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Dos cuentos de E. J. Valdés

sábado 17 de marzo de 2018
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Guter Welpe1

Cuando Omar regresó de la universidad, su madre ya lo aguardaba en la puerta, acompañada por un perro labrador que, alegre, sacudía la cola.

—¡Vaya! Por fin adoptaste el perro que querías —dijo él.

—¡Sí! Nada más que es niña. ¡Mírala! Está preciosa, ¿no?

—¡Divina! ¿Cómo se llama?

—Scout, porque trabajaba en la policía.

—¿En la policía? ¿En serio? ¿Y cómo está eso? —preguntó el chico mientras rascaba las orejas de la canina.

—No me vas a creer pero cuando fui a la plaza por el mandado vi un módulo de la Policía Federal, me acerqué a husmear y resultó que estaban dando en adopción a sus perritos jubilados. Ya sabes: los de las brigadas de rescate y todo eso…

—¿De verdad?

—Por mi virgencita que así fue.

—¡Órale! Qué curioso… Oye, ¿y no te dijeron qué hacía Scout cuando estaba en la policía?

En ese momento la perrita se sacudió y, como si alguien la llamara, corrió al interior de la casa. Madre e hijo fueron tras de ella, escaleras arriba, y la encontraron en la habitación de Omar. Olfateaba con peculiar interés uno de los cajones de su tocador y ladraba victoriosa. La mujer, extrañada, abrió el compartimento y, tras meter la mano bajo un montón de calcetines, extrajo una bolsita llena de polvo blanco. Al darse la vuelta, descubrió a su hijo más pálido que un muerto.

—Narcóticos —dijo ella—. Estaba en la división de narcóticos…

 

Emergencia dental

Lo despertó el teléfono junto a su cama.

—Doctor, necesito que me atienda. ¡Es urgente!

—¿Pero qué carajo..? ¿Y usted quién se cree que es? ¡Son las tres de la madrugada! ¡Llame por la mañana y haga una cita!

—¡No, no, no! Yo no puedo ir a consulta durante el día…

—Entonces busque otro.

—¡Se lo suplico! En el directorio dice que usted es odontólogo y que atiende emergencias. ¡Necesito su ayuda ahora mismo!

—Anuncio del demonio… ¡Vale! Venga al consultorio, pero le advierto que si no llega en veinte minutos…

—Estaré allí en cinco.

Colgó. Y fue puntual.

—Veamos… ¿Cuál es el problema?

Cuando el paciente abrió la boca, el médico se topó con unos colmillos largos y puntiagudos como los de un animal. Tragó saliva.

“Así que por eso no podía venir de día…”.

Sin querer delatar su miedo, procedió con la inspección. Encontró que uno de estos letales dientes presentaba una fractura cuya sola visión resultaba dolorosa.

—No le di a la aorta y mordí la clavícula —explicó el vampiro, avergonzado—. Por favor, no me juzgue: soy nuevo en esto…

E. J. Valdés
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Notas

  1. Buen perrito
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