XXXVI Premio Internacional de Poesía FUNDACIÓN LOEWE 2023

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Ildefonso Babel

martes 29 de marzo de 2022

La reunión se había complicado de tal manera que alguien sugirió llamar a don Ildefonso para que pusiera los puntos sobre las íes y aclarara de una vez el camino que debía seguir la discusión de tan importante tema. Se trataba de todo un personaje que decía conocer a fondo cualquier tema relacionado con la integración, ya fuera éste de aranceles o aspectos tributarios, que era el nudo de nuestra discusión.

Cuando entró todos lo saludaron. Yo también, para qué voy a hablar babosadas, y el señor se sentó mondo y lirondo en el sitio de quien presidía la sesión. De repente oí un zumbido ronco y don Ildefonso movía las manos como quien explica algo. Puta, me dije, tengo que poner atención porque no escuché ni mierda. El zumbido se repitió: Bzzzuuum Rataclammm zum zum y el movimiento de manos como cuando uno pretende aclarar algo. Ratazuuum micolaam Zuunn Zumm. Todos lo veían con increíble atención y yo paseaba la vista por los rostros de cada uno de mis compañeros tratando de captar algo de sus expresiones, pero nada. Todo el mundo estaba callado viendo a don Ildefonso con una marca de tortura en sus rostros, sin saber qué hacer, si reír, hablar, carraspear o cualquier cosa que pudiera reflejar a don Ildefonso que en algo lo comprendíamos.

Lo que don Ildefonso quiere decir, dijo Josué, es que el convenio debe estar terminado este mes para que los ministros lo aprueben. Puta, me dije, ahora sí estoy hecho mierda. Este cabrón entendió todo y yo nada. ¿Será que a mi edad los oídos comienzan a fallar? ¿O a lo mejor no estoy metido de lleno en estos asuntos? Pero cuando vi la expresión de alivio en varios de mis compañeros me sentí feliz. ¡No era el único sin entender!

Don Ildefonso ha sido bastante claro (tu madre, dije para mis adentros) con sus explicaciones.

Don Ildefonso continuó su perorata: mizzzicuum rrroouuinn bazziuuu mercomuuun. Puta, al fin, me dije, creo que dijo mercomún. La sonrisa que adornó mis labios fue espectacular. ¡Había entendido una palabra! El singular personaje se volvió hacia el presidente de la sesión y le dijo Mizzizzicuumm trrraerrtui mizzicumm bazzazaass y el presidente movió la cabeza negando. Cómo, dijo don Ildefonso, Mizzizzicuumm trrraerrtui mizzicumm bazzazaass y entonces vi al presidente con los ojos muy abiertos asentir rápidamente ante la afirmación de don Ildefonso que se levantó moviendo al mano en señal de despedida.

Bueno, dijo Plinio, espero que hayan resuelto sus dudas. Don Ildefonso ha sido bastante claro (tu madre, dije para mis adentros) con sus explicaciones. Yo creo que vamos por el camino correcto y la distribución de capítulos es la más adecuada. Este convenio debe estar listo para la semana entrante si queremos cumplir con el mandato de su firma en junio. Vidal miraba al cielo como queriendo encontrarse con un espíritu salvador, Juan torcía la boca en un rictus impresionante, las mujeres se reían una con otras, Romeo trababa los ojos tratando de ver su mente para aclararse un poco. En fin, escuchábamos las explicaciones inventadas por Plinio porque no podía ser de otra manera: ¡las estaba inventando el cabrón para no dar su brazo a torcer! Y pretendía ser el intérprete de aquel personaje que soplaba sus pensamientos pero no lograba articular una frase coherente. ¿Cómo podía caminar todo bien si el guía era el mudo? Sí, mudo, porque los sonidos ininteligibles que brotaban de su boca sólo podían ser emitidos por un mudo tratando de no serlo.

Al final la reunión llegó a feliz término (pero porque nos sentimos felices de terminarla) y nos fuimos a tomar un par de tragos para tratar de mitigar la frustración de no comprender el idioma de don Ildefonso. Entonces Vidal contó de la vez que viajó en barco con ese personaje… aquella vez, muchá, se nos vino encima una tormenta hijeputa que movía el barco como si don Pedrito estuviera mezclando ron con coca cola para servir un cuba libre. La verdad, creí que íbamos a naufragar. Esa fue la primera vez que vi a don Ildefonso. Trataba de comunicarse con gente de tierra para pedir ayuda, pero yo sólo lograba escuchar ¡¡efftá zzovbiemdooo!! Y la voz por radio decía Ildefonso, Ildefonso, por favor comuníquese a la base; Ildefonso, Ildefonso, favor comunicarse a la base, cambio. Y don Ildefonso tomaba la radio y decía fffiuummann, fffiuummann, rrrouunmingo… y al otro lado la voz repetía: don Ildefonso, don Ildefonso, favor comunicarse a la base. Fffiuummann, fffiuummann, rrrouunmingo. Yo lo veía azorado y él movía las manos como cuando uno platica con la traída tratando de convencerla ¡fffiuummann, fffiuummann, rrrouunmingo! Y ni a putas entendían. Al final perdí las esperanzas cuando escuché la voz por la radio que decía no nos oye, hay mucha interferencia… Ojalá que no anden por el Triángulo de las Bermudas, porque esos sonidos podrían ser de extraterrestres…

Al final el Señor nos envió la calma. Como por arte de magia apaciguó la tempestad y pudimos llegar a nuestro destino. No supe, la verdad, si tanta belleza se debía a que los soplidos, eructos y sílabas incoherentes de don Ildefonso habían confundido a los dioses del mal, o si Dios se apiadó de él por el esfuerzo realizado.

Nosotros escuchábamos la historia y a alguien se le ocurrió, no sé si a Juan, Vidal, Romeo… bautizar a don Ildefonso. Al fin y al cabo no sabíamos su apellido, ni se lo preguntábamos, suponiendo que la respuesta sería algo así como Piiunnteerl. Desde entonces, debido a la confusión de lenguas que salen de su persona, para nosotros es, ni más ni menos, don Ildefonso Babel.

Antonio Cerezo Sisniega
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