
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2022 en su 26º aniversario
Una de las estrellas venía, con vibrante cántico, hacia mí.
Hermann Hesse
Hemos velado juntos
por no ver
luceros al mediodía
los puntos negros que planean
entre nubes
la oscura mariposa que socava
corazones y huesos
con fulgores
de lágrima y puñal.
Hemos restado días
al calendario del horror
que se disputa un palmo de tierra
ya salobre de sangre
y bien perdido.
Hemos y mucho
comprendido
que siempre habrá atajo de fieras
de pie
sobre el pecho exánime
del otro.
Ya los perros corren
calle arriba
abajo
comen sobras
no responden a silbidos
y se aturden
con olores desconocidos
donde suma
la sangre de sus amos
nunca antes derramada.
No habían alucinado
sido heridos
por el costado del desapego
pues todo signa
ausencia y desmesura
como si tanto y poco
fuera posible.
Quién decide la noche
de este tiempo insomne
ojos absortos
en la negrura del amanecer
mediodía y tarde
invariables en vértigo y tiniebla
los signos se trastocan
en este siglo que soñado
suponía el fin de las miserias
cómo entender
que estamos hechos
de carne contradicta y ritual vacuo
dónde el lugar
para no dolernos
tanto.
Blanca la novia
velo y mortaja
blanco el ramo
y la corona
blanca
la cuna vacía
nieve y ceniza
que sepultan sueños trizados por balas
invisibles ante la soberbia
de quien apuesta bajo el capricho de los dioses
su pan en la mesa
su manta en el lecho
por la ilusión del fasto la mísera gloria
y así mutilados
entre una y otra bocanada
ser olvido.
¿Alguien puede cerrar los ojos
ante el abismo
dar el paso
y salir ileso
libre de muerte?
sólo gárgolas truecan
la víscera por roca
el sueño
por sacudidas
de fortuitas victorias.
Ningún signo en sus frentes
los hará indemnes
a la escarcha del pecho
la aridez en la boca
o la sospecha del vacío que atenaza
a todo apostador
del signo de Marte
rojo
siempre rojo.
Que mañana habrá guerra, ¿es cierto,
y ya nunca jamás seré grande?
Robert Rozhdéstvenski
Mira bien el cielo
mira bien la tierra
toca la hoja
deja a la hormiga
recorrer tu brazo
el que lanza la pelota
y empuña victorioso las canicas
muerde la galleta, ensalívala
que su dulce corazón invada tu boca
por todos los besos nunca dados
cuenta los creyones
sácales punta
dibuja la casa árbol sol
y nube como siempre
la haces tuya y nadie
podrá discutirte su color
es tu amparo
tu castillo
pequeño rey de naipes
allí renaces
como un dios.
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