
La escritora y periodista boliviana Amalia Decker M. no dudó cuando sus convicciones le hicieron ver que era preciso asumir una posición ante la realidad sociopolítica de su país. Militó en la guerrilla y posteriormente fue diputada durante el gobierno de Hernán Siles Suazo. Ahora, con la distancia que dan los años, ha reunido varias de esas vivencias en La valija, su primera incursión en el cuento.
La valija, libro del que nos habla hoy, es una valija llena de personajes y recuerdos convertidos en relatos. Un libro que, además de saciar el placer de escribir que la autora boliviana tanto valora, responde a la necesidad, a la “responsabilidad histórica”, como ella misma la califica, de dejar por escrito el recuento de aquellos años convulsos.
Natural de Cochabamba, Amalia Decker M. trabajó en periodismo tanto en su país como en México. Escribió para medios impresos y televisivos y mantuvo columnas en matutinos locales y nacionales del periódico La Opinión (Los Ángeles, Estados Unidos). Aunque La valija es su primer libro de cuentos, ya tiene varias novelas publicadas: Carmela, Tardes de lluvia y chocolate, Yo la reina de sus sueños y Mamá, cuéntame otra vez. Además ha participado de varias antologías de mujeres escritoras.
Lee también en Letralia: reseña de La valija, de Amalia Decker M., por Alberto Hernández.
La valija: orígenes de un libro de cuentos
Eres periodista de profesión y La valija mezcla ficción y memoria. ¿Cómo le diste forma a este libro?
Hace ya un tiempo que me he volcado de pleno a la literatura pero, como tú dices, vengo del periodismo y no cabe duda de que fue mi mejor escuela para cruzar a la orilla literaria. No sólo he ejercitado la escritura sino que he aprendido a aguzar el oído, el olfato y los ojos para percibir mejor el mundo, tan importante para hacer ficción. Y, sin embargo, quien me sedujo para entrar al cuento fue Homero Carvalho. Me invitó a ser parte de una antología sobre el narcotráfico. Ese fue el primer empujón y luego obra del milagro y el artificio.
Has dicho que La valija es cuatro libros en uno, ¿puedes hablarnos de esta estructura?
Después del primer cuento para la antología que dirigió Homero, un día me vi sumergida en uno nuevo. Descubrí que el polvo y el tiempo no habían sepultado algunos recuerdos. Volvieron inopinadamente en forma de pesadillas y por eso empecé a escribir “Pasados por el tamiz del tiempo”, sin saber que sería parte de la valija. Más bien fue un ejercicio catártico. Luego me dejé llevar de manera desordenada, escribiendo lo que el cuerpo me pedía. Cuando hice una revisión de ellos sentí que no tenían un hilo conductor y que quizá debía trabajarlos como libros individuales. Pero gracias a una costumbre que tengo de compartir mi trabajo para una primera aproximación con el lector, pude escuchar ideas que me ayudaron a concretar este libro de cuentos.

El nombre fue otro dilema. Había pensado en llamarlo “Las cuatro estaciones”, pero me debatí al no saber qué estación le otorgaría a cada uno de los libros, hasta que mi hermano me sugirió La valija, y de inmediato supe que era el nombre adecuado. Cómo verás, fueron mis primeros lectores, cercanos y entrañables, quienes me ayudaron a que la estructura se armara sola y sin mucho esfuerzo.
Empero, cuando volví a leer La valija, en el momento que empezaba a desprenderse de mí, me di cuenta de que mi propia memoria me había envuelto bajo un manto de recuerdos y creaciones que no requieren de un orden sino de un dejarse llevar por la vida, por lo vivido y por los deseos no cumplidos. Esta reflexión es la que me ha permitido entender lo que señala Alberto Hernández en la reseña, atisbos de una o varias novelas. Ya veremos lo que el destino le depara a los libros guardados en la valija.
Guerrilleras, hermanas, madres, amigas y compañeras protagonizan las historias que componen La valija. ¿Cuánto de ti hay en estos cuentos?
Hay quienes sostienen que las buenas obras literarias son sólo fruto de la imaginación. A mí me gusta sentirme conectada a través del espejo de otras vidas, de los sueños, de las frustraciones e incluso de sus rebeliones. Soy una fisgona atenta a lo que pasa en mi entorno. Me gusta escuchar historias ajenas y robármelas. Y claro que también está mi propia vida, mi experiencia. Como dice Borges, uso muchos disfraces para esconderme. Y creo que de eso se trata, que la novela o el cuento sea una historia verosímil y que el lector se sienta en medio de ella como un protagonista más, o al menos como el espectador de una película que no le es ajena.
En el breve texto introductorio del libro comentas cómo el origen de estos relatos está en “la valija de la memoria”. ¿Puedes hablarnos de cómo fue, para ti, traducir esa memoria a un lenguaje literario?
No me cuesta soñar si tengo un punto de partida: la memoria. Quizá busqué de manera inconsciente un espacio de mayor libertad que me permitiera unir la realidad con la ficción; ambas tienen la misma materia prima, LA PALABRA, aunque el lenguaje es diferente. Seguramente, sin darme cuenta, sobre todo en mi primera novela, es que al intentar disfrazar la realidad he ido adquiriendo ese lenguaje al que haces referencia. Pero, definitivamente, es la lectura la que ha ido forjando en mí el espíritu literario.
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Amalia Decker M. y la lectura como hedonismo
Ya habías publicado antes varias novelas; La valija es tu primer libro de cuentos. ¿En qué género te sientes más a gusto? ¿La narrativa de largo aliento o la cuentística?
A ver, vengo de estrenarme en un nuevo género, el cuento. Y aunque no tengo una gran experiencia en ello, debo decir que fue un acto gozoso. En realidad me gusta escribir. Y sin embargo son tan diferentes: el cuento es una historia corta, de pocos hechos, pocos personajes; es un trozo de vida. En cambio la novela es un gran viaje donde se entrelazan muchos personajes. Escribir una novela es un universo lleno de detalles y vericuetos. Es vivir una vida paralela en silencio y entre cuatro paredes. Creo que Cortázar decía que la novela es como una película y el cuento como una fotografía. Me parece una buena y gráfica definición. Es verdad que me siento más cómoda en la novela por experiencia, pero no me desagradó para nada mi breve paso por ese nuevo género, de hecho creo que algunos de los libros internos volarán solos, desprendiéndose de La valija.
“Estábamos más comprometidos con la muerte que con los propios ideales”, dice uno de tus personajes. Estos relatos retratan tiempos convulsos que ya sirvieron de inspiración a toda una pléyade de autores desde Julio Cortázar hasta Adriano González León. ¿Qué otros registros dejó esa época en la literatura boliviana?
Yo creo que la insurgencia revolucionaria promovida por la Cuba de Fidel y el Che generó un enamoramiento de los jóvenes de aquellos tiempos. Sólo había dos alternativas: ser ajeno, indiferente a la vida del país, o hacer “la revolución” teniendo como faro a Cuba, esa vereda tropical que había desafiado al poder del imperio a escasas millas de él. Pero qué duda cabe, también trajo consigo mucho dolor, decepción y muerte de seres humanos equivocados y, sin embargo, entrañables.
Pienso que la literatura boliviana todavía no se ha expresado lo suficiente. Han sido publicados algunos trabajos a propósito de los cincuenta años de esa insurgencia y creo que empezarán a llenarse nuevas páginas de libros que hablarán de esa época a manera de un recuento histórico. Y, me imagino que vendrán en ambas direcciones; de gente que, a pesar de todo y del resultado catastrófico, cree que fue un hecho heroico y necesario para despertar la conciencia revolucionaria. Yo, por mi parte, con mucho dolor y después de un largo silencio, he asumido que no es posible tapar el sol con un dedo. Pero además pienso que es una responsabilidad histórica contarles a las nuevas generaciones lo que pasó en aquellos tiempos. Es una obligación moral.
Fuiste parte activa de movimientos guerrilleros en un momento particularmente difícil para América Latina. ¿Cómo se ha desarrollado, a tu juicio, la historia de nuestro continente desde entonces?
Creo que después de los fracasos guerrilleros en América Latina, y en particular en Bolivia, vivimos un interregno para construir la democracia luego de cruentos golpes de Estado; la cara más fea de nuestra historia. Lamentablemente, y para ser breve, a pesar de los avances que sé que se consiguieron en democracia, quedaron muchas demandas incumplidas y ellas fueron madurando como la levadura, lo que fue muy bien aprovechado por los nuevos gobernantes que bajo el rótulo de socialismo del siglo XXI han invadido nuestros países con una política populista que está haciendo mucho daño. Yo he dejado la política hace mucho tiempo, precisamente cuando me quedé sin pilares, sin utopías, o al descubrir que las mías eran de barro. Y la verdad es que prefiero no hablar mucho de ella.
Periodista con una dilatada trayectoria y narradora con varias novelas publicadas. ¿Qué libros han marcado tu afición lectora?
No tengo ninguna duda, los libros que han forjado en mí la afición lectora han sido los que leí de niña. Y mi padre que guio mis pasos a su biblioteca con cuentos que inventaba para mí. Allí descubrí a mis primeros libros favoritos: Heidi de Johanna Spyri, por supuesto Verne, Robert Louis Stevenson y La isla del tesoro o El viejo y el mar de Ernest Hemingway. Más tarde Alejo Carpentier, el boom latinoamericano, Fuentes, por supuesto Vargas Llosa, Gabo. A partir de ahí fui descubriendo a los clásicos y no clásicos como Larsson, Almudena Grandes, Javier Marías, Cabrera Infante, Leonardo Padura. Me considero una lectora desordenada y hedónica. Leo todo lo que llega a mis manos, pero si algo no me gusta, no me esfuerzo en seguir.
Esta última temporada estoy releyendo a algunos autores a los que no sólo disfruto sino que entiendo mejor. Uno de ellos es Borges. Flaubert es de cabecera, sobre todo su Pasión de escribir. Y por supuesto que no me cierro a nuevos autores que voy descubriendo en el camino, como la joven española Irene Vallejo, quien nos ha regalado una obra monumental: El infinito en un junco.
Mi gata, la música y yo podemos pasar muchas horas sin más necesidad que el placer; la una de dormir enroscada a mi lado y yo de escribir.
El placer de escribir
¿Cómo es Amalia Decker M. al momento de escribir ficción? ¿Escribes con horario o de acuerdo a como puedas acomodar tus tiempos?
Un ser humano normal y corriente que no requiere de nada excepcional para trabajar. Una buena música y me olvido del mundo para sumergirme en otras vidas. Por suerte ya no tengo ninguna responsabilidad laboral ni doméstica que me obligue a cumplir tareas que seguramente olvidaría. Mi gata, la música y yo podemos pasar muchas horas sin más necesidad que el placer; la una de dormir enroscada a mi lado y yo de escribir. Me gusta iniciar mi trabajo después de una ducha rápida, un desayuno simple, casi siempre el mismo, y que a pesar de tanto repetirlo no me aburre. Habitualmente trabajo hasta las tres de la tarde. Un almuerzo frugal y un café acompañada de un cigarrillo de los dos o tres que fumo al día. Retomo el trabajo un par de horas después. Pero puedo romper mi rutina si tengo algún imprevisto o un compromiso. Me doy la libertad de abandonar el trabajo porque sé que me hace bien ver gente. Es un buen alimento no sólo para la creación sino también para el equilibrio.
¿Estás desarrollando algún otro proyecto? ¿Viene algún otro libro en camino?
Viene pronto una nueva novela. Estuvo reposando un tiempo pero llegó la hora de publicarla. Y, los cuentos, me persiguen.
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