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Juanita Banana

sábado 23 de abril de 2022
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I

De repente lo hizo. Se tiñó el pelo de amarillo. Pero de un amarillo como el que tienen las bananas maduras antes de ser compañía de cereales. Aunque con esas tiras negras más parecía una banana majunche, de calidad inferior o deslucida, o como dicen por ahí una especie de butuco por ser gruesa y de poca altura. En fin, el colorcito es lo de menos pero ella se sentía radiante, europea, de países nórdicos o quién sabe qué cosa, pero no dejaba de ser esa especie de butuco con las hebras de su pelo teñidas de amarillo.

Así siento como que las ideas fluyen más, dijo, y se puso a elaborar un correo electrónico para sus amigos abogados indicándoles de sus estudios de posgrado, de su tesis de doctorado en banalidades, su vida en la playa donde quiera que no, luciría su blondo cabello recién cambiado por sugerencia de algún enamorado. O enano morado, la verdad no sé, pero irradiaba felicidad.

Como nadie le hizo caso, empezó o continuó porque la verdad no para de decir o hacer sandeces, aludiendo al compañero que se fue a una beca y no debiera haberlo hecho por no ser trabajador de planilla, atosigar a la compañera nueva porque necesitaba su silla, como si de esta manera fuera a poner una nalga en una y otra en la otra.

Juanita Banana es un personaje sui géneris cuyo destello amarillo se ve a varias cuadras de distancia.

Cuando comenzó a quitarse los zapatos y rascarse los pies llenos de hongos, entonces sí dijimos ya se jodió la cosa porque el olorcito inundaba la oficina. Pero entonces comenzó a hablar por teléfono con alguien que supuestamente es abogado y hablando en voz baja pero audible amenazaba a los hombres de la oficina con llevarlos al juzgado del feminicidio y a las mujeres por la vía normal.

Entonces llenó varias hojas con acusaciones falsas, elevó una queja al Ministro, se peleó con el Viceministro y con todos los compañeros habidos y por haber, diciendo que ella es una profesional y que se comporta como tal, por lo que elaboró varias demandas contra sus compañeros y las hizo circular entre su círculo de abogados.

Juanita Banana es un personaje sui géneris cuyo destello amarillo se ve a varias cuadras de distancia, que se quita los zapatos en la oficina para rascarse los pies, que demanda a más no poder a cuantas personas puede, que se halaga constantemente a sí misma diciendo que es licenciada, doctora, magister y cuanta pendejada reparten las universidades, que menosprecia a sus compañeros y hace hasta lo imposible por quitarles la paz y la tranquilidad.

Juanita Banana es un butuco hecho y derecho, majunche por antonomasia, aunque se tiña el pelo de amarillo, rojo, blanco, o cualquier color del espectro luminoso que nos rodea.

 

II

De repente comenzó a balbucear. Ya no le cabía por ningún lado ese órgano muscular situado en la cavidad de la boca de los vertebrados, que sirve para gustación, deglutir y modular los sonidos que les son propios: la lengua.

Entonces, para no tropezarse con ella dispuso mejor guardarla y buscó, como arpía, dónde depositar tan infalible músculo utilizado para atormentar a la gente.

Cuando vio el posible recipiente manifestó su inconformidad: un mueblecito con dos gavetas no era suficiente para almacenar ese instrumento. Quería otro y buscó a quién quitárselo, pero por más que hizo no le fue posible. Montó en cólera y presentó su queja: nadie le ayudaba a enrollar la lengua y mucho menos a guardarla.

—¡Qué desconsiderados son! —gritó hecha un energúmeno—. Pero me la van a pagar…

Cuando al día siguiente llegó con esa cara atormentada y el carácter chorreándole por la lengua, todos pensaron que se había tropezado con el instrumento que le sirve para vociferar.

Pero no, lo que pasó fue que brotaron en ella el desconsuelo, la furia, la intransigencia contenidas, configurándole el rostro que enseñaba.

 

Como el alma es lo más valioso que tiene el ser humano, haré un negocio fenomenal.

III

Ella decidió vender su alma al diablo pensando que era buena pero incomprendida y le hacía falta dinero para ayudar a los niños de su escuela.

El diablo se presentó en forma de mujer, de tal manera que ella la vio con indiferencia.

El diablo es hombre, pensó, o debe serlo, y no entiendo el porqué de la presencia de esta tipa. Como se cree inteligente, educada, con títulos universitarios inventados, piensa hacer negocios conmigo. Según ella, porque yo lo que quiero es venderle mi alma al diablo. Como el alma es lo más valioso que tiene el ser humano, haré un negocio fenomenal.

Cuando vio la planta de la diabla, con pelo pintado, vestido de manta, zapatos hombrunos, piel descolorida levemente matizada por colores inventados, se preguntó indignada: ¿cuánto podrá dar esta pobre diabla por mi alma?

—¿Por qué no vino el diablo? —preguntó.

—Yo soy la diabla —dijo con voz ronca y solemne.

—Pero usted no es el príncipe de las tinieblas —dijo—. Usted no es más que una mujer mal vestida, ignorante, presumida, pendenciera…

—A tal alma tal diablo —contestó—, hagamos el negocio.

Antonio Cerezo Sisniega
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