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El Chamario de Eduardo Polo en los predios de Puerto Malo
La escritura oblicua de Eugenio Montejo en la poesía para niños

sábado 7 de diciembre de 2019
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“Chamario”, de Eduardo Polo
Chamario, de Eduardo Polo (Ekaré, 2004). Disponible en Amazon

Chamario
Eduardo Polo
Ilustraciones de Arnal Ballester
Poesía
Ediciones Ekaré
Caracas (Venezuela), 2004
ISBN: 978-980-257-278-6
48 páginas

El uso de heterónimos no es nuevo en la literatura de los siglos XX y XXI. Muchos escritores han recurrido a este mecanismo para ocultar su identidad; para vaciar en las páginas en blanco las múltiples personalidades que conviven dentro del microcosmos que refrenda sus vidas. El alter ego se dimensiona en innumerables posibilidades de escritura que llegan hasta los lectores y apasionan por la fuerza y contundencia que imprimen a sus trajinares con la palabra. En la poesía, destaca particularmente Fernando Pessoa —poeta portugués—, quien en su entramada obra juega a desestructurar los estados de la conciencia y llevar su trabajo poético más allá de la ficción.

Antonio Tabucchi (1997), en la nota introductoria del libro Un baúl lleno de gente —escritos sobre Pessoa— afirma que “la heteronimia de Pessoa remite mucho más a la capacidad de vivir la esencia de un juego, por tanto no a una ficción sino a la metafísica de la ficción, o a un ocultismo; quizás a una teosofía de la ficción” (p. 12). Palabra redimida que trasciende el ámbito terrenal, los espacios temporales para encarar la visión onírica en el plano de la metacognición. Siempre será entonces un juego de diversas facetas donde el autor eterniza los textos poéticos creados por sus amigos ficticios o personajes que emergen de la secreta región del alma.

La poesía de Montejo se deslinda de la simple mención cotidiana de las cosas para adentrarse en el trabajo del lenguaje como corpus en constante renovación.

Chamario, libro escrito por Eduardo Polo o el yo posesivo o activo de Eugenio Montejo, representa un ejemplo de la lírica para niños y niñas concebido desde la heteronimia. El poeta y ensayista venezolano reconfigura parte de su escritura a partir de la multiplicidad de autores que conviven en su territorio poético. El cuaderno de Blas Coll (1983); El hacha de seda (1995), firmado por Tomás Linden; Guitarras del horizonte (1992), refrendado por Sergio Sandoval, y Chamario (2007), de Eduardo Polo, constituyen la obra heterónima de Eugenio Montejo.

Vista desde su propuesta apócrifa o escritura oblicua, la poesía de Montejo se deslinda de la simple mención cotidiana de las cosas para adentrarse en el trabajo del lenguaje como corpus en constante renovación. Así lo expresa en El cuaderno de Blas Coll cuando establece una clara diferencia entre la prosa y el poema: “Prosa es toda representación de conceptos; poesía, en cambio, es imagen pura, acecho de la palabra desde la zona de nuestra mente no contaminada aún por la verbalidad” (p. 29). Eugenio Montejo teoriza sobre lo que domina, escritura oblicua, y cuya propuesta similar es la heteronimia de Pessoa.

En el ensayo Los emisarios de la escritura oblicua, publicado en el libro El taller blanco (1996), reflexiona sobre las posibilidades que da al poeta la escritura en espejo y el uso de voces poéticas que saltan del alter ego para apropiarse temporalmente de la vida de quien asume la poiesis desde perspectivas constantes y diversas. Así lo manifiesta: “Pronto advertimos que la distancia introducida por la escritura oblicua proporciona insospechables posibilidades a la fantasía del autor, que descubre ante sí un horizonte más vasto que el suplido por sus propias circunstancias biográficas. Se trata, en cierto modo, de una escritura en espejo, pero de un espejo que no sólo invierte los ángulos de las cosas, sino que también es capaz de recrear ángulos nuevos” (p. 183).

Es importante señalar que la estrategia usada por Montejo y otros autores para atrapar a sus lectores se inicia en la aparición de cuadernos cuya autoría se acredita a los “otros”, esos mismos personajes cuyas voces invaden la existencia de quien lee y que les habla sin miramiento mientras se inmaterializa. Voces que se corresponden con el pensamiento del creador pero también que contradicen su esencia. No puede pensarse que el escritor se inventa “unos amigos”, “unos conocidos”, como los llamaba Pessoa, simplemente para publicar sus poemas. Los “otros” tienen vida propia; piensan, escriben y actúan de acuerdo a sus principios, conocimientos y cimiento axiológico. Aníbal Rodríguez Silva (2005), a propósito de esta argumentación, señala: “El uso de voces poéticas diferentes a la del autor constituye una tentativa de superación de las condiciones biográficas de la voz del poeta, de su finitud y la posibilidad de acceder a nuevas perspectivas del mundo por medio de esas voces poéticas; para Montejo, el poeta es un médium que intercede entre su tiempo histórico y su tradición; en tal sentido, un poema es un acontecimiento” (p. 76).

La aldea pesquera de Puerto Malo se constituye en el lugar genésico de los libros apócrifos de Eugenio Montejo. En El cuaderno de Blas Coll, Montejo asume la compilación de papeles del viejo tipógrafo rural que se empeña en reestructurar el lenguaje minimizando su escritura y proponiendo la reducción léxica. Papeles, fragmentos, recuerdos, informaciones de vecinos de la aldea son elementos que se conjugan para crear la atmósfera donde habita Blas Coll y alrededor de quien aparecen otros personajes que se convierten en las voces de Eugenio Montejo.

Eduardo Polo/Eugenio Montejo, autor de Chamario, se esmeró en presentar un libro con características lúdicas.

Chamario es un poemario fresco, renovador, lúdico y polivalente creado por Eduardo Polo. Autor quizás desdoblado de Blas Coll o de Eugenio Montejo. Uno y diversos. Poetas que materializan las voces no sólo del creador gregario que asume el texto poético como factum de vida sino que emplean el elemento lúdico para atrapar a los niños entre sus páginas. Ya se advierte en El cuaderno de Blas Coll el acercamiento de esas voces únicas y dispersas sobre el tema de la niñez. Con un lenguaje poético pero duro y preciso dice el autor: “Constituye una mutilación cruel, para decir lo menos, que enseñemos a los niños a reconocer las letras antes que las notas musicales. Por allí comienza, para los párvulos, la sorda tiranía de la abstracción, que les impide el inmediato conocimiento de la realidad. Al ronco clamor de los sapos o al más melodioso de los pájaros se antepone, con los años, el espurio cepo del abecedario” (p. 67).

Eduardo Polo/Eugenio Montejo, autor de Chamario, se esmeró en presentar un libro con características lúdicas. Desde sus primeras páginas se aprecia la intencionalidad de interactuar con niños y niñas a través del juego. Se juega con la palabra, se construye, se deconstruye. Rimas, poemas que con plena identidad asumen el lenguaje en su máxima expresión para iluminar los espacios habitados por los pequeños. En sus textos no se permite la presencia del aburrimiento ni el desinterés pues cada uno de ellos posee una estructura musical que se apropia del ámbito del infante. En “El tren”, poema que abre el libro, se puede apreciar el ritmo y la musicalidad que lleva el texto:

Por la puerta de mi casa
va pasando un tren-tren-tren.
Si se para, yo me monto
y a ti te monto también.

Sus vagones son veloces,
los viajeros no se ven.
Si se para, yo me monto
y a ti te monto también.

En las dos estrofas anteriores —octosílabas—, el autor comienza a interactuar con el lector. El tren pasa por la puerta de su casa, se desplaza a gran velocidad. La repetición de la palabra da la idea del sonido dejado por el avance del carromato sobre las líneas férreas. “Tren-tren-tren” sustituye a la onomatopeya designada para ese sonido. Además, el poeta, el niño que escribe el poema, invita al lector a embarcarse en la aventura de correr con libertad por los senderos de la vida. “Yo me monto y a ti te monto también” es una clara alusión para que el lector juegue con él. Versos cargados de imaginación, sin tropiezos y concebidos para despertar el amor por la poesía, por el juego, por la diversión. Continúa el poema:

Muchos dicen que no existe,
pero están en el andén.
Si se para, yo me monto
y a ti te monto también.

Mi abuelo cuando era niño
viajó mucho en tren-tren-tren
después se puso viejito
contando del uno al cien.

Si se para yo me monto
y a ti te monto también.

Jugar con la palabra divierte. Al escribir poesía para niños, ésta tiene que ser de interés del pequeño. La palabra asume en su interioridad la música precisa que engolosina a los niños. Un poema tiene la posibilidad de hacer reír, de emocionar, de encantar. Cada verso de Chamario ilumina la vida de los infantes pues no sólo canta sino juega con la lengua. Alterar el sentido de las palabras, separarlas, cambiar las sílabas del lugar que les corresponde dentro de ella, deshabitarlas, modificarlas sin que se pierda su significado, son algunas de las licencias que se permite Eduardo Polo al escribir Chamario. Así lo vemos en “La bicicleta”:

La bici sigue la cleta
por una ave siempre nida
y una trom suena su peta…
¡Qué canción tan perseguida!
El ferro sigue el carril
por el alti casi plano,
como el pere sigue al jil
y el otoño a su verano.

La transgresión en el lenguaje usado por Polo intenta interesar al niño en el juego poético. No se trata de crear nuevas palabras o rimar un poema cambiando incluso el significado de los vocablos. El autor busca recrear, jugar con la palabra, acercarla al niño. Voces dinámicas concebidas para atraparlo en un torbellino de pasión por ella. En El cuaderno de Blas Coll (1983) se consigue una apreciación cercana a la afirmación anterior: “Toda frase debe reproducir en su construcción, tanto como sea posible, la forma de gravitación de los astros que conocemos. El sujeto debe rotar con el sol” (p. 39). En el poema “Los loros” se puede observar cómo cambian las palabras para dar vida al texto, a su musicalidad y lenguaje:

Dos loros cantando en coro
que estaban en un maizal,
con plumaje verde y oro
y pintas de loro real,
llamaron a un compañoro
para agrandar la coral.

Uno tocaba tamboro,
otro tocaba timbal,
y el tercero o el terzoro
un pianito musical.

Sudando por cada poro
cantaron hasta el final
y cuando se despidioron
volaron a Portugal.

Chamario es un libro límpido, travieso, que permite al lenguaje desbordarse sobre las playas del poema. Juego a dos manos, a cuatro, a seis, a diez, a miles, pues por su construcción y encanto puede llegar a tantos lectores como permitan sus poemas. Animales que alargan sus cuerpos diseccionados por las palabras, humanizaciones con acercamientos absurdos, visiones de espejo o poemas al revés son algunas de las propuestas de Polo/Montejo.

La palabra en esta cartilla de rimas no está huérfana, abandonada o en soledad. Cada lector en la intimidad de su lectura abriga los poemas, les aplaude, les ama por su comportamiento disparatado. En “Al revés”, el autor se vale de los palíndromos para divertirse con los niños. Usa la imagen del niño zurdo para recrear el desdoblamiento que se produce cuando se está frente a un espejo. Luna-anul, sol-los, oír-río, son algunos de los palíndromos trabajados en este texto.

Me aturdo, me aturdo
con el niño zurdo.

Inclina su pecho
juntando los pies
y lo que es derecho
lo escribe al revés.
Su luna es anul
su sol es un los,
es luza el azul
y soida es adiós.

Oír es un río
y Roma un amor.
¡Qué gran desvarío,
que consternación!

En “El jinete gago”, Polo usa la transgresión en algunos de los vocablos del poema para divertir a los niños. Este texto funciona como trabalenguas pues aparecen las palabras trastocadas en su significado. Claro está que el lector avezado conoce cuál es la verdadera posición de las sílabas que se han cambiado. Al leerse en voz alta los poemas darán la sensación de equívoco y por tanto producirá la hilaridad en quienes escuchan. Si la lectura es íntima, individual, llevará diversión y entretenimiento a su lector.

En la nota introductoria de Chamario, Montejo asegura que Eduardo Polo, su alter ego, en un artículo publicado en la Gaceta de Puerto Malo, escribe que “cada una de estas rimas las había compuesto como un juguete verbal, tratando de reproducir el placer que encuentran los muchachos al cambiar y trastocar la forma de las palabras para producir nuevas combinaciones en las voces de todos los días” (p. 5).

Ejercicios de lenguaje para reír. Mago de la palabra, Polo/Montejo usa todos los malabarismos posibles para atraer la atención de los chicos y así entretenerlos mientras leen sus poemas. El jinete gago pronuncia con dificultad, funde y confunde; crea y recrea la palabra.

De los montes viene
el jinete gago,
que funde y confunde
todos los vocablos.
Al cinto de la esdapa,
sobre su callabo,
pasa por el pueblo
siempre soliratio.

Cuando se detiene
lejos en el campo
toca su guirrata
de sones extraños.

“Canción” es otro texto con características similares al anterior. Sólo que hay una variante pues se trastoca el sentido de la oración. Juegos de palabras, artificio donde se combinan las voces de los autores con los poemas para niños y niñas. Combinaciones de palabras, frases y oraciones que surgen para motivar la lectura. Esta canción de cuna cierra el poemario y con ella abre la puerta a la literatura divertida, juguetona y apasionada por la transgresión de la lengua.

La mi madre canta
para me dormir
y en la su garganta
oigo una perdiz.

El mi hermano juega
siempre a me vender
de la su bodega
queso, pan y miel.

El mi perro ladra
para me seguir
por la nuestra cuadra
de principio a fin.

Para concluir se puede afirmar que los avatares de la existencia pregonados por las múltiples voces que conviven junto a Eugenio Montejo están llenos de la lírica pulimentada, versos cercanos trabajados bajo el amparo de los días y noches de Puerto Malo. Chamario es quizás la revelación más importante del poeta lúdico; del poeta inmerso en sus diversas identidades. El juego de personalidades distintas y únicas trascienden por su capacidad de captar entre los resquicios de la vida, la palabra que ilumina el universo de la imagen.

 

Bibliografía

  • Montejo, E. (1983). El cuaderno de Blas Coll. España: Alfadil Ediciones.
    (1996). El Taller Blanco. México, DF: Universidad Autónoma Metropolitana.
  • Polo, E. (2007). Chamario. Caracas: Ediciones Ekaré.
  • Rodríguez, A. (2005). Eugenio Montejo: aproximaciones a su obra poética. Mérida: Universidad de los Andes. Consejo de Publicaciones.
  • Tabucchi, A. (1997). Un baúl lleno de gente. Madrid: Huerga y Fierro Editores.
José Gregorio González Márquez

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