Cuatro poemas
Antonio Vela López
Mil noches
En mis sueños
siempre ocurre
que me queda
algo por decirte
—lo más importante—,
o nunca entiendo
qué significa
que tú aparezcas en ellos
y me hables, me acerques tu mano,
e incluso me beses.
Sólo sé
que algunos sueños
nos adelantan
lo que nos va a suceder,
y no conocen ni el tiempo
ni las esperas que duran
mil noches
Sin fin
Si por casualidad me ves
caminar hacia atrás
chocando y arrollando
a los más desprevenidos,
no intentes detenerme.
Estoy viajando al principio
de mis incertidumbres
en uno de esos viajes sin fin
siempre en contra
de nosotros mismos.
La decisión
Si de pronto te das cuenta
que empiezo a contarte mis cosas,
y que todo lo que me preguntas
te lo respondo.
Si de pronto te das cuenta
que tu curiosidad está siendo recompensada,
y que eso que nunca hubieras imaginado
saber de mí lo conoces.
Si de pronto te das cuenta
que voy enseñándote mis sueños
y que te vas convirtiendo en la guardiana
de mis secretos, de mis mentiras y miedos,
no pienses que algo ha cambiado
o que algo empiezo entre nosotros.
Únicamente he decidido
tomarte como mi biógrafa.
El beso
La última gota de mi semen
cuando mi cuerpo ya esté seco,
quiero que sea para ti.
El último verso que escriba,
cuando mi mano ya se haya detenido,
quiero que sea para ti.
La última imagen que contemple,
cuando mis ojos ya estén ciegos,
quiero que sea para ti.
Y también el último susurro que escuche,
el último aroma que huela,
y el último libro que vaya a robar.
No quiero ser más
un espectador de lo que me ocurre,
ni tener que sacar otra entrada en taquilla.
No quiero volver
a preguntar cómo las hormigas
alcanzan un sobreático.
Y ya no me asusta
la posibilidad de que nos convirtamos
tú en rana, yo en sapo.
Porque este es el sol soñado,
y sólo puede traer sueños,
hoy me voy a atrever a besarte.