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Dos textos de Isabel Pavón Vergara

lunes 29 de mayo de 2023
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Dos textos de Isabel Pavón Vergara
Voy dejando sobre tu arena las mías, que caprichosamente son borradas, y en su lugar se depositan finas algas del color de tus ojos, de tus aguas que ahora me visten.

Urbana, antología digital por los 27 años de LetraliaUrbana. 27 años de Letralia
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2023 en su 27º aniversario
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Romanza de sirena y otros cantares
(A La Malagueta, en Málaga, España, desde la distancia)

¡Sea el viento de levante quien te entregue esta carta de amor, Malagueta, en el crepúsculo de la tarde!

Yo, desde la separación, te anhelo, y mientras suenan compases de mágicas melodías, miro al infinito perdido a través de los cristales de esta ventana. Contemplar el horizonte me hace imaginar que aquel campo de espigas eres tú, mar, trajeado hoy casualmente de color verde esmeralda. Cierro los ojos y permito que me abraces. Este momento de ensimismamiento se torna ensueño. Aprieto los párpados cerrándolos vigorosamente. Por ninguna razón los dejaré abrirse hasta no terminar con la fantasía del fluvial viaje que me entregará de nuevo a mis raíces malagueñas.

Y llego a ti, mar del sueño de mi ensimismamiento, y la melodía se modifica en notas musicales de esencias de Málaga. Y, como si de la primera vez se tratase, huelo tus aguas. Respiro y respiro hasta llenar por completo los pulmones de este aire intenso. Me baño en las templadas aguas para vestirme de salitre y perfumarme de tu aroma. Vuelvo a cerrar los ojos y rememoro mi primer refugio, el vientre de mi madre. Tan bien me siento que viene a la memoria aquella romanza de sirena que creía olvidada. Juego con tus olas blancas de espuma de nácar y, con las manos juntas, abarco toda el agua que puedo para entregarla a los pies de la Farola y ver cómo me las devuelve transformadas en canicas de cristal transparente.

Es Gibralfaro, quien se aproxima a mí con una nueva melodía de fantasía sensual. Se acerca despacio. Tengo tiempo de recrearme oyéndolo, sus andares entre las palmeras del Paseo del Parque son tan lentos. Una sola palabra insinuante dice a mi oído al pasar por mi vera: Ven, y obedeciendo la voz, voy tras sus huellas. A la vez, voy dejando sobre tu arena las mías, que caprichosamente son borradas, y en su lugar se depositan finas algas del color de tus ojos, de tus aguas que ahora me visten, de la imaginación despierta, de la esperanza que me empuja desde adentro y de las ondas mágicas del espacio. Dime que sí, compañera, marinera, dime que sí y huyamos para que jamás nadie nos encuentre.

(“Dime que sí / compañera / marinera / dime que sí”. Rafael Alberti)

 

Itálica
(Santiponce, Sevilla, España)

“A veces me enamoro de las ruinas,
de su aroma, su niebla, sus arcanos”.
Mario Benedetti

El pasado echa su ancla ante las murallas que te guardan, Itálica, brindándome tu abandono. Llego hasta aquí tras un largo viaje, atraída por un especial hechizo. Me hablaron de ti tantas cosas.

Tu abrazo cándido espera el encuentro. El tacto de mis dedos acaricia la piel de tus piedras como una enamorada, siento el vaho templado y húmedo que exhala su ungüento. Indago entre tus grietas y al cerrar mis párpados escucho: Itálica, Itálica…, como un tierno murmullo ancestral, melancólico y sordo que me llama hacia dentro. Me acerco aún más y busco, en vano, entre las hendiduras antiguas de un tiempo lejano y olvidado, a una doncella.

La invento.

Viste bajo sus hombros descubiertos, seda blanca, y adorna sus sienes con diez preciados dones de los dioses. En su boca luce la sonrisa abierta, y en sus ojos las verdes algas del estanque. Su cabello se alza en garabato. Una sílice azul ata su cuello desnudo, como atado está su amor también, desde hace tiempo.

Itálica, Itálica…, oigo de nuevo a mi espalda. Tu memoria me llama. Busco la voz y descubro a un ave sin vuelo que forma un bello mosaico en la engañosa tierra. Visualizo su sombra emigrando sola hacia otra constelación, más libre, más divina.

Intento volver de nuevo ante la presencia de la joven inventada y hallo el latir de su ausencia. Si pudiera saber adónde se ha ido, dónde está su alegría… ¡Vuelve!

Paseo tus anchas avenidas, Itálica, vieja ciudad honorífica romana. Camino sobre huellas que ocultan otras huellas. Sobre ti consumaron crímenes que se hallan velados bajo los campos de cultivo. El ser humano cuando yerra, evita su castigo ahogándolo con sudor bajo la tierra indefensa que ha sido testigo mudo de tanta fiereza.

Muchos buitres despojaron el tesoro confinado en tus entrañas. Buitres carroñeros. Buitres a sueldo esparcieron tu grandeza por España entera.

Languidece el horizonte al contemplar tu historia amordazada. Imagino el lujoso mundo, hoy suburbano, de Escipión o de Adriano. Bebo de tu agua, refresco mi rostro en un poema para hacer más nítida tu imagen longeva. ¿No entiendes, Itálica, no ves claro que Santiponce te entierra? ¡Resurge!, aún quedan mariposas y tréboles amarillos entre tus cenizas.

¡Cuántos peristilos sin flor!, ¡cuántos días ya sin sol!, ¡cuántas noches sin luna!, ¡cuánta lluvia seca!, ¡cuánta tristeza sufrida a corazón abierto!

Descanso un instante ante la visión de las huérfanas termas del Collegium de la Exedra.

Observo los juegos que revelan las losas y que adornan tus aceras de nostalgias. ¡Itálica! Me estremece tu nombre. ¡Bella Itálica! Grandeza perdida de un tiempo donde no he de hallarte.

¿Dónde están las fieras y los valientes gladiadores? ¡No hay nadie aquí! ¡La fosa bestiaria está desierta!

Itálica desnuda. Descubiertas al aire son tus vergüenzas entre las ruinas. ¡No eras esta que hoy vislumbro!

Pobre Itálica.

Y pobre mi imperdonable pobreza de no saber dar con lo que fuiste.

Isabel Pavón Vergara
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