
1. El singularísimo caso del Martín Fierro
Es verdad: el Martín Fierro de José Hernández no constituye el único ejemplo de novela en verso. También realizaron dicho ejercicio, entre otros autores menores, el argentino Hilario Ascasubi (1807-1875) con Santos Vega o los mellizos de La Flor (1851) y el uruguayo Antonio Lussich (1848-1928) con Los tres gauchos orientales (1872).
Centenares de excelencias literarias recorren las páginas del Martín Fierro, debidas a la simbiosis de dos fundamentales virtudes que rarísima vez se presentan juntas: el encanto lírico y el imán narrativo. Dicho de otro modo: un genial novelista que relata su historia con versos hermosos.
Multifacético, Hernández tañe instrumentos varios y, socarrón, no se priva del humorismo. Sólo dos ejemplos:
Yo me lavo —dijo el juez—,
como Pilatos, los pies (II:3508-3509).Era un gringo tal bozal
que nada se le entendía.
¡Quién sabe de ánde sería!
Tal vez no juera cristiano,
pues lo único que decía
es que era pa-po-litano (I:847-852).1
2. ¿Por qué Inca-la-perra?
En el canto III aparece la expresión “Inca-la-perra”, como deformación despectiva de “Inglaterra”.
Cómo y por qué se le ocurrió a Hernández utilizar ese mote se halla explicitado en “Diálogo entre el poeta y el zanjeador”, cuento (págs. 53-56) perteneciente al libro de Juan José Delaney El arpa y el océano (Buenos Aires, Ediciones El Gato Negro, 2022), volumen que contiene catorce ficciones centradas en las peripecias de los irlandoargentinos.
Veamos…
Eficaz anzuelo nos propone Hernández: la sextina final del canto 2 de El gaucho Martín Fierro (1872) sirve para despertar la curiosidad del lector por lo que va a suceder más adelante:
Ansí empezaron mis males
lo mesmo que los de tantos;
si gustan…, en otros cantos
les diré lo que he sufrido.
Después que uno está perdido
no lo salvan ni los santos.
Y, efectivamente, en el canto 3 el protagonista cae víctima de la arbitraria leva, acto que constituye el principio de sus ulteriores desdichas y que confiere a todo el Poema su cautivante riqueza narrativa.
3. El “gringo” y el “inglés”
El operativo del juez, en la “diversión” de la pulpería, incluyó a todos los presentes menos uno.2 Entre los afectados, hay dos extranjeros (I:319-330):
Allí un gringo con un órgano
y una mona que bailaba
haciéndonos rair estaba
cuando le tocó el arreo.
¡Tan grande el gringo y tan feo,
lo viera cómo lloraba!Hasta un inglés zanjiador,
que decia en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no queria3 servir,
también tuvo que juir
a guarecerse en la sierra.
Como vemos, el llamado “inglés” tuvo mejor fortuna que el “gringo”, seguramente italiano.
Qué nos dice Eleuterio F. Tiscornia sobre el oficio del “zanjiador”:
que hace zanjas. Las repetidas incursiones de los indios pampas a la frontera y los asaltos a los fortines indujeron al gobierno nacional, en los días de Martín Fierro, a proyectar una zanja de cien leguas que defendiese de los malones. La nueva obra puso en actividad muchos hombres, extranjeros casi siempre, a quienes los paisanos llamaron zanjiadores.4
4. Baradero, provincia de Buenos Aires, circa 1842
José Hernández, a la sazón de ocho o nueve años de edad, se halla en la chacra de unos parientes. Cierta mañana, al vagabundear por el campo, se topa con un joven pelirrojo que, pala en mano, está cavando una zanja mientras canturrea the wearin’ of the green. El niño se detiene ante el obrero y éste lo saluda (Delaney, op. cit., pág. 54):
—Hello!
—¿Es inglés?
—¡Eh!
—Si nació usted en Inglaterra…
—¿Inglaterra? ¡“Inca-la-perra” tiene que decir!
Siglos de represión empujaron al trabajador a repetir la chanza en medio de carcajadas.
—¡Inca-la-perra! ¡Je, je, je!
Y finalizó muy serio:
—Mí ser irlandés.
4.1. El irlandés zanjeador
Lejos de ser un mero recurso poético de Delaney, ese diálogo conjetural entre José Hernández y el obrero pelirrojo se basa en la realidad de aquellos años. El llamado “inglés zanjiador” del Martín Fierro era, sin duda, un irlandés. No sólo sustentos documentales sino también razonables inferencias del “entrenamiento” literario y el llamado “sentido común” nos conducen a tal conclusión.
Emilio Coni registra en El gaucho (pág. 358): “Por lo mismo que en 1840/50 los irlandeses o los vascos en la campaña bonaerense ganaban elevados salarios cavando zanjas, pues el paisano local no tomaba la pala ni en broma”.5
Por otra parte sería paradójico e inverosímil que, en el Martín Fierro, el “inglés” mencione con esos términos despectivos a su isla, es decir, a la comarca a la que Napoleón se refirió reiteradamente —jamás entenderé por qué— como la perfide Albion. Si el hombre ya estaba residiendo en la Argentina en 1864, año en que se desencadenó “la última guerra” (la guerra del Paraguay), con toda probabilidad tendría un dominio más que aceptable de la lengua española, y entonces no podemos atribuir a prosodia defectuosa el sintagma “Inca-la-perra”; a lo sumo, podríamos suponer que habría dicho algo así como “Ingalatera” en lugar de “Inglaterra”.
Ahora bien: recordemos que, desde 1800 hasta 1922, existió un país llamado Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (sin el actual aditamento “del Norte”). Puesto que, en el siglo XIX, Irlanda no existía como nación independiente, sus nacionales eran considerados súbditos del Reino Unido y, en sentido amplio, denominados “ingleses”.
5. Ciudad de Buenos Aires, 1872
Tal como lo manifiesta Delaney (op. cit., pág. 55), aquel niño José Hernández había guardado en su memoria la expresión oída al irlandés, sin imaginar, en aquel momento de 1842, que más tarde la utilizaría en “un libro insigne”:6
Hasta un inglés zanjiador,
que decia en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no queria servir,
también tuvo que juir
a guarecerse en la sierra.
Concluyo estas líneas con la aceptación de tal conjetura ficcional (no menos respetable que la exposición de un hecho): a José Hernández7 lo cautivó la humorada del zanjeador irlandés y, entonces, con justa y malintencionada sonrisa, la incluyó en el Poema.
- Confesión y enmienda de un error - viernes 23 de diciembre de 2022
- Sobre “Inca-la-perra” - martes 29 de noviembre de 2022
- Epitafios de la revista Martín Fierro - martes 25 de octubre de 2022
Notas
- Desde luego, el napolitano no diría pa-po-litano sino napoletano. Pero como, en lenguaje vulgar, papo es una de las formas de nombrar el órgano sexual femenino, Hernández se permitió saludar al lector con ese guiño cómplice.
- Versos 335-336: “a uno solo, por favor, / logró salvar la patrona”.
- En interior del verso, estas formas aparecen diptongadas: “decia”, “queria”, y no “decía”, “quería”.
- Martín Fierro, Introducción, notas y vocabulario de Eleuterio F. Tiscornia, Buenos Aires, Editorial Losada, 16ª edición, 1975, pág. 325.
- Martín Fierro, Estudio preliminar y notas por Carlos Alberto Leguizamón, Buenos Aires, Editorial Kapelusz, 7ª edición, 1965, pág. 15.
- Borges, “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”: revista Sur, 1944; El Aleph, 1949.
- Por si acaso, no le restemos importancia al hecho de que ancestros de José Hernández llevaran el apellido O’Doghan.