
“El 26 de julio de 1894, un magnífico yate, favorecido por un nordeste bastante fresco, surcaba a todo vapor las aguas del canal del norte. En su palo de mesana flotaba el pabellón de Inglaterra…”.
(Los marineros de esa embarcación pescaron un tiburón y al abrirlo encontraron que se había tragado una botella completamente cerrada. ¿Contendría vino o algún mensaje?).
“En el mar, lo más insignificante es un acontecimiento. Hubo un momento de silencio, durante el cual todos interrogaban aquel frágil resto de naufragio. ¿Había en él todo el secreto de un gran desastre, o no había más que un mensaje insignificante confiado al capricho de las olas por algún navegante desocupado?”.
Así se inicia la novela de Julio Verne Los hijos del capitán Grant, cuya lectura fue muy significativa en la adolescencia para Efrén Barazarte.
En esa botella había un mensaje repetido en varios idiomas y, como se habían borrado algunas palabras, el capitán y demás personajes se dedicaron a rearmar lo que decían aquellos papeles. Podría asegurarse que Efrén estuvo ahí, en ese barco, junto con su imaginación adolescente.
Efrén ha creado una especie de botella de mar con mensajes de todos los poetas que acuden a su llamado.
Los recitales por WhatsApp
En la actualidad, Efrén ha creado una especie de botella de mar con mensajes de todos los poetas que acuden a su llamado y cada poema que se escucha en sus recitales difundidos por WhatsApp repercute multiplicando un oleaje de emociones.
El evento Recitales de poesía, organizado junto con otras personas que aman la escritura, se desarrolla por WhatsApp y ha tenido una aceptación notable y solidaria. Ya sobrepasa a un público de cuatrocientas personas que opinan, intervienen y motivan constantemente a los poetas.
Encontrarse con Efrén Barazarte en cualquier circunstancia equivale a tocar la poesía, el tema de la escritura y la pasión por escribir. Es como hallar un rumbo esperanzador, una fraternidad irrompible. Él es un eco portentoso: ayuda a que todos lean sus poemas y se escuchen. Y se compenetren con lo que cada quien está haciendo.
Una observación minuciosa
Como todo poeta, Efrén Barazarte toca el tema de la vida y de la muerte y lo hace con la ternura de quien conoce una verdad insoslayable: la vida y la muerte son el anverso y el reverso de una realidad que nos permite amar de un modo placentero y agradecido todo lo que sucede en forma natural.
Su observación es minuciosa y en todo momento recae sobre la necesidad de que la belleza y la bondad se junten. Hace suyos el paisaje y el acontecer de los seres pobladores de paisajes y de historias que cruzan el espacio y la imaginación.
Un poema de Efrén funciona perfectamente como ejemplo:
Mariposas
Las descubro a veces detenidas
en el capó de un auto o al lado de una lámpara
donde mueren para venir después
en un ciclo de un viaje interminableEllas viven del viento y de la luz
como el relámpagoEn este espacio en blanco me visitan
Yo también soy su vuelo
y enfilo mis alas
hacia la llama de una vela
que me espera,
inadvertidamente.
Sus palabras siempre transitan la ruta de un hallazgo. El detalle que revela con su visión crece en el poema como si en cierto instante aumentara el tono de una música. Efrén ama la poesía: es uno de esos poetas que leen a otros poetas y hace difusión permanente de la escritura que el prójimo despliega.
Datos sobre Efrén Barazarte
Poeta, narrador, ensayista, investigador y fotógrafo. Nació en Maracay en 1964. Profesor de Castellano y Literatura egresado del Instituto Pedagógico Experimental Libertador (Maracay). Es docente de dicha universidad y coordinador de la Maestría en Literatura Latinoamericana.
Magíster en Literatura Venezolana por la Universidad de Carabobo, Valencia (2003), y doctor en Educación (2015) por la Universidad Pedagógica Libertador, Maracay.
Es doctor en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello.
Ha recibido distintos reconocimientos por su labor literaria, entre los más destacados: una mención de honor en la especialidad de Poesía del VII Concurso Literario Nacional Ipasme (1993) y una mención de honor (narrativa) en la Bienal de Literatura José Rafael Pocaterra (1992).
Conocido promotor literario. Ha dictado diversos talleres literarios. Su obra publicada cultiva diferentes géneros: Más río otra ventana (poesía, Editorial Ipasme, Caracas, 1995), Personajes de exilio (relatos, Ediciones de la Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1995), Canto del bosque (poesía, Blacamán Editores, Villa de Cura, 2000), El dragón comeduendes o cualquier título que prefieras (relatos, Ediciones Presagios, México, 2002), Estudio de relato metaficcional en Salvador Garmendia (investigación, Upel-Maracay, 2008) y Gesta libertadora 19 de abril y aproximación al proyecto americano de don Andrés Bello (ensayo, Upel-Maracay, 2010). Incluido en la antología Poesía de Aragua 1966-1996 (Secretaria de Cultura del estado Aragua). Fue libretista de una ópera del compositor Luis Ochoa (2009).
En el marco de la pandemia y de la soledad que nos acompañaba en esos días, pensé en la posibilidad de crear un taller literario virtual para algunos amigos.
“La escritura es una prolongación de la lectura”
¿Qué te motivó para abrir un espacio de recitales?
En el marco de la pandemia y de la soledad que nos acompañaba en esos días, pensé en la posibilidad de crear un taller literario virtual para algunos amigos. Las citas se desenvolvieron cada martes a las siete de la noche del año 2021 y sentí la necesidad de invitar a un poeta por el grupo WhatsApp. Fue entonces que llamé a la poeta Tibisay Vargas para que nos leyera parte de su producción poética en noviembre de ese mismo año. Se invitó a otros lectores para ese encuentro y como la lectura tuvo una manifiesta aceptación, surgió el nombre de Recitales de poesía con el apoyo de la profesora Beatriz Espinoza, quien ejerce la docencia en Chile. Este espacio se daría una o dos veces al mes, los días sábados, y mantiene hasta el presente más de cuatrocientos asistentes. La motivación fue la de tener la dicha de invitar a poetas como tú, quien ejerce esa vitalidad con la palabra. En ese camino de recitales han leído los poetas Jeroh Juan Montilla, Rosana Hernández Pasquier, Néstor Rojas, Yadira Pérez, Néstor Mendoza, Beatriz Alicia García, Edda Armas, Guillermo Cadrazco, Mirih Berbin, Igor Barreto, Rubén Carrero, Pedro Parayma, Adriana Gibbs, Gladys Ramos, Jorge Gómez Jiménez, Joiner Bernavil, Raquel Markus-Fickler, Reina Varela, Juan Martins, Mariela Cordero, Gabriela Rosas, David González Lobo, Carmen Cristina Wolf, Manuel Cabesa, Lázaro Álvarez, Yoyiana Ahumada y Magaly Salazar Sanabria. Además, esta motivación tiende a dar a conocer, a las nuevas generaciones de lectores latinoamericanos, la obra de los poetas venezolanos que se encuentran dentro y fuera del país.
Disculpa que me extienda, pero gracias a este espacio surgió la propuesta del poeta Néstor Luis Garrido de realizar el pasado año el primer recital colectivo de poesía en conmemoración del Día Internacional del Idioma. Los convocantes fueron la Asociación Cultural Héroes de Cavite y la Maestría en Literatura Latinoamericana de la Upel-Maracay. Es de allí que germinó otra idea: la organización eventual de un evento de reconocimiento a un poeta de lengua castellana. El primero fue el 22 de setiembre, cuando invitamos a un recital colectivo en homenaje a la obra del poeta venezolano Harry Almela, quien, por cierto, fue padrino de tu novela Los mágicos, que se presentó en Maracay.
¿Qué determinó en tu infancia el camino de la escritura?
Quizá tener un patio con árboles frutales y un cerro para caminar a lo lejos. El acto contemplativo de un camino de hormigas o de ver las formas, de las horquetas y de las nubes se convirtieron con el tiempo en el deseo de quedarse allí para siempre. Razón tenía nuestro poeta Miguel Ramón Utrera al preguntar: “¿Quién no tiene un patio dentro de su corazón metido?”. Creo, además, que el camino de la lectura es el puente para transitar en la escritura. Recuerdo que en el patio de la casa de La Pedrera me esperaba la carrocería de un auto abandonado y que apenas su asiento era funcional. Allí, casi a escondidas, leí mi primer libro, que fue Los hijos del capitán Grant, de Julio Verne. Así inició el placer de leer y La magia de los libros, como titula unos de sus libros el maestro y poeta Luis Beltrán.
¿Cuál es tu sueño más preciado en este tiempo?
Tener un país donde la palabra libertad no sea una simple quimera.
¿Cuándo sentiste que eras poeta?
Poeta. Esa pregunta asusta (risas). Asistí jovencito a un taller literario con el poeta Harry Almela en los años ochenta de nuestra era. Harry organizaba, con la ayuda de la Casa de la Cultura de Maracay de ese entonces, un recital en distintos espacios culturales de la ciudad, donde asistían regularmente los poetas más importantes del país. En ese contexto vino la primera publicación en colectivo con el libro Hojas de otra comarca: Carlos Delgado Flores, José García y el gran poeta villacurano Omar Gutiérrez. De esa experiencia surgió en mí el acercamiento de una voz poética en gestación. Luego he seguido una voz en el paisaje con el libro Canto del bosque (1999) gracias a la editorial Blacamán Editores, dirigida por la poeta y editora Rosana Hernández Pasquier.
Todo proceso de escritura mantiene una dura claridad necesaria.
¿Cómo te ha ayudado la escritura?
Escribir es una necesidad que una vez arraigada le debemos todo. Ella se sienta a nuestro lado, pero sabe que sin la lectura y disciplina no somos ni siquiera el pensar.
La escritura en mi caso es una prolongación de las lecturas. Todo proceso de escritura mantiene una dura claridad necesaria. La escritura enciende una lámpara que nos dice cada vez más lo que Huidobro nos revela: “Por qué cantáis la rosa ¡oh poetas! ¡Hacedla florecer en el poema!”.
¿Qué parte de la vida no puedes explicar, qué se te escapa?
Poeta, me siento en un diván freudiano (risas). Pero te confieso que mi relación con el lenguaje hablado no ha sido fácil. No entendía lo que me ocurría en la temprana infancia, era difícil para mí pronunciar las palabras, una dislalia con la erre, que superé a los nueve años, pero, además, resolví un problema de tartamudez. Pero como dijo el poeta René Char: “El infinito ataca, pero una nube salva”. A cada palabra que no pronunciaba ya le tenía otras opciones con el uso de los sinónimos. Sin ser patólogo de lenguaje opté, para sobrevivir o por instinto, por emplear un proceso de conmutación o sustitución de una palabra por otra. Si tenía que pronunciar, por ejemplo, la palabra aeroplano y me costaba pronunciarla, ya tenía en mi mente la palabra avión, y así el juego fue creciendo; dirían los lingüistas que fui aumentando el nivel de competencia gramatical.
¿Cuál es tu gran pasión?
Si hablamos de la literatura, definitivamente la pasión de leer y escribir. La poesía como un estado de constante revelación. Es una gran pasión volver a leer a los clásicos, así como leer y comentar libros como El diario de Bucaramanga de Luis Perú de Lacroix, por cierto, no tan reeditado, el Diario de Miranda y hasta el mismo Diario de a bordo de Cristóbal Colon. Toda la producción de cronistas de Indias, desde Juan de Castellanos, nuestro primer poeta del paisaje venezolano, pasando por Bartolomé de las Casas y las visiones fantásticas de Juan Pedro Simón, entre una larga lista de escritores de este género. Actualmente estoy repensando el aporte del imaginario de la pintura histórica venezolana iniciado por Juan Lovera hasta Tito Salas y vinculando también la historia del paisaje venezolano desde sus poetas y sus pintores.
A propósito de pasión, si este país tuviera la fogosidad por la lectura, fuésemos más inteligentes, pero ese ya es otro tema, y tendríamos que repensar a Wittgenstein.
“Escribir es reconocer una tradición del idioma”
¿Qué lugar ocupa la religión en tu vida?
Pasé por un ateísmo adolescente hasta que leí la Biblia Reina Valera. Ya Dios en mayúscula sabe de ese secreto. Siempre recuerdo a Octavio Paz en dos declaraciones. La primera que la religión más atea es la católica, quizá porque no los obliga a ciertos actos de liturgia, y la otra es que “nadie tiene fe, pero todos se hacen ilusiones”. De alguna manera la poesía y las demás artes de la palabra escrita son un acto de relegere, en el buen sentido de su etimología.
¿Dónde vives?
Nací en Maracay, pero ahora tengo más de veinte años en Turmero, estado Aragua.
La escritura es identificarse con las palabras de la tribu, con el origen y fluir de nuestra lengua.
¿Hacia dónde conduces tu escritura?
Creo que escribir es reconocer una tradición del idioma y de sus creadores más notables. Creo que la escritura es identificarse con las palabras de la tribu, con el origen y fluir de nuestra lengua. Y es como sentarse en la misma piragua con los poetas y sentir que pertenecemos a una misma escritura desde el asombro del nombrar. ¿Por qué no dialogar con nuestros poetas? (lo digo en mi caso) y crear un libro desde ese diálogo. La voz de Bonalde contempla la catarata y nos escribe: “la luz falta a mis ojos por exceso de ella”. Recordar a un poeta sin la memoria precisa y pasearse por sus senderos de escritura, y escribir, por ejemplo: “río, ayer te vi lloviendo / otro amanecer atardecía en tus orillas”, y recordar que no lo escribió Enriqueta Arvelo, pero se nos parece. Esa escritura o ese proyecto, si se puede llamar así, tiende por supuesto a cerrarse para buscar otras maneras de comunión con la palabra.
¿Cómo ha cambiado dentro de ti la ciudadanía, en un país que ha cambiado tanto?
Me hiciste recordar La política del villacurano Aristóteles (risas). En él hay una visión que se imagina al ciudadano como el marinero, que a su vez pertenece a una tripulación: el timonel, el capitán, oficiales de máquinas, entre otros, donde cada uno se ocupa de su oficio y forma parte de un todo, de una asociación. Esta asociación está relacionada con el Estado donde se supone que el ciudadano, o quien ejerce la ciudadanía, es aquel que vive en democracia, que posee voz y voto y es, de alguna manera, un magistrado que goza del poder de defender sus deberes y sus derechos.
Y como se supone que un ciudadano forma parte de una asociación, de un Estado, habría que preguntarse: ¿existe un Estado en cuanto a la independencia de poderes? La ciudanía, su ejercicio, se refleja en la felicidad de quien la ejerce, y cada vez somos un pueblo que se aleja del llamado ranking de los pueblos más felices del mundo.
Cuando en Venezuela se creó la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, el mingo del ejercicio ciudadano estaba más cerca de nosotros; sin embargo, como tú mencionas, este país, que ha cambiado tanto, donde el culto a la personalidad apunta a convencer que el destino de Venezuela es un necesario gendarme socialista, donde el todo está muy por encima de sus partes. Dentro de mí y de muchos nos hemos mudado de país y sin irnos a otros territorios vivimos, mejor dicho, sobrevivimos en un exilio más interior, en un insilio, y haciendo lo mejor posible: cada uno dentro de lo que sabe tapa los huecos del barco que se inunda todos los días.
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