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Borges: el personaje Martín Fierro y el poema Martín Fierro

martes 22 de junio de 2021
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José Hernández
Según Borges, Hernández logró con Martín Fierro el fin del arte, “expresar hombres que las futuras generaciones no querrán olvidar”.

Una confusión gratuita

Con alguna frecuencia se oye decir y —peor aún— se ve escrito que “a Borges no le gustaba el Martín Fierro”. Es probable que quienes emiten este juicio no hayan prestado a las palabras de Borges la atención que siempre merece el mayúsculo escritor: es decir, la atención total. También es posible que, por espíritu hedónico, le atribuyan a Borges las palabras que a ellos les agradaría oír.

Conviene distinguir entre las reservas que Borges tiene hacia el personaje literario Martín Fierro y la devoción que siente hacia la obra literaria Martín Fierro. Con ligereza (tal vez deliberada) y sin razón se confunden ambos conceptos.

 

Es la idea que Borges no olvidó jamás: Martín Fierro visto, no como héroe o persona éticamente admirable, sino como individuo rencoroso.


Macedonio Fernández, mentor del joven Borges

Nadie ignora el fervor que por Macedonio Fernández experimentó Borges, tanto en vida de aquél como después de su muerte, ocurrida en 1952.

Macedonio, nacido en 1874, tenía la misma edad de Lugones y del padre de Jorge Luis; era hombre de alrededor de cincuenta años en la época en que Borges, joven veinteañero de ilimitada pasión poética y metafísica, acudía, fascinado, a escuchar la palabra de aquel mágico personaje.

Transcurridos nueve o diez lustros de aquellos diálogos, aún recordaba Borges:

(…) cuando alguien le habló [a Macedonio] del Martín Fierro, dijo: “Salí de ahi con ese calabrés rencoroso”. Pero eso corresponde también a una época en que se veía el Martín Fierro como una compadrada (…).1

Es la idea que Borges no olvidó jamás: Martín Fierro visto, no como héroe o persona éticamente admirable, sino como individuo rencoroso, quejoso, vengativo, que siente lástima de sí mismo, etcétera, etcétera:

(…) creo que, si hubiéramos resuelto que nuestra obra clásica fuera el Facundo, nuestra historia habría sido distinta. Creo que, razones literarias aparte, es una lástima que hayamos elegido el Martín Fierro como obra representativa. Porque ella no pudo haber ejercido una buena influencia sobre el país. (…) pensemos en lo triste de que nuestro héroe sea un desertor, un prófugo, un asesino y una especie de forajido sentimental además, que, sin duda, no existió nunca.2

¿No es éste el desarrollo borgeano de la idea del siciliano vengativo o del calabrés rencoroso de Macedonio Fernández? Claro que Borges, cuyo cerebro habitualmente iba más allá que el de la mayoría de los mortales, amplía esta visión presentando a Martín Fierro como ejemplo moral negativo para la Argentina.

 

El falible hombre Martín Fierro y el admirable y admirado poema Martín Fierro

Muy importante: en ningún momento Borges alude a algún demérito literario de la obra. En todos los casos se está refiriendo a los atributos morales del personaje, jamás a las cualidades estéticas del poema. Y, por si cupiese alguna duda, prestemos atención a la frase razones literarias aparte: en tal contexto, sólo puede significar: “Desde el punto de vista literario, el Martín Fierro es más importante que el Facundo, pero…”.

Hacia el final de El “Martín Fierro”, Borges se ocupa de la controversia que el poema ha desencadenado entre los críticos:

En el capítulo anterior he recopilado algunos juicios críticos. Una simplificación simbólica podría reducirlos a dos: el de Lugones, para quien el Martín Fierro es una epopeya de los orígenes argentinos; el de Calixto Oyuela, para quien el poema sólo registra un caso individual. “Justiciero y libertador” es la definición del protagonista que ha estampado Lugones; “hombre con visible declinación hacia el tipo moreiresco de gaucho malo, agresivo, matón y peleador con la policía”, la que Oyuela prefiere.

(…) En la controversia que acabo de resumir, se confunde la virtud estética del poema con la virtud moral del protagonista, y se quiere que aquélla dependa de ésta. Disipada esa confusión, el debate se aclara.

Palabras de Borges: se confunde la virtud estética del poema con la virtud moral del protagonista. Que esta última no goza de su aprobación ya lo ha expresado con todas las letras.

Entonces, cabe la pregunta que constituye el siguiente subtítulo:

 

¿Es verdad que a Borges no le gustaba la obra literaria Martín Fierro?

Salvo los casos patológicos que suelen agruparse bajo el común denominador de masoquistas, en general los seres humanos tendemos a eludir los elementos desagradables y a dejarnos atraer por las cosas que nos proporcionan placer, y a acudir a ellas una y otra vez, y a recordarlas y a recrearlas en nuestros pensamientos y en nuestras conversaciones.

En efecto, Borges ha vuelto una y otra vez al Martín Fierro:

  1. “La poesía gauchesca”, en Discusión (1932), dedica su larga parte final a analizar el Martín Fierro.
  2. En 1955, junto con Adolfo Bioy Casares, preparó los dos volúmenes de Poesía gauchesca, donde, desde luego, se incluye el Martín Fierro.
  3. En El hacedor (1960) tenemos la prosa breve “Martín Fierro”.
  4. El cuento “El fin” (Ficciones, 1944) es, como se sabe, “el fin” posible de la pelea de Martín Fierro con el Moreno, que en su momento impidieron los presentes en la pulpería.
  5. Prologó, además de la publicada en Poesía gauchesca, tres ediciones del Martín Fierro: Sur, 1962; Centurión, 1962; Santiago Rueda, 1968.
  6. En “El escritor argentino y la tradición”(Discusión) sentencia: “Creo que el Martín Fierro es la obra más perdurable que hemos escrito los argentinos”.
  7. En la “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” (El Aleph, 1949) hay un pasaje en extremo significativo: “La aventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (I Corintios 9:22), pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones”. Superfluo es consignar que ese libro insigne no es otro que el Martín Fierro.

 

Final

Acabamos de ver pruebas más que contundentes sobre la devoción y la admiración que Borges sentía hacia el Martín Fierro como obra literaria, y vimos también que su oposición sólo se limitaba al carácter moral del protagonista.

Será ahora el mismo Borges quien, con sus precisas palabras, y en parcial reiteración, ponga fin a este trabajo:

Expresar hombres que las futuras generaciones no querrán olvidar es uno de los fines del arte; José Hernández lo ha logrado con plenitud.3

Fernando Sorrentino
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Notas

  1. Cambiando de gentilicio y de adjetivo, pero no de idea, ya en 1953 Borges había escrito: “Martín Fierro es (…), como dijo festivamente Macedonio Fernández, un siciliano vengativo” (El “Martín Fierro”, Buenos Aires, Columba, 1953, pág. 75). En: Fernando Sorrentino, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Losada, 2007, pág. 37.
  2. Ídem, págs. 215-216.
  3. El “Martín Fierro”, pág. 76.
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