Publica tu libro con Letralia y FBLibros Saltar al contenido

La leyenda de Hermanita Pequeña

martes 29 de octubre de 2019
¡Comparte esto en tus redes sociales!
La leyenda de Hermanita Pequeña, por Estrella Cardona Gamio
Ilustración: Estrella Cardona Gamio
Del libro El abuelo que no sabía explicar cuentos, de Estrella Cardona Gamio

Anda que te andarás, el abuelo se tropezó en su camino con un libro muy estropeado, de tapas medio rotas y páginas que el tiempo, el abandono, tal vez la lluvia y el sol, habían descolorido hasta convertir prácticamente en ininteligible. Algunos dibujos apenas si se veían e incluso hileras de letras resultaban incomprensibles por lo borrosas y quien hubiese intentado leerlas no se hubiera enterado de nada o bien se habría hecho un lío tremendo.

El abuelo que se hallaba lo que se dice muy fatigado, tomó asiento sobre una piedra y empezó a mirar, hoja por hoja, aquel libro tan deteriorado.

Hace muchos años, cuando nadie sabía que la Tierra era redonda, vivía una familia india junto a un río y cerca de una pradera.

En una página vio un río y letras indescifrables, en otra una canoa y letras indescifrables, en otra una pradera y letras indescifrables, en otra un sol que brillaba esplendoroso en lo alto del cielo y letras indescifrables, y en otra, en otra, en otra, sólo letras indescifrables. En otra contempló a unos indios en el desierto, un padre, una madre, tres hijos varones, una hijita pequeña y una anciana, en otra no vio nada porque las letras eran tan pálidas que su tinta recordaba el agua de lluvia sucia. En otra vio unos dibujos borrosos y en otra y en otra y en otra, fragmentos de letras que se entendían a duras penas. En otra le pareció ver árboles, pero no estaba muy seguro, y más letras sin sentido, como roídas por los ratones, y en otra y en otra y en otra, dibujos de nuevo, sombras emborronadas, y en la última se acababa el cuento.

Pero, ¿qué cuento?

Un cuento sin título, un cuento cuya portada estaba manchada de barro y de polvo, un cuento que habían mordisqueado hasta los ratoncillos, un cuento enigmático, misterioso, un cuento sin palabras casi y con muy pocos dibujos comprensibles. Más que un cuento, lo que en realidad parecía era un puzzle y un puzzle lo que se dice enrevesado.

El abuelo extrajo del bolsillo de la camisa un bolígrafo que siempre llevaba y cruzando las piernas como cuando era joven y no le dolían las rodillas, apoyó en una de ellas el libro y mientras chupaba a intervalos el extremo del bolígrafo, empezó a repasarlo otra vez pero ahora en voz alta, lo mismo que si pudiérase leer normalmente, y el bolígrafo le ayudaba llenando los huecos, era igual que apuntar cosas en una agenda, aunque bastante más divertido.

“Hace muchos años, cuando nadie sabía que la Tierra era redonda, vivía una familia india junto a un río y cerca de una pradera. La familia tenía una canoa en la que el padre iba todos los días de pesca, y una tienda (?), decorada con pinturas geométricas, que era su hogar.

La familia india era muy feliz con su tienda, su canoa, viviendo en la pradera y junto al río, hasta que un día, y en aquel tiempo, el Sol se enfadó con los hombres malos, esos que siempre van haciendo lo que no deben y crean tantos problemas, los hombres egoístas, los hombres ambiciosos, los hombres envidiosos, los hombres falsos, los hombres sanguinarios, y decidió que se quedaría por siempre en el cielo, igual que una lámpara, que no habría noche, ni llovería y que la madre Tierra, de jardín, se convertiría en desierto como castigo a tanta sinrazón y a tanta maldad.

La pradera en donde vivía la familia india se agostó secándose por completo y de verde pronto tuvo el color de la paja, las aguas del río comenzaron a bajar de nivel y finalmente desaparecieron bebidas por la tierra sedienta y ya no hubo comida porque el río se había evaporado y la pradera no podía ofrecer pasto a ningún animal, y no llovió y los árboles en los bosques se murieron y los pájaros sin praderas, sin florestas y sin agua, desaparecieron, y, los hombres malos, también…

Mas os preguntareis, ¿es qué acaso no había hombres buenos en el mundo?… Sí, sí que los había, pero eran muy pocos. Exactamente, sólo, en el mundo entero, existían, que se supiera, siete personas, la familia india que vivía en la pradera, aunque ellos sufrían igual que los demás las consecuencias del castigo del Sol, ¿por qué, si no eran malos?

Sé que parece injusto o no encierra una explicación lógica, pero lo cierto es que sí la tiene, pues, como en todas las cosas, se precisa mucha paciencia para llegar al final.

Yo seré la Mujer Agua. Caminaré sobre el barro polvoriento del cauce y éste se tornará otra vez caudaloso y lleno de peces…

Un día, el padre habló así a su familia:

—No hay pastos, ni agua, ni árboles, ni animales… El Sol ha castigado a los hombres por sus muchos pecados, pero pronto el Sol se aburrirá de contemplar siempre un mundo sin vida y ya no habrá remedio ni para el Sol ni para la Tierra… Yo os propongo un juego que tal vez devuelva la benevolencia al padre Sol y logre de él nos conceda el perdón…

—¿Qué juego? —quiso saber la esposa.

—Yo seré el Hombre Pradera, me acostaré sobre la árida tierra y me dormiré y mi sueño se convertirá en verdes pastos, tan extensos que no conocerán límites.

Y así lo hizo, y la hierba verde comenzó a crecer rápidamente avanzando a medida que el sueño del Hombre Pradera se hacía cada vez más y más profundo.

La esposa del Hombre Pradera, dijo entonces a sus hijos, mientras se acercaba al lecho seco del río:

—Yo seré la Mujer Agua. Caminaré sobre el barro polvoriento del cauce y éste se tornará otra vez caudaloso y lleno de peces…

Y así lo hizo y el agua creció en el río, escoltando el rastro de sus pasos. Fue una lengua de plata con su cortejo de peces que la seguía como la cola de un manto.

El hijo mayor dijo entonces, corriendo por la nueva pradera:

—Yo seré Joven Bisonte y trotaré por los espacios cubiertos llamando a mis hermanos bisontes, aquellos que aún puedan escucharme…

Y así lo hizo y pronto las praderas se llenaron de manadas de bisontes.

El hijo mediano dijo entonces, agitando los brazos como si volara:

—Yo seré Pájaro Volador y volaré por el cielo del Este, por el cielo del Oeste, por el cielo del Sur, por el cielo del Norte, llamando a mis hermanos pájaros, aquellos que aún puedan escucharme…

Y así lo hizo y pronto los cuatro cielos se llenaron de aves que volaban alegremente.

El hijo tercero dijo entonces, sin moverse un paso del lugar en donde estaba:

—Yo seré Árbol del Bosque y mis brazos alzados se convertirán en ramas que se llenarán de hojas y frutas y servirán de ejemplo a mis hermanos árboles, aquellos que aún puedan escucharme…

Y así lo hizo y pronto los montes de la Tierra se cubrieron de arboleda llena de fresca hojarasca susurrante y jugosas frutas.

La anciana, madre del Hombre Pradera, suegra de la Mujer Agua, abuela de Joven Bisonte, abuela de Pájaro Volador, abuela de Árbol del Bosque y abuela de Hermanita Pequeña, que por serlo, pequeña, nadie tomaba nunca en consideración, dijo entonces:

—Yo seré la Mujer Lluvia, y como soy muy vieja y he llorado mucho, vendrán ahora todas mis lágrimas y regarán la bendita Tierra desde el alba hasta el crepúsculo durante tres días y de esta manera no quedará ni el más pequeño rincón del mundo que no reciba la lluvia y todo volverá a ser como antes…

Y así lo hizo y pronto la Tierra floreció bajo la mirada sorprendida del Sol.

Entonces el Sol se compadeció de Hermanita Pequeña y, multiplicando el reflejo de su carita en las aguas del río, hizo llegar la llamada a los cuatro puntos cardinales.

Pero aún quedaba Hermanita Pequeña, esa que, por serlo, pequeña, nadie tomaba nunca en consideración.

Hermanita Pequeña se fue andando por la pradera comiendo la fruta de los árboles, saludando a los pájaros, y, montándose en un bisonte, se acercó al río en cuyas aguas miró su rostro reflejado y se sintió muy triste porque en el mundo entero, lleno de pastos verdes, de ríos llenos de peces, de bisontes, de pájaros, de árboles y de lluvias beneficiosas, sólo había una niña.

Entonces el Sol se compadeció de Hermanita Pequeña y, multiplicando el reflejo de su carita en las aguas del río, hizo llegar la llamada a los cuatro puntos cardinales y, pronto, surcando los mares, remando contra corriente de todos los ríos, aparecieron muchos niños, aquellos que aún podían escucharla, y entonces Hermanita Pequeña, hija del Hombre Pradera, hija de la Mujer Agua, hermana de Joven Bisonte, hermana de Pájaro Volador, hermana de Árbol del Bosque y nieta de la Mujer Lluvia, ya no volvió a estar sola jamás”.

¡Ah, me olvidaba!…

“El Sol se fue a dormir porque estaba agotado después de tantos días de vigilia, y la Luna le reemplazó en los cielos. Se hizo de noche por fin y todos descansaron felices”.

Estrella Cardona Gamio
Últimas entradas de Estrella Cardona Gamio (ver todo)

¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio