“Luz del alma, luz divina, faro, antorcha, estrella, sol…
Un hombre a tientas camina; lleva a la espalda un faro”.
Antonio Machado
En la antigüedad el faro servía para indicar la vía al navegante, todos eran reportados en los mapas náuticos, pero ahora los barcos están dotados de instrumentos electrónicos como el GPS, ¡navegan a ciegas!
“La Lanterna es el faro que ilumina la noche del hombre. En la oscuridad del naufragio hemos entrevisto la luz del faro, como sable que desgarra la noche. El faro es esperanza, es fuerza renovada para quien va por mar. El faro escruta el horizonte por quien se queda en casa: es la ausencia del hombre. Es el sentimiento obstinado de mujeres inmóviles bajo el viento de Scirocco. Es aguardar y esperanza. Palabras no pronunciadas que inducen al regreso. La Lanterna es el faro, silenciosa comunicación entre tierra y mar”. Así se lee, en italiano e inglés, en uno de los paneles ilustrativos que adornan el paseo que conduce a la Lanterna, el símbolo de la ciudad de Génova. Y yo, después de haber visitado la Lanterna, he querido encontrame con Annamaria Mariotti, una mujer de Camogli, una localidad del litoral ligur que queda a veinticinco kilómetros de Génova. Camogli es un pueblo de más de 5 mil habitantes conocido históricamente por sus propias empresas navales, tan impresionantes que le valieron el nombre de “pueblo de Los mil blancos veleros”. En este pueblo nació una experta de faros que es conocida internacionalmente. Se llama Annamaria Mariotti, pero todos la conocen como Lilla. Después de trabajar como mánager en una multinacional del acero, se convirtió en una divulgadora de tradiciones marineras locales de fama internacional; en Internet tiene dos portales web, uno sobre Camogli, MareBluCamogli, y el otro sobre los faros, Il Mondo Dei Fari, ambos son seguidos por más de 3.500 personas. En su haber tiene múltiples publicaciones que son conocidas tanto en Italia como en el extranjero. También es miembro de la US Lighthouse Society de Estados Unidos, país al que considera su segunda base. En 2005 Lilla publica su primer libro sobre los faros, texto que ha sido traducido a seis idiomas, y que aún hoy se sigue editando; inclusive fue publicado en Checoslovaquia, país sin mar y sin faros. Por todo esto, después de visitar la Lanterna de Génova he querido conversar con ella sobre faros, historias de pesca local como la almadraba de Camogli o de Tristán de Acuña, el asentamiento humano más lejano de la tierra, isla con la cual este pueblo ligur tiene nexos de sangre, todos temas sobre los cuales esta divulgadora cultural es experta.
Lo primero que me precisa Lilla al abrirme la puerta de su apartamento es que ella nació en Camogli, pero que sus padres eran de Toscana, que muy jóvenes ellos se transfirieron a esta localidad. Su apartamento está lleno de libros, premios, caracolas y campanas de viento, es un lugar donde se tiene la sensación de estar dentro de un faro.
—¿Los faros italianos son todos tan viejos como la Lanterna de Génova, que fue construida en 1128, remodelada en 1543 y es el segundo faro funcional más viejo del mundo, después de la Torre de Hércules de A Coruña en España? —le pregunté.
—No, porque casi todos se construyeron después de la unificación del país en 1861, y por cierto todos son de diferentes formas. La particularidad de la Lanterna de Génova es que desde 1543, cuando la remodelaron, es siempre la misma. Un faro italiano también muy antiguo es el del puerto de Livorno —prosigue Lilla Mariotti—; fue construido en 1303 cuando Italia era un lugar de reinos, ducados, señorías o baronías; en aquella época quien tenía un puerto construía uno, el faro de Livorno fue ordenado por Cosimo I de Médici, pues en 1300 Livorno era el puerto de Florencia. Por su forma de estilo medieval es para mí el faro más bello del mundo, pero en 1944 fue minado por los alemanes y destruido totalmente. Fue muy lamentable ese hecho porque era un típico faro medieval, su destrucción fue un daño irreparable, aunque en los años 50 se haya reconstruido utilizando sus mismos escombros, porque hasta las piedras que faltaban las fueron a buscar en la mismo cantera de donde extrajeron los materiales en 1300. Hoy, a pesar de su belleza externa, es un poco discordante, porque no me gusta el uso excesivo de cemento que tiene por dentro, siendo una torre medieval, el tener tanto concreto por dentro produce en el observador una sensación bastante contradictoria. Otros faros italianos bastante antiguos son el faro de Mesina en San Ranieri, que se apoya sobre un fortín de 1500, y el faro de Rimini, perteneciente al siglo XVIII.
—¡Es miembro de la US Lighthouse Society de Estados Unidos, un país que considera su segunda casa!
—Sí, desde hace treinta y cinco años voy y vengo de los Estados Unidos, me introduje muy bien porque tengo familiares y cuando estoy allí siempre me invitan a dar conferencias en universidades como las de Princeton o Carolina del Sur, entre otras.
—¿Cuáles son los faros que más conoce?
—Todos los de la costa este de los Estados Unidos desde Canadá hasta la punta extrema de Florida, y en Italia soy la “tour leader” de los faros, parto desde la Lanterna de Génova a recorrer los principales, algunos, no todos —precisa—, los más importantes que tenemos distribuidos en ocho mil kilómetros cuadrados de costa. En Italia todos los faros son propiedad del Estado y están bajo la gestión de la Marina militar —añade.
—¿Todavía existen guardafaros?
—Hubo un tiempo en el que en el faro vivía toda la familia del guardafaros; por eso la estructura de algunos tenía unos apartamentos más la torre. Pero esa figura en todo el mundo está desapareciendo, en Italia no quedan sino aproximadamente cien, porque la mayoría fueron automatizados, otros fueron apagados por deterioro o también debido a la evolución en la navegación. En la antigüedad el faro servía para indicar la vía al navegante, todos eran reportados en los mapas náuticos, pero ahora los barcos están dotados de instrumentos electrónicos como el GPS, ¡navegan a ciegas!, por eso es que vemos que muchos naufragan a menudo, porque además los instrumentos se dañan, no son tan precisos como los faros que aún hoy, no obstante el uso de la tecnología, siguen siendo útiles porque ofrecen una indicación exacta de localización en el mar.
El alma de un faro es la lente de Fresnel, un sistema que se basa en la refracción de la luz y tiene unas lentes de una belleza única, auténticas obras de arte.
—Faros ingleses, franceses, italianos, diferentes formas y edades, hábleme de los principales faros europeos y sus diferencias.
—Los faros del Mediterráneo se diferencian mucho de los ingleses; el faro inglés casi siempre está construido sobre las rocas del mar porque en el Atlántico hay muchas rocas como es el caso del Canal de la Mancha, aunque también se encuentran en tierra firme; los que están construidos sobre las rocas del mar son impresionantes. Son torres altísimas, hechas en el siglo XIX, y no obstante las tempestades que afrontan aún están en pie porque fueron fabricadas con el objetivo de que no se destruyeran nunca. Las hicieron auténticas dinastías de constructores de faros como los Halpin de Irlanda, los Douglas de Inglaterra y los Stevenson de Escocia. Estas dinastías de constructores de faros del Reino Unido estudiaron el sistema para hacer las paredes de piedra cortada en forma de “cola de golondrina”; así, los bloques de piedra encajaron perfectamente unos entre otros formando una torre que es un cuerpo único. Un faro de esta tipología, por cierto muy hermoso, es el de Bell Rock, en Escocia. En Francia —continúa Lilla— los faros los hicieron de cemento o ladrillo y con sistemas bastante particulares, como por ejemplo el faro de Cordouan en la desembocadura del Garona en el golfo de Gascuña (Burdeos), el más antiguo de ese país, fue construido en 1611 como un monumento de 37 metros de altura y decorado con estatuas, pero con el tiempo fue transformado y sin duda es el faro más importante de Francia. Mientras el faro europeo más viejo es el de A Coruña, fue construido por los romanos alrededor del año 100 d.C., durante la invasión romana a la península ibérica; ha sido remodelado durante el pasar de los siglos y existe aún hoy conservando su base de época romana, y en 2009 fue decretado patrimonio de la humanidad por la Unesco.
—¿Un faro tiene alma?
—Sí, el alma de un faro es la lente de Fresnel, un sistema que se basa en la refracción de la luz y tiene unas lentes de una belleza única, auténticas obras de arte. Son, casi siempre, de forma oval, y girando en 360º grados reciben los rayos de luz en sus extremos, desde donde son impulsados hacia el centro, punto del cual emiten los haces con intervalos y colores diferentes, que son los que sirven de guía a los barcos. Es un sistema que fue inventado en 1822 por el ingeniero francés Augustin-Jean Fresnel (1788-1827) y colocado por primera vez en el faro de Cordouan; las lentes de Fresnel se usan aún hoy, inclusive en los teatros.
También —agrega— observar la escalera en forma de caracol de un faro desde abajo, es una visión increíble; puede ser de madera, hierro o cemento y es magnífico ver ese laberinto que se eleva, como un vórtice mágico, al infinito por más de doscientos escalones que son los que permiten llegar a la cima donde se localiza el último piso del faro en el cual, a través de otra escalera más pequeña, se entra a la linterna, que es un espacio circular con una terraza externa; allí es donde se encuentran las lentes de Fresnel, localizadas en una habitación con unos enormes ventanales de vidrio que el guardafaros tiene que mantener limpios.
—¿Y qué me dice del faro de Camogli?
—¡Ay!, habían decidido abatirlo para desplazarlo más adelante porque alargarán el muelle, pero un faro no se puede desplazar, la Marina Militar intervino y bloqueó el proyecto del desplazamiento.
—Ha creado una organización sin fines de lucro que se llama El Mundo del Faro.
—Sí, el 31 de agosto de 2015 fundamos la asociación nacional El Mundo del Faro, que reunirá a todos los apasionados de los faros, una asociación de la cual soy presidenta.
—¿En 2007 estuvo en Caracas?
—Sí, porque dicté dos conferencias en el Centro Rómulo Gallegos, el 25 y 26 de octubre de ese año, fui invitada a hablar sobre las almadrabas de Camogli y Carloforte en el marco de las iniciativas internacionales de la VII Semana de la Lengua Italiana en el Mundo, edición que se llamaba “La lengua italiana y el mar”. También por la misma fecha estuve en Brasil en la Universidad de Río de Janeiro.
—¿Cómo nace su interés en convertirse en divulgadora de tradiciones marineras?
—Nace en 2001 —dice Lilla—, cuando me invitan al pueblo de Stintino, en Cerdeña, a hablar de la almadraba (pesca del atún) de Camogli, luego en 2003 publiqué un libro fotográfico sobre las almadrabas que hablan la lengua genovesa que son dos: esta de Camogli, en Liguria, y la de Carloforte,1 en Cerdeña.
Es muy interesante la historia de la almadraba (tonnara en italiano) de Camogli —explica—. La pesca del atún nace en el siglo XVII y no obstante las travesías aún subsiste. Un tiempo la migración de los atunes pasaba por el golfo Paradiso, pero la última vez que se les vio pasar por aquí fue en 1933, por lo que tres años después, en 1936, el alcalde de aquella época, Giuseppe Bozzo, promovió la “Tonnarella”, una almadraba que captura otros tipos de pescado; desde ese año pasó a funcionar gracias a la cooperativa de pescadores de Camogli. Esta almadraba tuvo un rais legendario, un pescador llamado Lorenzo Gelosi que falleció en 2006, yo tardé dos años en hacerme aceptar por él, que era el conocedor de todos los secretos de esta almadraba, de la construcción e instalación de la trampa y sus redes, las más antigua y tradicional de todo el mar Tirreno. Rais es el término con el cual se llama en la almadraba a quien da la orden de alzar la cámara de la muerte, es una palabra que viene de la almadraba siciliana —puntualiza Lilla.
En Camogli, todos los años, en la primera semana de abril, se colocan las trampas con las redes en el fondo del mar y se retiran la primera semana de septiembre; las redes están hechas con fibra de coco tejidas a mano aquí durante el invierno. En la almadraba de Camogli no se hace la matanza, el pescado hace un trayecto de este a oeste, da la vuela por el golfo de Portofino y entra en las trampas que están compuestas por dos habitaciones, una donde se recoge el pescado y la otra, “la cámara de la muerte” que se alza varias veces al día, para recoger el pescado y limpiarla de los animales que no son comestibles. Pero la verdadera almadraba italiana porque pesca atunes, y que aún sobrevive porque trabaja con los japoneses, es la de Cerdeña, aunque allí ya tampoco se hace la matanza ya que los japoneses quieren el pescado entero; en Stintino se coloca la trampa de redes durante el período del paso del atún, del 1 de mayo al 15 de junio, y la dejan en el fondo del mar por 45 días, esta almadraba es una trampa de redes con varias habitaciones y ahora se hace con la ayuda de submarinos.
Aprendí a nadar en el vientre de mi madre, que era una excelente nadadora.
—Existen varias leyendas que explican el significado del nombre “Camogli” —le digo.
—Sí, dos de ellas nacen de términos del dialecto local, como “mugge”, que significa mujeres, por lo cual Camogli significaría “Casa de mujeres”, o también del término “moggi”, que significa “amontonadas o adosadas”; entonces Camogli significaría “Casas adosadas”, pero hay otra explicación que hace derivar el nombre del dios etrusco Camulio, porque por aquí cerca se encontraron repertos de la edad del Hierro.
—¿Es cierto que primero aprendió a nadar y luego a caminar?
—Aprendí a nadar en el vientre de mi madre, que era una excelente nadadora; cuando tenía tres años el mar me cargó dos veces, pero no sentí miedo porque el mar te hace flotar.
—¿Usted perteneció a uno de los dos primeros equipos femeninos de polo acuático de Italia?
—Sí, pero por motivos de estudio tuve que renunciar al deporte, el equipo en el que jugué fue fundado por el entrenador húngaro Erdely con el cual mantuve contacto hasta su muerte.
—Camogli es un pueblo que estrechó lazos con tierras lejanas: Crimea, Argelia, Uruguay, Estados Unidos, la isla Tristán de Acuña, ¡sobre esta última también usted ha escrito un libro!
—En Tristán de Acuña queda el asentamiento humano más remoto de la Tierra, allí viven alrededor de trescientas personas con siete apellidos que desde 1800 se repiten: Glass, Swain, Green, Rogers, Hagan, Repetto y Lavarello, estos dos últimos son apellidos originarios de Camogli.
—Cómo llegan estos dos apellidos de Camogli al asentamiento humano más aislado del mundo?
—En 1892 naufraga el bergantín Italia, que transportaba carbón de Escocia a Suráfrica, pero el capitán de aquel barco, Rolando Perasso, constata que el mapa náutico le señala muy cerca una isla, entonces pocos momentos antes de que el barco explotara logra arenarlo, una maniobra que le permitió salvar a toda la tripulación. Todos aquellos náufragos tiempo después regresan a Italia, a excepción de tres de ellos que deciden quedarse en la isla de Tristán: Gaetano Marcianesi, de Ancona (que se regresará a Italia años más tarde), Andrea Repetto y Gaetano Lavarello, de Camogli, que, en cambio, se quedarán allí para siempre.
Entre los náufragos que regresan a Italia se encontraba uno llamado Agostino Lavarello, también de Camogli, quien durante su estadía en Tristán, en espera del barco que lo llevara de vuelta a su tierra natal, se enamora de una muchacha de la isla; es Agostino quien en los años 30, ya jubilado, recuerda aquella historia de amor, evoca a la novia en un relato donde la describe incluso con los cabellos largos, pero en realidad aquella muchacha, bastante jovencita, muere de amor por él. Es a partir de ese relato que aquí se empieza a difundir la historia de estos dos náufragos de Camogli: Andrea Repetto y Gaetano Lavarello, que vivirán por siempre en la isla de Tristán y nunca más regresarán a Europa. Pero de estos dos camoglieses sólo Gaetano Lavarello vivirá hasta la vejez, porque Andrea Repetto fallece a los 44 años por un ataque de asma, la enfermedad endémica de la isla, dejando cuatro hijos huérfanos.
De vez en cuando la gente de Tristán viene de visita a Camogli —añade—, e inclusive el hospital de la isla se llama Camogli por este pueblo que contribuyó a su edificación. Tristán de Acuña forma parte de un archipiélago que está casi a tres mil millas de distancia de la tierra, son 98 kilómetros cuadrados y su montaña más alta tiene 2.062 metros de altura.
—¿Por qué quiso escribir un libro sobre Tristán de Acuña?
—Quise escribir una historia sobre esta isla casi inaccesible porque había algunas cosas que quería demostrar, como por ejemplo que las primeras mujeres de Tristán eran africanas, eso casi nadie lo dice. Esta isla británica lleva el nombre de un almirante portugués, el navegante Tristán de Acuña, que fue embajador pontificio bajo el papado de León X y su hijo Virrey de las Indias. De Acuña, en 1506, guiando una expedición junto con el navegante portugués Alfonso de Albuquerque, fue empujado por las olas del mar hacia la isla; este hecho hace que atraque, la visite y la señale en el mapa bautizándola con su nombre. Tuvieron que pasar doscientos años para que en el siglo XVIII todas las potencias europeas se la disputaran, aunque los únicos que desembarcaron en aquel período fueron los holandeses que allí dejaron una placa como recuerdo.
Todo el mundo renunciaba a vivir en Tristán porque no tiene puerto natural y es muy difícil desembarcar. Finalmente, cuando Napoleón Bonaparte fue encarcelado en la isla de Santa Elena, los ingleses mandaron a Tristán un batallón militar comandando por un caporal de apellido Glass; iban con el objetivo de montar vigilancia dado que temían que Napoleón Bonaparte pudiera escapar de Santa Elena, que queda a 1.500 millas al norte de Tristán de Acuña. Cuando muere Napoleón, finalmente Inglaterra pide al batallón que se regrese a Europa, pero el caporal Glass no quiso devolverse, sino que escribe una carta pidiendo que le manden instrumentos agrícolas y una mujer con el primer barco ballenero que pase por allí, él se queda a vivir en la isla. Las autoridades ingleses cumplen la petición, le envían los instrumentos agrícolas y una muchachita africana de trece años con quien Glass, un escocés de ojos azules, tiene dieciséis hijos, así nacieron los primeros mulatos de Tristán de Acuña —cuenta Lilla Mariotti.
Poco a poco la isla se fue poblando de marineros que naufragaban, o desertores, y en un determinado momento hubo una colonia donde la mayoría eran hombres, entonces para resolver el problema de la soledad toman la decisión de importar algunas mujeres de la isla de Santa Elena. Se ponen de acuerdo con el comandante de un barco ballenero para que les lleve el encargo; así llegan a la isla cinco mujeres africanas, una de ellas ya tenía dos hijos; se les importó no como esclavas sino como camareras. Sólo entonces algunos hombres de Tristán logran tener sus familias y dar vida a nuevas generaciones; se dice que esas mujeres fueron pagadas a un saco de papas cada una —prosigue Lilla—: el caporal Glass también escribió una Constitución; fue casi como la realización de Utopía, el libro que Tomas Moro escribió en el tiempo del rey Enrique VIII, pues en Tristán de Acuña todos vivían en comunidad y concordia, como ocurre también hoy, se parecen un poco a la historia de los amish en Estados Unidos.
La isla Tristán de Acuña —prosigue Lilla Mariotti— tiene historias muy curiosas, como la de Jonathan Lambert, un pirata estadounidense que en compañía de Tomaso Corri, un livornés, y de Andrew Millet, llegó a la isla en 1810 y se declaró su emperador, pero poco más tarde Corri fue encarcelado por la muerte de sus dos compañeros, Lambert y Millet. También uno de los primeros pastores protestantes de Tristán fue Edwin H. Dodgson, el hermano menor de Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas. Inclusive esta isla es un lugar que ha servido de inspiración a escritores famosos como Edgar Allan Poe, que habla de ella en Las aventuras de Arthur Gordon Pym (1838), o Julio Verne, que también la cita en La esfinge de hielo (1897). Ambos escritores escriben sobre Tristán de Acuña en tiempos completamente diferentes.
Está por salir otro libro que escribí sobre la historia del naufragio del Essex, considerado el peor desastre marítimo del siglo XIX, la historia que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick.
Sabe —dice Lilla Mariotti—, casi nadie cuenta que la población de Tristán nace de unas mujeres africanas de Santa Elena. En 1961 el pico Reina María erupciona y los pobladores de Tristán son evacuados, se les lleva a Suráfrica, donde por el apartheid no se les permite entrar; por este motivo son enviados a Londres, donde viven cierto tiempo sin adaptarse. Después de algunos años una expedición regresa para verificar las condiciones de la isla y el exilio concluye cuando los habitantes de Tristán vuelven a ocupar sus casas en Edimburgo de los Siete Mares, como se llama esta localidad de ultramar británica. En Tristán se vive de actividades agrícolas o artesanales como el hilado de lana y la pesca de langostas. Es una isla rica, sin faro y sin puerto, sólo un semáforo indica su localización a los barcos que pasan y ya pocas de sus casas hoy conservan su característico techo de lino de Nueva Zelanda.
—Recibe constantemente premios por su carrera, por los libros que escribe, por las historias de mar que cuenta, por recuperar historias de piratas como la de Barbanegra, uno de los famosos piratas del Caribe.
—Decían que Barbanegra era una leyenda y no, no es cierto, Barbanegra nació en Bristol, Inglaterra. En el Museo Marítimo de Beaufort, en Carolina del Norte, Estados Unidos, se exponen todos los repertos que recuperaron de su velero, yo entrevisté a los buzos que se encargaron de recuperar los restos de esa embarcación y visité la isla donde Barbanegra combatió su última batalla, también compré un libro de 1724 donde se habla de los piratas del Caribe. ¿Sabía que también existieron mujeres piratas?
—A propósito, también escribió un libro sobre las mujeres del puerto de Bedford que decidieron acompañar a sus maridos a cazar ballenas.
—Es cierto, a mí se me ocurrió hacer ese libro cuando en realidad lo que deseaba era escribir sobre las bisabuelas de Camogli que se embarcaron con sus maridos en la época en la cual Camogli fue el puerto de los mil blancos veleros, mas como no pude conseguir información, pues nadie quiso hurgar en los baúles de sus buhardillas para procurarme diarios o fotografías, decidí investigar sobre las mujeres de los cazaballenas del Connecticut y en efecto pude reconstruir la historia de Mary-Ann Sherman, que se embarcó con el marido Edgard en la ballenera Harrison; para la época fue un escándalo tal que la familia la declaró difunta —y la señora de los faros, como bien puede definírsele, concluye diciéndome—: Ahora está por salir otro libro que escribí sobre la historia del naufragio del Essex, considerado el peor desastre marítimo del siglo XIX, la historia que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick; para recopilar información me puse en contacto con la Nantuckect Historical Association de Massachusetts y la Universidad de Harvard que conserva las memorias originales de uno de los sobrevivientes de ese desastre que ocurrió en noviembre de 1820.
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Notas
- Sobre la historia de por qué se habla la lengua genovesa en la isla de Cerdeña les recomiendo la lectura en línea de este documento: “Carloforte: alma ligur en Cerdeña”.