodismo que puede ser contundente con esa máxima: visibilizar.

El director, Matthew Heineman, de Ciudad de fantasmas, ya se había metido en otra boca del lobo, en este lado del mundo, en México, para evidenciar las circunstancias de lucha contra las drogas en la frontera de México y Estados Unidos, y en 2015 fue nominado por su trabajo Cartel Land. Así que en Raqqa a esta hora ondea la bandera de colores blanco y negro; haciendo oda a Isis, un grupo de yihadistas puede estar planeando un nuevo atentado en alguno de los emporios de Occidente.

Las guerras desaparecen a la gente. La convierten en momias vivientes. Son espectros, cuyos ojos ya no pueden divisar el panorama, son habitantes dominados por el miedo, son marionetas de los designios de una religión, una causa, un odio, un amor, un desenfreno, una ideología. Son fantasmas, y están asustados por quienes los someten.

 

Ciudad de fantasmas, ficha técnica

País, año, duraciónSiria, Estados Unidos, 2017, 90 minutos
DirectorMatthew Heineman
MúsicaJackson Greenberg, H. Scott Salinas
FotografíaMatthew Heineman
ProductoraOur Time Projects
GéneroDocumental
Página webwww.cityofghosts.com
John Harold Giraldo Herrera
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