Fijo de mi corazón, no podéis imaginaros cuantas plegarias dirijo al Altísimo, a su Madre Santísima, a los santos i a los Ángeles de la Corte Celestial, porque os conservéis de una pieza. Mis pensamientos están con Vos todas las horas de vigilia i las que no lo son también. Vuestro padre, el Rey, se queja de que no le dedico tiempo, aunque no lo face con mucho celo porque Valiana, Duquesa de Nivealora, lo mantiene entretenido. Yo no recalo en sus aposentos pues he renunciado a fisgonear simulacros de virilidad real. En vuestra última misiva eludisteis darme parte de vuestra salud. ¿Es que acaso me estáis ocultando algo? Espero que tengáis suficientes gasas para vendar heridas que os hayan hecho armas infieles. Tened en cuenta que sois el defensor de la corona del Reyno de Jodarria i un adalid no puede permitirse el error de que sus huestes se aperciban de su futuro soberano deslomado, por el contrario, siempre debéis lucir estupendo. En vuestra carta os lamentáis de lo pesado de vuestra loriga. Pido al Todopoderoso para que los alquimistas descubran pronto el uso de un metal más ligero que el fierro, que pudiera llamarse aluminio, por ejemplo, para reducir el sacrificio vuestro de llevar ese caparazón articulada. No os olvidéis que en el mes de julio os toca el baño anual. Os despacho con ésta una pastilla de jabón de Castilla. Si se perdiera en el camino hasta Vos, os ruego que igual toméis el baño. Desechad la conseja que previene el enjuagarse por ser dañino a la salud. Cuidaos mucho, siempre que sea oportuno, escudaos detrás de vuestros caballeros i fidalgos, i cuando lo consideréis conveniente tomareis la delantera para salvar la cara. Que Dios os bendiga i conserve para felicidad de vuestros fieles vasallos. De esta madre que os adora, mil ósculos recibid,
Teodogonda
Si no fuese porque nuestras misivas son privadas, su contenido podría llegar a algún amanuense o heraldo ladino i pronto los bufones de otras cortes extranjeras representarían pantomimas que ridiculicen nuestra Casa Real.
Nuestra amadísima i única madre,
Sabéis de sobra que a nuestro regio padre Amalarico debemos la estatura de dos varas i media i los párpados caídos, cuyo perfilamiento en su tiempo os protegió de los zahirientes rumores palaciegos que intentaban manchar vuestra honra. Sugerían que habíais pernoctado con Porcini, el conde italiano delegado papal en la inauguración de la catedral de Valdemposta. En ésta podremos extendernos un poco porque los infieles practican el Ramadán i disponemos de cierta temporal holgura dado que nuestra alianza acordó una tregua por respeto a las infieles creencias. Pero no divaguemos i vayamos a lo cardinal. A Vos adeudamos, aparte de la vida, nuestra nariz aguileña y la barbilla picuda i vuestro celo por ilustrarnos i que hasta que nos puliéramos en nociones de philosophia. Sabemos (estamos usando el Nos mayestático para entrenarnos en el oficio real) que vuestro desvelo os lleva a facernos recomendaciones que constituyen secreto de Estado. Os suplicamos que no comentéis, ni siquiera con vuestra querida dama de compañía, Riciberga, el uso de las gasas que me disteis, tampoco aquello de escudarme con mis caballeros. En verdad os digo que son ellos quienes compiten por protegerme. Si no fuese porque nuestras misivas son privadas, su contenido podría llegar a algún amanuense o heraldo ladino i pronto los bufones de otras cortes extranjeras representarían pantomimas que ridiculicen nuestra Casa Real. Acordaos que nuestro primo, Heterobaldo no desperdicia ocasión para conspirar contra nuestros legítimos derechos. Es por esa razón que nuestro padre lo condenó al exilio. El rey de Carpetania, Ataúlfo III, ha dado refugio al primo i tememos que más temprano que tarde lo provea de medios para armar un ejército con intención de defenestrar a nuestro padre, esfolarnos i hacerse del Reino. Hemos columbrado cierta acrimonia de vuestra parte cuando aludís a Valiana. Permitidnos recordaros que ella le ha sido fiel a nuestro padre desde que, a su regreso de su última cruzada, él descubrió que no supo cuándo ni dónde la llave del guardián de vuestra castidad se le había extraviado. ¿Es que acaso no hacéis memoria que os negasteis a que el cerrajero real desatascara el artefacto? No quisiéramos confesaros que desde que Nos contábamos ocho años y ella trece, Valiana nos ha desmadrado con su fermosura. Pero no os preocupéis, a su tiempo debido, sabremos cumplir con nuestros reales compromisos y desposaremos a la princesa Clotilde, como conviene a los intereses de nuestra Casa y su expansión. Confiad en que ocultaremos nuestro desagrado con espíritu caritativo cuando en persona le conozcamos, pues se nos ha dicho que su tez recuerda un panal a causa de su aspecto varioloso aunque esto no aparezca reflejado en el retrato dibujado que conservamos. No os ofendáis si nos atrevemos a desembaular nuestro delirio de que en un incógnito futuro principiemos con Valiana una relación como la que llevaban los britanos Carlos y Camila. En cuanto a la recomendación que nos hacéis acerca del baño, querida madre, hemos decidido preterirlo para el próximo año, cuando, de vuelta a nuestro castillo del cerro de Mogollón volvamos a disponer de la tina donde quepamos i no se nos salgan los pies fuera de ella, i nos quede la piel de color parejo hasta las uñas podales. Por otra parte, es bueno para el prestigio de nuestra casa real entre la plebe que la soldadesca no nos observe haciendo gala de privilegios. Vos sabéis que, para mantener el esprit de corps, nos compartimos el rancho con ellos i luego, en privado, nos damos nuestros gustillos. Como no deseamos pasar a la historia como Revollón, el Gordo, estamos considerando reducir nuestras principescas raciones porque la armadura nos está quedando chica a partir de los hombros y especialmente en la tripa. El yelmo se nos encaja en las sienes i la visera se nos incrusta en los pómulos. No os preocupéis por nos que en esta Guerra Santa tenemos de nuestro lado a las Tres Divinas Personas. Sin embargo no dejéis de orar por si acaso. Prended cirios votivos para que no se vayan a quedar dormidas las celestes Personas i un artero alfanje abra nuestra armadura como una mal cocida alcarraza. Otorgadle la bendición a vuestro hijo i futuro Rey de Jodarria, Leovigildo
Mi amado hijo Rey,
Os despacho ésta con una posta expresa. Vuestro padre ha muerto de una congestión. Ayer Su Majestad cenó con un cuarto de lechón y una fuente de longanizas. Luego se retiró a sus aposentos e, incitado por Valiana, tomó una infusión de Viagra, una hierba traída de la Francia y falleció en el intento de retrotraerse a los veinte. Riciberga, que había escuchado el crujir del lecho real i, al cabo de un pestañear, vio salir de la recámara a Valiana encuerada, i vino a avisarme. Con la ayuda de mi confesor, fray Gundemero, ataviamos a nuestro consorte i lo acarreamos a la capilla real. Lo apuntalamos en el confesionario pues nos pareció un sitio apropiado para haber dejado libre el alma. Valiana, quien fue a la capilla hoy muy temprano para confesarse, al abrir la puerta, dio un chillido al ver al cuerpo de Su Majestad con la cabeza apoyada en la rejilla de separación con el cubículo del confesor. Ella no es mema y coligió que si en el reyno cunde noticia de que el Rey echó su último suspiro en el confesionario, ella se ponía a salvo de cualquier señalamiento de contribución pecaminosa al real óbito. No necesito extenderme en las razones que os apremian a regresar. El Consejo del Reyno me ha designado Regente vuestra mientras tengáis a bien faceros corpóreo en palacio. Os envío un arca con los ropajes que os he hecho confeccionar, teniendo en cuenta lo que me referisteis acerca de la armadura muy ajustada. Esa vestimenta os permitirá presentaros regiamente ante vuestros súbditos que os aclamarán en cuanto os avisten rodeado de vuestro cortejo. Apresuraos a regresar. No os preocupéis por mi seguridad, pues Gilderico, el valido de su difunta Majestad, tiene la mejor disposición de hacer marchar el gobierno del Reyno. Él os profesa gran respeto. Reconoce que sois un príncipe digno de regir por derecho y méritos propios. El Marqués del Forcallo se ha ofrecido caballerosamente para organizar los eventos de vuestro recibimiento y coronación. Nuestro vecino, el rey Gilipollo, ha proclamado duelo por tres semanas. Me ha enviado una misiva privada recordándome las negociaciones que él i el finado habían adelantado sobre la alianza de nuestros reinos mediante el himeneo vuestro con la princesa Clotilde. Ponderando que sois el príncipe heredero en vías de devenir en soberano, le he respondido que Vos os ocupareis de ese lance a su debido tiempo. Perdonad que insista en lo del baño. He ordenado poner postas para que nos mantengan informados de vuestra aproximación i, a vuestra llegada, después del desfile en el que encabezaréis vuestro ejército, tendremos preparada la tina con agua caliente i un jabón con perfume de lavanda traído del sur de la Galia. No os preocupéis, hicimos trasladar a palacio vuestra tina desde el castillo del cerro de Mogollón para que no tengáis demoras a vuestro regreso. Os guardo un cepillo de cerda de crin de caballo traído de Flandes con el que vuestro valet de chambre os dejará la piel como en el día en que visteis la luz por vez primera después que os limpiaron con aceite de almendras. Entonces os tendré listo otro ropaje para la cena de bienvenida que tiene expectante a toda la nuestra corte. Que la bendición del Todopoderoso y de la Virgen del Peñascón os protejan y traigan pronto a los brazos de vuestra virtual Reina Madre que os adora, Teodogonda.
- El Bolívar de Carlos Marx - lunes 17 de septiembre de 2018
- Carne de primera - sábado 24 de marzo de 2018
- La casa encapulla al hogar - jueves 22 de febrero de 2018