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Confesión y enmienda de un error

viernes 23 de diciembre de 2022
Juan José Delaney
Juan José Delaney (Buenos Aires, 1954).

El hecho desencadenante

En el año 1991 mi amigo Juan José Delaney me obsequió, con una simpática dedicatoria, su libro de cuentos Papeles del desierto, que en seguida leí con interés y agrado.

Como tengo fuerte inclinación hacia los relatos que traten de extravagancias en la conducta humana (de ahí mi idolatría por nuestro mágico Franz K.), me encantaron especialmente dos cuentos: “El aviso” y “Ars communicandi”.

Entonces se me ocurrió, inspirado en circunstancias de ambos relatos, apropiarme (es el verbo que corresponde) de algunos fragmentos que consideré aptos para redactar una nueva historia que titulé “Gatti, Corletti y Negrotti”.

“Papeles del desierto”, de Juan José Delaney
Papeles del desierto, de Juan José Delaney (Torres Agüero Editor, 1991).

A modo de “marcas de pluma ajena” conservé tal cual ciertos nombres de pila y ciertos apellidos (cuando, en realidad, me habría resultado tarea harto sencilla reemplazarlos por otros cualesquiera).

No bien concluida la redacción, le hice llegar a Juan José una copia del cuento, que, creo recordar, ganó su aprobación.

Y desde entonces, inédito y casi olvidado por mí, permaneció mi trabajo entre los no pocos intentos simultáneos que son parte indeleble de mis ajetreos literarios.

Sin embargo, veintiún años más tarde, es decir a fines de 2012, “Gatti, Corletti y Negrotti” fue publicado en una revista académica. Y, más tarde, obtuvo otras publicaciones.

 

El error

Sin más preámbulos, confieso paladinamente y sin buscar atenuantes, que, quizá por el paso del tiempo, o por descuido, o por lo que fuere, cometí el groserísimo error, en los momentos de aparecer mi relato en letras de molde, de no informar que su génesis se debía a los cuentos de Juan José Delaney titulados “El aviso” y “Ars communicandi”.

Y, tal como prescribe la llamada “sabiduría popular”, acepto que más vale tarde que nunca. De manera que, para que quede indudable y taxativo, declaro que lamento mi no buscado tropiezo, canto mea culpa y espero que estas líneas hayan servido para poner las cosas en su lugar: o sea para dar al césar lo que es del césar.

Fernando Sorrentino
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