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El tren

jueves 9 de febrero de 2023
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Bullicio enorme, indescriptible. Pulular de personas impresionante. Rostros enmarcando risas matizadas de satisfacción y de alegría; ojos cubiertos de lágrimas, expresando angustia y tristeza. Carreras y gritos; entes mudos, absortos en sus cavilaciones. Contraste tremendo de la vida: felicidad y pesadumbre. Luz tenue de estación absorbiendo variedad de expresiones, pensamientos, sentimientos. Susurro de tren que llama la atención del enjambre para decirles que está ahí, presto a sacarlos de ese lugar para mostrarles cosas diferentes, bellas y espectaculares en su recorrido hacia las cumbres y en el descenso vertiginoso hacia los valles. Silbato que suena cual lamento quejumbroso anunciando la partida; carreras, abrazos, risas, llantos. Marcha que se inicia lentamente, paso a paso, hasta salir de la estación. Techos rojos, casas y edificios que se quedan; nostalgias que se acumulan en los pechos, recuerdos que van desapareciendo unos tras otros…

Inmensas llanuras, belleza de los árboles, azul del cielo: elementos que transcurren uno por uno otorgando descanso espiritual. Ascenso lento hacia la cumbre, rumbo al cielo azul, matizado por llanuras, por ríos que recorren las entrañas de la tierra, endulzado por el trino de los pájaros que saludan llenos de alegría y de ilusión el paso lento pero constante del ferrocarril. Pláticas de personas que se esconden por caminos recónditos; unos buenos, otros malos; todos llenos de enseñanza y de sapiencia, destinados a engrandecer la existencia. Se ve a través de las ventanas animales paciendo, aves que vuelan libremente, sol esplendoroso que calienta el alma… murmullo adormecedor de ferrocarril, constante; espíritus que vuelan a través de los cielos en ascenso incontenible hacia las nubes, que cual alfombras de felicidad esperan anhelantes a los hombres que se debaten entre viajes, cuitas y alegrías en busca del destino. Recorre lentamente todos los caminos, sobre rieles; pasa por las tomas de agua, por los valles esplendorosos y por los desiertos, y busca, con paso lento, seguro, la última estación. En sus entrañas se mueven las personas; se ven unas a otras con curiosidad, con envidia, con amor las menos de las veces. Unos lloran, otros ríen; todos forman un bullicio enorme: los que comen un mendrugo y los que hacen gala de manjares deliciosos, suculentos. Estaciones intermedias donde algunos bajan para que otros suban; el tren se alimenta para recuperar las fuerzas gastadas en el camino. Quedan atrás todas las pequeñas escalas; con sus buenas y sus malas experiencias, con su ayuda constante para encontrar el destino. Continúa el camino con sus ascensos y sus descensos; con mucho sol y abundante lluvia, con el suave arrullo de los pájaros y la caricia tremenda del viento. Soporta tempestades y truenos y sigue con ronco sonar su camino, levantando gente alegre, triste, vacacionistas, trabajadores; niños que con sus risas y sus bullas le arrancan pétalos de felicidad a la existencia; ancianos que rumian los años vividos y que buscan el final de sus días.

Después de altos y bajos, de vientos fuertes, de lluvias torrenciales y de lloviznas, el largo recorrido va llegando a su final, con el ronroneo de ruedas cansadas y el lamento estridente de su pito. La última montaña está a la vista; el tren asciende cansado hacia las nubes y desciende pletórico de dicha hacia el valle verde de árboles frondosos que saludan su paso con delicia, llenos de felicidad por su arribo a la estación; la última estación, la del descanso final. Luces que se ven ya; imponente edificio que saluda majestuoso al tren que se aproxima. Aullido de felicidad que el ferrocarril emite y que se escucha hasta el último confín de la tierra; frenos que chirrían, pasajeros que callan y observan: las luces esplendorosas, el enorme edificio, los bancos donde descansa la gente que con sus rostros felices ve llegar a los viajeros.

El tren detiene su paso. Las personas se levantan de sus asientos trémulas de felicidad unas, por la alegría de ver de nuevo a sus parientes y amigos; tristes otras por haberlos dejado tan lejos. Descienden entre bullas y carreras, entre risas y cuitas; se pierden por las calles y avenidas deliciosamente iluminadas. El tren emprende el regreso en busca de los entes que lo esperan; ansiosos de emprender el viaje unos, forzados otros a hacerlo…

Antonio Cerezo Sisniega
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