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Preludio de una prosa exiliada

sábado 26 de mayo de 2018
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Alonso de Ercilla y Zúñiga
Alonso de Ercilla y Zúñiga, por El Greco (1570)

Exilios y otros desarraigos. 22 años de LetraliaExilios y otros desarraigos. 22 años de Letralia
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2018 con motivo de arribar a sus 22 años.
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Salí de aquella tierra y reino ingrato que tanto afán y sangre me costaba. Soy aquel que vive de moiras y cantares, de sonrisas y manjares. Soy culto prohibido y noticia falsa. Oh tierra araucana, patria y consuelo pendencieros. Quien dice alma virtuosa, llora al perfecto destierro. Soy algarabía nocturna entre graznidos de infantiles vientres hambrientos de aire.

Mi vida se contempla entre trazos y requisas. Soy la tinta violeta que ilumina la fortuna, detrás de un final sosiego.

Es ingenua mi palabra que vive de nostalgia y se engrandece. Mis ideas son iconos, fotos instantáneas de falsas modestias. Soy historia ficcionada, soy poesía malhumorada, soy verso de la dama y de la criada, soy creación y sobras de quien por murmullos conquista a los hombres en tierras de Indias celebradas.

Dédalo inclina su laberinto para el minotauro equivocado. Yo soy la bestia que resiste a la verdad hablada en bien ajeno.

Despierto a dos mil millas de camino entre un cielo fúnebre de alter egos inocuos donde el interés es máscara de vidas no vividas.

 

Me dirijo al Callao de Lima con el son que roza el paraíso y el infierno. Ahora las letras se esconden entre burlas coquetas y austeras. Soy calvario entre espejos que sucumben entre humanos y colonias como un pobre diablo que buscaba ser libre. No deseo sus migas ni calores, sólo anhelo expresiones y colores sin matices ni bufones de una mentira con cojones.

Mis venas emanan sinsentidos y oraciones, aquel que escucha a este moribundo es Lope de Aguirre, espectador de lo terrible.

Zeus, creador creado, orgulloso y morboso, levanta tu copa de néctar que lo merezco. Soy ejército entre fronteras sin santo ni olifante, contemplo a la ocasión con sus finitos cabellos y huye de mí entre amenazas y asfódelos. Soy el instante agustiniano entre catarsis y rencores que nublan el espíritu de quien osa contemplarme.

Despierto a dos mil millas de camino entre un cielo fúnebre de alter egos inocuos donde el interés es máscara de vidas no vividas. Soy el que ve y no mira, el que oye y no escucha, salidas yo pretendo y mi victoria suele ser discordia.

Ya bien decía aquel gigante que mejor sería beber para no sentir sed y qué mejor bebida que el sudor que emana de mi cuerpo como manantial de finos humores. Un espejo tétrico me enfrenta y es lo real del absoluto, preso o libre, sonriente entre inclemencias, quien se atreve a proclamar que lo binario no es metáfora escondida entre inversos, eso diría un espíritu falso que pretende la magnificencia y que finalmente duerme para roer la ignorancia como rata que quiere escapar de aquella caverna.

Luego de allí por mar tomé la vía, a más larga carrera acostumbrado. Ya los ruidos no son festivos, quién discute la perfección en tierra de Judas donde la moneda en Bizancio es superior a la palabra del hombre. Mejor hablar de virtuosos, donde el asesino que encierra vistas en negras nubes es mejor diplomático y pastor idóneo. Ya lo nuestro es lo privado y lo público, analogías del pasado cuando la escasa y turbia luz nos encubría de espesas nubes lóbregas cerrado. Mejor prestar mi voz por sacos de oro que seguir estas lamentaciones, eso diría la emoción que toma de la ocasión un cabello de la razón.

Ya dicen los doctos con hambre que por herencia el hombre sobrevive, bien equivocada esta expresión que se inunda de platonismos y deja el cuerpo al poco pudor de las aves de rapiña.

Estimado lector, ya encontrándome en Panamá, pensará usted que malcriada podrá ser esta imagen que hoy se convierte en símbolo anhelante de mitos y menos costumbres, infinitas lecturas y universales que aprisionan al mismo ser entre ancianas embarazadas. Yo anuncio que mi letra nace y mis sentidos ya disfrutan de un implacable sepulcro. Guarda silencio musa insolente que esta es mi mano y mente abiertas.

Morfeo, recuerde mis palabras y traiga a mí el breve consuelo entre noctívagos pensamientos y sonoras pesadumbres. El mejor amigo de aquel que sólo espera la parca entre frescas lagunas, viendo cosas y casos peregrinos, diferentes y extrañas condiciones, animales terrestres y marinos, tierras jamás del cielo rociadas. Amante es usted de la fortuna a la que pido disolver el hielo de este vaso asqueado y girar hasta tocar la tibia penitencia del no nacido. A ti suplico inconmensurable para que arrebates los regalos de mi vitalidad por un poco de silencio petrificado en el tiempo, que arrastra lo no dicho entre líneas de palabras no visibles, entre cimas caídas y glorias enajenadas en mis recuerdos de aquellos avistamientos entre tormentas virgilianas.

Yo soy el exiliado, aquel que de mal sabor es preso de la vida en llamas que suscita la soledad en el infinito. Cuál será la diferencia que mi alma atenta quiere descifrar en un laxo suelo de cenizas ya fumadas por el fuego y tierras espantadas del mísero rojo agridulce que del Arauco emanaba. Oponiendo un cielo que dice ser la salvación para este cuerpo que ya sólo es uno y cero. Ensimismado catador del dolor, despierte oh dulce llaga que mi corazón trajina, entre pasos que ya no son míos, pasos que escapan del asco que les produce su pisador que pintando al salvaje olvido al bendito.

De ahora en adelante será de razón que llore y que no cante. Yo soy el exiliado Alonso de Ercilla y Zúñiga.

 

Ya el amanecer es sólo un reflejo y la noche no pasa de la hora, esculpido tiempo que en los peores trazos se delata, trazos que con mi pincel esperan fin que me detenga y no sucede, no consuela, no acobija. Hierve el aire entre murmullos iracundos y pestilentes. El vivir es rumor y la verdad es olvido. Cortinas embelesadas que ocultan este ser que ya no es del futuro ni presente. Siempre por camino despeñado mis vanas esperanzas he seguido, como diría aquel león: “Juego mi vida, cambio mi vida, la llevo perdida sin remedio”, ahora soy del azar y rueden los dados que cambió este son por rodelas e infortunios. Qué interés de valorar lo no estipulado, es una inútil tarea que deja rosas espinadas en vez de agradecida corona.

Que baile Don García, el asno vestido de corbata y discurso, que de este preludio es ajeno, no quiero prestar lo que para muchos es sólo fantasmas y disturbios. Ya mi amor es negro al igual que el perdón que partió con el mismo blanco que le acompañaba. Azul espiritual pasó de largo en mi ritual y qué bien que poco hace.

Ahora, golpeo puertas que no abren y ventanas que no cierran, soy condenado y ruin entre escaleras de pensamientos que disfrazan mi sosiego, palabras del norte en ocaso buscando contentos que se imparten en pobres raíces hispanoamericanas.

Apago esta penumbra que se negaba a ser oscuridad, ya no soy refrán de borracho ni elogio de príncipe. ¡Que viva Felipe II, dirá la infamia!

Soy destierro y dejo de serlo cuando la identidad reclama su lugar y no tengo guarida para ella.

Agradezco a este poco agraciado que de dolores se jacta para escribir estas penas creyendo que es confesor y deseo inmaculados. Es hora de sendero ciego y sordo. Descansa vago amigo que yo sigo en vitrina exhibido al mundo y vendido a migajas entre octavas reales. De ahora en adelante será de razón que llore y que no cante. Yo soy el exiliado Alonso de Ercilla y Zúñiga.

 

Referencias

  • Ercilla y Zúñiga, Alonso de (2001): La Araucana. Bogotá DC: Panamericana Editorial.
Sebastián Henao Ospina
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