
El palpitar de los Díaz
Melissa Díaz Campos
Poesía
Ediciones Scriba NYC
San Juan (Puerto Rico), 2023
ISBN: 979-8-9854713-4-2
184 páginas
1
Se lleva un apellido, se nombra, se celebra, se conmemora. Se repite entre versos y se pronuncia con las horas que hacen los días, las noches, las semanas, los meses, los años, y así, los Díaz, una familia, una nomenclatura sanguínea, genética, que recorre los acentos del continente, desde Perú hasta Estados Unidos, luego de haber pasado por algunos trazos geográficos de Venezuela.
Se calza muy bien un apellido cuando éste, sin ninguna vacilación, se convierte en una insignia, en un instante que se repite con distintos tiempos, con diferentes revelaciones: ser una familia que mueve un mapa con sus historias, con sus dolores y alegrías, con las palabras que uno de sus miembros transformó en poesía, en una poesía narrada, que cuenta un mundo, un viaje, una épica personal y plural desde el seno de tantas rutas holladas.
El canon de estos días descubre la realidad de un continente averiado. Desde el homenaje a la familia, Melissa Díaz Campos relata la aventura personal, que se refleja colectiva en el anonimato de los miles que han tenido que trasegar caminos de polvo, agua y cielo para huir de la realidad de sus países. América Latina encuentra lugar en estos poemas de esta mujer que ha sabido enarbolar el apellido de la casa para contar con poemas los eventos y sentimientos que sufrieron durante el viaje homérico, en una suerte de vadeo por imaginarios que resultaron ser reales, toda vez que todo lo escrito forma parte del éxodo que hoy viven algunos de nuestros países.
El continente se mueve con sus apellidos. Con los Díaz trasunta experiencias, revelaciones, dolores, estadías, exilios que se tornan un aprendizaje; de allí la poesía como cura, como sanación para quien sabe que las palabras también ocupan el mismo espacio del viaje.
Los Díaz son una representación, una metáfora de un todo humano que ha emergido en estos tiempos aciagos, duros, crudos.
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La mencionada patria caribeña, ese largo instante que se desarrolla a través de pérdidas, una burocracia terrible, insomnios, llanto, pero también la piedad, tejido o conjunto de situaciones que construyen las patrias, las que se pierden y las que se ganan desde la misma pérdida. Y en esa travesía, como conducidos por un Moisés actual, la familia se hace paisaje en varios paisajes, propios y ajenos. Con ellos, con ella, la voz de la madre, vertida en versos, en una poesía donde el amor, el calor de la casa, sigue en cada paso mientras la miseria, el dolor del otro y también el propio se hacen presentes ante el poder, ante el abuso, ante la garra de quien se ha apropiado de los días y también de los distintos nombres y apellidos que ambulan por calles, veredas, trochas, fronteras. Esos días de los Díaz son este palpitar del corazón y del alma de una familia que conjuga el amor en varios tiempos verbales.
Largos textos, como una letanía. Extensos poemas que no dan tregua porque el andar así lo exige. Textos cargados de imágenes, de sueños, de silencios, de ruidos, de pisadas que dejan marcas en cada decisión tomada. Los Díaz son una representación, una metáfora de un todo humano que ha emergido en estos tiempos aciagos, duros, crudos.
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El poemario tiene 81 poemas y 18 prosas poéticas y está dividido en seis estaciones, a saber: “El latir de los Díaz”, “El palpitar del alma”, “El pulso en siglemas”, “El corazón que palpita”, “El pulso de la naturaleza” y “Latidos”.
Todos estos instantes poéticos se sostienen sobre la base de la familia, sobre la base de un viaje exterior, pero también de uno interior por el que igual transitan los afectos, los lamentos, las alegrías, los encuentros y desencuentros.
El hogar y sus carencias: “…la lluvia lenta confirmaba / para luego escurrirse en la radiola / que en el cuarto se usaba como clóset”. Las goteras, las tantas que en muchas casas son una costumbre, un juego para los niños y una angustia para los adultos.
Largas oraciones confirman la presencia de los tantos personajes visibles e invisibles que habitan estos textos. Los Díaz y su entorno humano. Las cosas y la misma naturaleza. El jardín de la madre como espacio idílico, dejado en algún lugar de la memoria. La noche y sus confesiones, una gramática destinada a ser siempre una presencia inagotable.
“Sin pan, con frío y sueños. / Así llegamos a esa patria / que nos sostuvo por años…”, las tantas patrias luego, las que quedaron atrás y la que ahora viven.
Este libro es un corazón abierto, herido y suturado. Un alma que flota en medio de la hojarasca del tránsito familiar.
El recuerdo del viaje en autobús, los niños, la paz ansiada, el miedo, los consejos como una poética, como parte del conocimiento que se adquiere durante este recurrente viaje que no se olvida. La celebración de la vida, las bendiciones, la poesía. Contrastes: la existencia.
Este libro es un corazón abierto, herido y suturado. Un alma que flota en medio de la hojarasca del tránsito familiar, el pulso del cuerpo, los latidos en prosa que se dicen sin ambages, verbales en acción, liados entre imágenes, sensaciones, en primera persona o en otra que se cuela mientras las palabras mutan como nubes.
Y así, entre temas que los Díaz en sus días han vivido, la mirada en los espejos, la vejez, el ser, pero sobre todo el amor como nave que siempre encuentra puerto, frontera para cruzarla, arterias para circular la sangre de ese palpitar que es la poesía de Melissa Díaz Campos.
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