
Cuando la autora peruana Melissa Díaz Campos habla de su familia, vienen a su mente recuerdos felices y trances amargos, un contraste natural pues bien es sabido que la vida es una travesía por constantes altibajos. Del balance que ella hace de alegrías y tristezas fue capaz de extraer el poder de sanar mediante la escritura. Y producto de eso es su libro El palpitar de los Díaz.
A lo largo de seis estaciones en las que se aglutinan casi un centenar de textos —entre poemas, siglemas y poemas en prosa—, es posible acompañar a la autora por los caminos que le ha deparado la vida y recibir las no pocas enseñanzas que ella amablemente comparte con el lector. Y es que esta autora, que nació en Perú en 1979, a los doce años ya conoció ese rumor en el alma que es todo viaje que se sabe determinante, cuando llegó a Venezuela con su familia.
Licenciada en Educación por la Universidad de Carabobo, en Venezuela, en 2013 decidió emprender otro camino y se estableció en Estados Unidos. Completó un Máster sobre Liderazgo en Enseñanza y Aprendizaje en Liberty University y actualmente trabaja como profesora en una escuela pública de Washington DC. Como a todos, la pandemia de Covid-19 la sumió en la incertidumbre, y fue así como descubrió que la escritura puede llenar vacíos y hacernos descubrir significados en medio del sinsentido.
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El latir de Melissa Díaz Campos
—Uno de los temas que gravitan con más fuerza en El palpitar de los Díaz es la pandemia y los efectos que tuvo en la salud mental y la tranquilidad de la familia. ¿Puedes hablarnos de esto?
—Este suceso que impactó al mundo de una forma oscura y lamentable movía mis pensamientos en distintos puntos cardinales de emociones: intranquilidad, calma, dolor y alivio. Al comenzar la pandemia, la veleta giraba particularmente en dos puntos negativos y tuve una necesidad vital de escribir para moverme de esos puntos álgidos hacia un estado de calma infinita. Las ideas brotaban sin ningún esfuerzo y el bienestar me acompañaba a lo largo del día. Cuando hablaba con las personas a través del teléfono, percibía su desesperación y me di cuenta de que yo también me estaba desesperando. No quería perderme en ese territorio y comencé a escribir porque es algo que me ha ayudado a través del tiempo. Después de escribir salía a caminar con mi familia a algún lugar natural como ríos o parques manteniendo las precauciones del momento. Tener contacto con la naturaleza ayudó a algunos de mis familiares y a mí a tener un equilibrio emocional, sentir un bienestar y una esperanza.
—Otro tema que predomina en tus poemas es la familia, su unidad como motor para resolver las dificultades. ¿Cómo concibes la idea de escribirle a este tema?
—Mi familia como muchas otras no es perfecta. Han existido y existen todavía algunas diferencias en nuestras maneras de pensar y de vivir porque cada ser humano tiene formas diversas de vida, y aunque tenemos algunas cosas en común podemos tener pensamientos opuestos. Hablar de la familia, para mí, es hablar de una historia que parte desde un punto muy feliz, que es la infancia, y un punto muy amargo que se torna dulce en momentos intermitentes del pasado y presente. En situaciones de mayor dolor, mi familia ha estado unida apoyándose unos a otros incluso en circunstancias en que las relaciones han sido ásperas entre algunos de los miembros. Ciertos acontecimientos vividos en Venezuela llegaron a mi mente durante la pandemia, tenían ansias de ser liberados y correr libres a través de la palabra escrita. Así es como nace este tema.
—Hay en El palpitar de los Díaz un diálogo permanente con el pasado. ¿Cómo es escribir tomando como base las muchas Melissas que hay en ti?
—Creo que las personas nacen con una esencia que puede ser inmutable y estoy convencida de que el tiempo y las experiencias de la vida pueden acentuar esas esencias de una forma positiva o negativa. Todo ese camino recorrido en el pasado me permite ser lo que soy ahora. En la infancia, me daba pánico hablar frente a mi salón de clase, era un poco retraída y estoy segura de que todavía llevo algo de esa esencia conmigo, ahora tengo que hablar en público todos los días porque soy profesora y ese nerviosismo de la infancia ya no me domina. El recuerdo no es un compañero de vida, pero sí un compañero de viaje, y cuando escribo viajo en el pasado, en el presente y también en el futuro. Ese compañero de viaje me abraza, me acaricia, me cura y hasta me saca algunas lágrimas durante el proceso de la creación literaria, como lo hizo en el primer poema del libro, que se llama “El latir de los Díaz”. Lo escribí en la madrugada, derramé unas cuantas lágrimas al recordar la historia que mi hermano y yo habíamos pasado en una escuela de Venezuela. Por otra parte, también están las personas que influyen en tu vida y la cultura que moldea y desarrolla la personalidad y el carácter.

El palpitar de los Díaz: la escritura como pasión
—Están también los poemas en los que aleccionas y, quizás más que eso, alientas al lector. En esencia le estás hablando a un lector que pudiera sentirse abrumado ante las circunstancias. ¿Qué mensaje quieres llevar con esos poemas?
—El ser humano puede recorrer senderos de fuego que parecen interminables, avenidas espinadas, y sentirse atrapado en una celda del tiempo sin sentencia fija. Estos senderos, avenidas y celdas son las pruebas, el camino duro que todo hombre debe atravesar para volverse hombre, es decir, un ser que puede enfrentar la vida. Un hombre sin cicatrices en el alma es un hombre sin historia. Estoy convencida de que todo hombre nace con fortalezas y de que no existe una situación tan adversa en la vida que no se pueda superar. Mi mensaje es que cualquier obstáculo puede ser vencido sin importar su magnitud, tiempo o el espacio.
—En alguno de los poemas te refieres a la escritura de poesía como una catarsis. ¿Cómo es escribir para Melissa Díaz Campos? ¿Qué se calma y qué se enciende en ti con la poesía?
—Para mí escribir es una pasión, una solución a un problema, una medicina para una dolencia, un río de paz, un regocijo inexplicable, un llanto que se va y un amor que llega. Cuando escribo se calma el espíritu en angustia y se encienden las ideas y los sentimientos.
—Dedicas una sección del libro a mostrar los poemas que has escrito en la modalidad del siglema creada por la venezolana Patricia Schaefer Röder. En este formato poético tienes versos muy logrados: “Estoy tejida / con las fibras más tercas / de la insistencia”, o “Ríos que traen / la fuerza del viajero / entre sus alas”. ¿Puedes decirnos cómo ha sido esta experiencia?
—En el año 2015 comencé a escribir unos siglemas. Patricia Schaefer Röder había convocado un concurso de poesía en el cual se debía utilizar esta técnica. Leí sobre esta propuesta de poesía minimalista y me gustó. Mi experiencia escribiendo siglemas ha sido acertada porque con el uso de pocas palabras y la métrica 575 puedes crear un contenido musical y armónico. Hay una fuerte presencia de emociones que fluyen con facilidad cuando escribo en esta modalidad.
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Con Venezuela en el alma
—En 1992 llegaste a Venezuela junto con tu familia y en esta patria caribeña viviste veinte años. ¿Qué dejó Venezuela en ti?
—Venezuela es un país que llevo en el alma y una parte de lo que soy se lo debo a ella. Esta patria dejó en mí importantes lecciones de vida, muchas cosas bonitas, alegrías y también algunos recuerdos amargos que ahora los escribo y los veo como una bendición. Creo que la lección más importante que me dejó Venezuela fue aprender a desarrollar la paciencia y a no darme por vencida antes las adversidades. Allí se origina mi escritura.
—Tienes un libro anterior titulado Me encontré contigo y te escribí. Es otro registro, pues se trata de un epistolario, pero en las cartas que lo componen se nota mucho el manejo de una prosa poética. ¿Cómo han cambiado tú y tu relación con la literatura desde entonces?
—Casi todos los poemas y la prosa poética que plasmé en Me encontré contigo y te escribí nacieron en Venezuela y terminaron de madurarse aquí en Estados Unidos. En este libro escribí epístolas, cartas, bocetos y otros mensajes utilizando la prosa poética. Además, agregué poemas en rima y algunos de ellos fueron compuestos utilizando la Rima Jotabé, una técnica poética muy linda creada por Juan Benito Rodríguez Manzanares. Actualmente ya no escribo en esta modalidad. Pienso que el mensaje de la escritura cambia a medida que te encuentras con personas nuevas y con circunstancias distintas. Desde mi punto de vista, el estilo o la esencia literaria plasmada en estos dos libros es la misma con diferentes matices.
—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Actualmente estoy escribiendo otro libro de poesía y una novela.
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