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Tres cuentos de Juan Carlos Vásquez

domingo 2 de julio de 2017
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El último viaje

Verla allí después de saberla tan vital me causó una grave afección. Mi amigo lo describió como un ataque de angustia. Que ella luego le insistía de una permanente sensación de amargura en la boca antes de empezar a asfixiarse y morir.

Me asomé a la habitación y allí estaba, cubierta hasta el cuello con una sábana. Su rostro palidecido. Habían pasado más de seis horas y no había llamado a urgencias. Sólo buscaba en un cajón una y otra vez, me ofrecía café. Quedé enmudecido; luego reaccioné haciendo una llamada.

Pronto vinieron, siguiendo todos los procedimientos necesarios, la sacaron y nos dieron una dirección. La edad, la naturaleza de sus males habían vencido a su madre.

Lo vi en él, al expirar todo es llanto y recordatorio. A las semanas olvido.

Mi amigo seguía buscando, no sabía qué decirle, cuando lograba hablarle no me entendía. Preferí irme, dejarlo solo. En algún momento estallaría en llanto y seguramente no quería hacerlo en frente de mí.

Recordé el pasado al ver las imágenes en la mesita, entonces era un niño y ella resplandecía con toda su belleza. Reflexioné sobre su rostro, sobre sus posturas egocéntricas. Supe entonces que algunos demostrarían una aflicción que no sentirían.

La viscosidad de los fluidos ya no se regenera. Al morir nos hinchamos, cada minuto nos vamos descomponiendo. Muchos de los que estarán en su despedida, en silencio, se vengarán de su altivez con pasamientos soeces sin entender que ya ella descansa y a ellos les tocará volver a esa ardua espera de la que nadie escapa.

Ver la desproporción de su rostro me afecto, Los pliegues tan marcados me hicieron pensar en mí. Nunca prevés cómo terminarás.

La situación me hizo revivir un sin fin de experiencias. Pensar cómo nos enfrentamos a tantos peligros sumergidos en la vulnerabilidad. Siempre exigiendo una prolongación que no existe, con un dualismo de egos y banalidades.

Lo vi en él, al expirar todo es llanto y recordatorio. A las semanas olvido. A partir de ese momento no sufría por la pérdida, sufría porque se va quedando solo. Una y otra vez se lo escuché decir. Primero cuando murió su hermana, luego cuando murió su padre.

“No me llamará el día de mi cumpleaños”. “No me dará el consejo necesario”. “Por estas fechas me regalaba…”.

Ahora por supuesto dirá que su madre era la única que le soportaba porque a Sergie nadie lo soportaba. Aprenderá o enloquecerá en el piso, quedan las anécdotas, las fotos. Con la muerte de su madre la historia ha finalizado. Era la última que se esmeraba en propagarla.

Cerrar la historia de su familia le supondrá sumergirse en la nada. Lamentará como siempre lo decía no haber hecho más. Seguramente creería que era alguien de quien desprenderse para crecer cuando en realidad era una especie de brújula que no lo dejaba extraviarse más. Ahora muchas cosas se eternizarán. Ahora cada pensamiento se pondrá a prueba.

En el funeral no había casi nadie, se oían algunos comentarios que eran pequeñas referencias, toda una vida resumida a este grupo falto de realismo y lleno de mezquindad. Qué iba a pensar su madre que un extraño estaría allí participando en una conversación con monosílabos tranquilizadores, agilizando el proceso para su viaje feliz. Interpretando todo ruido y vibración en un silencio abrupto que llegaba de repente.

Él me agradeció al final estar, en realidad no estaba allí por él. Caminamos detrás de la carroza. Algunos familiares parecían apresurados. Hacían comentarios relacionados con el clima de la ciudad. Decían que volverían un día a pasar sus vacaciones por las excelencias del bufet libre de un hotel.

Tantas tumbas; nos abrimos paso entre historias. Vi algunos nombres, algunas fechas, unos más jóvenes que otros. Me hubiese gustado conocer a toda esta gente. Pensaba en cuántas cosas hubiesen corregido de estar conscientes de lo que no estuvieron. Flores, rosas, algún que otro objeto con significados que trataba de entender.

Haciendo un reexamen de mí mismo, a sabiendas de que repetiría aquel viaje que ahora seguía, me pregunté cuándo y por qué.

De repente la carroza se detuvo. Dos hombres bajaron y expresaron sus condolencias. Sacan con cuidado la urna y la depositan en… sellando la entrada rápidamente. Mi amigo se vino estrepitosamente abajo, todos los demás se van, lo miro desde lejos pensando inevitablemente en nuestra suerte.

 

El regalo

Ha sido paciente, no tendrá que esperar mucho, la fila disminuye y se acerca. Para que le den el regalo tiene que hacer lo que le digan. El hombre del megáfono los trata como a niños. Apela a las emociones antes que a la reflexión.

Les recuerda que todos van a tener lo que quieren si repiten el procedimiento y respetan sus leyes. Cada vez son más los que llegan, cada vez son más lo que se arrastran. Fuera de este espacio no pasa nada, todos lo saben, estuvieron encerrados en sus casas, mirando pasar de vez en cuando a alguien por la calle.

Desde lejos se preguntaban quién era el uno y quién era el otro, por las vestimentas, por las actitudes, por lo que traían del mercado.

Los seres y las cosas evolucionan por combinaciones.

Hay ejecutivos, putas, alcohólicos, ancianos pervertidos que hacen exhibicionismo, hombres con disfunciones eréctiles. Hay predadores sexuales fichados por los servicios secretos. Hay niños corriendo por un sendero hacia una cueva dibujada en la roca, hay sexo y estafa.

Se logra conectar con su esperanza, disuade a los que se tornan impacientes para que se queden.

No era el instante para desviar la atención de lo que es verdaderamente importante mediante la inundación repetida de informaciones insignificantes. Al avanzar en la fila hacia el regalo, aplicar una ley drástica podría traer descontento. Quieren recuperar su simplicidad con prudencia a pesar de la seducción terriblemente intensa que él había estado imaginando. Siente que hay poder en el obsequio. Necesita emplear el máximo cuidado y cautela si quiere poder abrigar la esperanza de alcanzar la meta.

Lo indispensable es el regalo, la tranquilidad, la no agresión estaba justificada aunque el odio brotase por los poros.

Cajas pequeñas, medianas, grandes. Sueños dentro de las cajas. El silencio absoluto ante el misterio de no saber qué. Buscaban una noción por las formas pero no detectaban nada. Sacrifico su día, su voto. Dejo de pasear al perro. Quería un obsequio duradero, que le diera una respuesta absolutamente segura, un porvenir.

Se reconocía en un estado hipnótico presa de sus sueños, frotaría para crear una reacción y después de un destello lo tendría. Él aseveraba a su vecino con una vehemencia desmedida esa posibilidad, ilusionado.

Se logra conectar con su esperanza, disuade a los que se tornan impacientes para que se queden, lograr abrir la puerta inconsciente a las ideas que necesitan para fortalecer la fe, con deseos y anhelos. Lo abrazan, lo besan como si fuera pequeño. Se pierde entre las emociones del regalo visualizándolo, proyecciones imaginativas en colectivo, casi pueden tocarlo entre todos.

Dos, tres, cuatro metros más cerca. Hay una gradualidad exacta en el avance, finalmente llegan, con manos entorpecidas busca a tientas, cogen el regalo y lo abren. Tendrán por fin la posibilidad de distinguir sus formas, gritan alegres, se abalanzan unos contra otros. Entretenidos se limpian la cara, se tapan los oídos, se convencen de no ver lo que ven; mientras la emoción comienza a diluirse, se empieza a formar otra fila.

 

Metamórfico

Era un cerdo pero mutó, ahora construye su realidad desde los medios: blogs, tv, chat, internet, e-mail, mensajes de texto. Esa idea rompió en sus sueños, con un sobresalto entre la sudoración, ser un personaje.

Antes comía del lodazal pero su expresión oral ha cambiado con otra alimentación. De momento utiliza todas sus fuerzas para renovarse, piensa en terminar antes del verano.

Ha invertido horas y esfuerzos, ya pasó aquel momento en que nadie le prestaba atención.

Cuando tenía veinte años entró como aprendiz de Brouc, un viejo analista reconvertido. Ahora el camino hacia la puerta tiene forma de embudo, expansionándose. Resultaba imposible llegar hasta el final sin pasar por la angustiosa afección de la metamorfosis. No podrá vivir más que por un doble movimiento de rotación que busque el Ángulo. Poco a poco aprenderá a desplazar a todo el que intente sacarlo de curso hasta llegar a la salida.

Para terminar con su antigua apariencia cuelga en público: patas, pierna y costillas, intestinos, hígado, paleta. Ha creado un museo para exponerse. Se regocija de su evolución, los restos se los deja a los carroñeros. Lo interrogan preguntándole sobre el proceso, él especula articulando una gramática que se vuelve creíble, suelta dinero, les ve arrastrarse, venderse, aprobarle en todo.

Se está convirtiendo en un mito en medio de las náuseas que se produce a sí mismo. No va a dar remedios, de momento concentra todo su esfuerzo para llegar a poseer la inteligencia y el estilo de Brouc —el dédalo de la ordenación.

Cuanto más se enfrentó al cerdo que llevaba dentro más siente el efecto de la conmoción. Ahora sabe que sabe y no actúa sólo por instinto.

El cerdo ha triunfado ante la realidad humana con un nuevo modo de conocimiento que no existe.

Surgen ansiedades, delibera razonando entre las matemáticas. No sólo cambió de grado, cambió de naturaleza. Escucha vítores, un desorden en una amalgama de gritos. Sabrá de quién abusar al sentirlos frágiles y arrodillados. Exigirá favores que no cumplirá pero sí cobrará por ellos.

Seguro desde su altar se vuelve déspota y soberbio. Es la envidia del resto. El progreso lo es todo o la vida no es nada, suele decir. Sólo uno podrá triunfar y consagrarse.

La carrera se vuelve férrea, la multitud al final lo ha elegido.

La salida se le abre triunfal y sin restricción, con el objeto multiplica los tanteos. Ya sabe cómo elevarse ante todos. En el otro mundo de los sueños descubre cómo se cometieron los crímenes de engaño.

Teniendo todos los caminos sin caminos él marcha a cualquier lugar divirtiéndose en su arrancia, un deslizamiento, la no pertenencia.

Esté listo, especulará entre nuevos instrumentos y nuevas sintaxis. Producirá otra realidad sin haber vivido ni experimentado nada.

Se postula, así, como el más ingente producto de los medios.

El cerdo ha triunfado ante la realidad humana con un nuevo modo de conocimiento que no existe. Sólo sabe hablar de objetos, poses y alumbramiento que se le ofrecen a través de restos orgánicos.

Juan Carlos Vásquez
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