Tatuaje de fauno
Leandro Calle
(Nota del editor: Hace apenas unos meses apareció, bajo el sello de
El Francotirador Ediciones, el libro Tatuaje de fauno, del jesuita
argentino Leandro Calle. Prologado por Elizabeth Azcona Cranwell y Adolfina
Mondín, este libro de 56 páginas, del que hoy ofrecemos algunos textos,
representa una válida muestra del trabajo del taller El sello, el
cráneo y la sed).
Ídolo
Un relámpago la carne.
Nosotros
una vasija oscura.
Descansa el agua primordial.
Una grieta asoma
intersticios de otra sed.
Romper la vasija
quebrantar el barro
poseer el secreto.
El agua desnuda
y un pudor obligado
buscarán en la arcilla
un vestido nuevo,
el soplo es el mismo.
Alquimia
No volverán las sombras.
Conserva mi promesa como una intermitente caracola.
Voy a poner a hervir en un caldero el mediodía
para que huela a sol toda la casa.
Maldición al olvidador
Con los pies de tus abominaciones
te eternizarás
pisoteando la mugre carcomida
y el dejo de las lágrimas.
Los murales de acedía que tejieron la vida
nunca te habrán tocado.
Te acordarás en silencio de los silencios.
Te robarás los ojos
para esconderlos en tus bolsillos
y llorarás tierra.
No te tocará el aroma de los jazmines
porque tus ojos
se cerraron para siempre
en la suma de dolores que causaste.
El espejo de tu misma ponzoña
te cobrará juicio a juicio
cheque a cheque
y pago a pago.
El dolor
la impotencia
la humillación y el miedo.
Tatuaje de fauno
a Nancy
I
Ella tiene un refugio
con una voz secreta proferida por un fauno.
Ya no duerme.
Ella me dijo que tirara de la punta del ovillo.
El fauno le da miedo.
Hay que matar al fauno.
Tomé el hilo y tiré:
y vientos
y caricias de piedra
y susurro febril
y sus cuatro años
y el esperma inacabable
la toalla blanca
olvido.
Olvido es la palabra imposible.
Hay que vivir con el fauno.
Ella me dijo que tirara de la punta del ovillo.
El fauno es un tatuaje que duele
un tatuaje en el alma.
II
Un laberinto se cíerne sobre Creta
el animal, el hilo, el holocausto
son las piezas que articulan este juego.
Cada muro esconde el eco de un lamento
cada piedra socava la esperanza.
III
Ella me dijo que tirara de la punta del ovillo.
Hay que tapar el ultraje con la luz.
El cuerno convocante
¿Acaso no escuché el llamado?
¿El cuerno convocante que despierta?
Ha sido levantado el campamento
la nube se ha esfumado
la tienda del encuentro se traslada.
Yo, que me fragüé en los desiertos
yo, acrisolado de nostalgias
herido de infinito
repleto de ausencias.
¿Por qué estoy a solas con la sed?
¿Por qué me retardas este encuentro?
¿Dónde está la nube poderosa?
¿Dónde la columna de fuego?
Ni siquiera me concedes el dolor.
Tan sólo la sed como lámpara segura.
Armonía
Fragmentos
partículas de hombre
las reliquias de una voz o un canto.
Esta desperdigada relidad.
Instantes.
Rompecabezas de diminutos tiempos
algún borde guardado en un abismo.
Segmentos.
La libertad pegada a la boca de los hombres.
Esta desperdigada realidad
desprendida del pasado
desprendida del todo
engarzada y suspendida
en la imposible tarea
de hacer coincidir el universo.
Fragmentos.
Esta desperdigada realidad.
Pero se tiende como un mantel la noche
y todo se unifica en el poema.