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El teatro del 27. Algunos nombres olvidados

lunes 27 de noviembre de 2017
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Federico García Lorca
García Lorca defendía que el teatro es el arte más valioso para comunicarse con el público e influir en la sociedad.

El teatro, según Federico García Lorca, “es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso”.1

A juicio de Luis Cernuda, no debemos crear un “teatro de masas” y sí recuperar el “Gran Teatro”.

El panorama teatral español presenta un panorama tan amplio como complejo, no reductible al drama burgués realista de Benavente y sus seguidores, ya que junto a éste surgen otras dos clases de teatro: el mal llamado “teatro poético” y el heterogéneo subgénero de la comedia costumbrista.

En los años 20 y 30 se evidencia un cansancio de las formas teatrales vigentes, irrumpiendo nuevas aportaciones o formas teatrales (este hecho nos lleva a afirmar que lo que algunos críticos y estudiosos señalan es totalmente cierto: el teatro en el siglo XX es el género literario que menos aportó al conjunto de la cultura europea).

A juicio de Luis Cernuda, no debemos crear un “teatro de masas” y sí recuperar el “Gran Teatro”. En un artículo, parte de una serie titulada Sobre la situación de nuestro teatro, publicada en El Mono Azul (14 de octubre de 1937) —serie referente al Teatro de Arte y Propaganda de reciente creación, dirigido por María Teresa León—, Luis Cernuda se lamenta de la mediocridad del teatro contemporáneo, achacable en parte tal vez a la guerra.

Dejemos los posibles frentes sobre la necesidad o no de un “nuevo teatro” y tratemos todo lo concerniente a las figuras de los años 20 y 30 (la denominada “generación del 27”). Muchos son quienes integran en esta nómina de autores a grandes de la talla de Miguel Hernández o José Bergamín, así como mujeres como Concha Méndez o María Teresa León.2

Autor del 27 es Alberti, quien escribe De un momento a otro (1939), El trébol florido (1940), El adefesio (1944), La Gallarda (1945), Noche de guerra en el Museo del Prado (1956) y La lozana andaluza (1963), adaptación teatral de la famosa novela picaresca de Francisco Delicado (tanto en El hombre deshabitado como en Fermín Galán el poeta gaditano se lanza a la acción política y a la propaganda marxista a través de la literatura y la poesía de protesta o de denuncia sociales, a favor de los campesinos y obreros).

Teatro político y teatro poético son las dos ramas o modalidades en las que trabaja el autor antes citado. Fermín Galán, De un momento a otro y Noche de guerra en el Museo del Prado entran dentro de la modalidad política. Por otro lado, El trébol florido, El adefesio y La Gallarda son muestras de teatro poético.

Max Aub es otro de los nombres ilustres dentro de la dramaturgia, aunque debiéramos reseñar otros menos conocidos como el de Rivas Cherif (hombre muy ligado a Lorca y por tanto al teatro del 27) en ese intento de renovación del panorama teatral. Mucho se ha dicho de la posible influencia de Rivas Cherif en El público, de 1930 (el poeta granadino conocía la obra Un sueño de la razón, estrenada un año antes por la compañía Caracol, de la Sala Rex, y cuyo argumento gira en torno al amor homosexual de dos mujeres).3

Teatro comercial e innovador mostrarán distintos enfoques y objetivos por parte de quienes cultivan uno u otro. Pero, en la década de los 30, el teatro que se representaba solía consistir en obras satíricas y de divulgación bélicas, sobre todo en un acto, y llevado a las tablas por nombres tales como Rafael Alberti y María Teresa León. No en vano, muchos escritores escribían sus obras para que fueran representadas por la compañía que ambos dirigían, tales como Santiago Ontañón, Pablo de la Fuente o Germán Bleiberg.

Cernuda hizo incursiones en el ámbito teatral. Así, El relojero La familia interrumpida fue escrita por Cernuda a finales de 1937, entre noviembre y diciembre, ya en Madrid, de vuelta de su estancia en Valencia. Allí, en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, probablemente entre el temor de los bombardeos y en una noche fría, entre los que posiblemente se encontraban Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León, Serrano Plaja y Santiago Ontañón, entre otros.

Aparte de los autores citados no debemos pasar por alto la labor de otros nombres como José Bergamín (nombre no tan tratado por parte de los estudiosos) ni tampoco la desempeñada por numerosas mujeres (hoy en el olvido) y que son consideradas por gran parte de la crítica como miembros de todo derecho de la denominada “generación del 27”.

Aunque la crítica encuadra al citado en el Novecentismo, estuvo presente en casi todas las empresas culturales de los autores del 27. Escribió en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Cuadernos de Madrid, así como presidió en 1937 en Valencia el segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, que reunió a más de un centenar de intelectuales llegados de casi todas partes del mundo. Editor de varias obras de los integrantes de la generación que ocupa nuestro estudio, en México fundó la revista España Peregrina, que recogió las aspiraciones de los escritores exiliados, y la Editorial Séneca, donde aparecieron las primeras Obras completas de Antonio Machado, obras de Rafael Alberti, César Vallejo, Federico García Lorca y Luis Cernuda, entre otros.4

No olvidemos la gran labor llevada a cabo por mujeres olvidadas, tal es el caso de Ernestina de Champourcín, Concha Méndez o María Teresa León, entre otras.

Interesante es la labor de los autores del 27 en pro de renovar un género desgastado. Tanto Federico García Lorca como los integrantes de su generación (“generación del 27”) trataron de acercar el teatro al público.

De María Teresa León debemos saber que dedicó la mayor parte de sus esfuerzos durante la guerra civil a su actividad teatral como subdirectora del Consejo Central del Teatro y responsable del Teatro de Arte y Propaganda, “Las Guerrillas del Teatro” en el Ejército del Centro, así como de diversas empresas teatrales (siendo directora, dramaturga, actriz o colaboradora fundamental para llevar a escena obras como Los títeres de Cachiporra, de García Lorca, y La cacatúa verde, de Arthur Schnitzler).

En definitiva, a finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce en España la renovación del arte dramático que sucede en otros países gracias a la obra de directores y autores como Stanislavski, Gordon Craig, Appia, Chéjov o Pirandello.

Interesante es la labor de los autores del 27 en pro de renovar un género desgastado. Tanto Federico García Lorca como los integrantes de su generación (“generación del 27”) trataron de acercar el teatro al público y defenderán que el teatro es el arte más valioso para comunicarse con el público e influir en la sociedad (lo harán en tiempos difíciles).

Sirva este artículo para reconocerles su trabajo, a la vez que demos voz a nombres de figuras olvidadas como Bergamín, María Teresa León o Concha Méndez.

Rafael Bailón Ruiz
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Notas

  1. García Lorca, F., “Charla sobre teatro”. Obras poéticas III, Teatro, Círculo de Lectores, 1998, pp. 254-257.
  2. Díez Canedo, E., Artículos de crítica teatral. El teatro español de 1914 a 1936, 4 vol., México, 1968 (véanse especialmente las partes I-IV).
  3. Gibson, I., Federico García Lorca (Vol. II). Barcelona, Grijalbo, 1985, pp. 156-157.
  4. Gurméndez, C., “La irreductible personalidad de José Bergamín”, El País Semanal, 292 (14 de noviembre de 1982), p. 14.
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