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Una ventanita misteriosamente bella

domingo 23 de septiembre de 2018
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Ignacio Corsini
El tango Ventanita de arrabal fue estrenado el 22 de julio de 1927, en el Teatro Cómico, de Buenos Aires, por el cantor Ignacio Corsini (1891-1967).

A pesar de que me hallo a años luz por debajo de la sapiencia de los expertos en tango, me tomaré el atrevimiento —en cuanto mero gustador de ese género musical— de formular algunas observaciones sobre uno de los tangos más hermosos que en el mundo han sido: Ventanita de arrabal.

Ventanita de arrabal siempre me ha parecido uno de los tangos más encantadores y bellos que me ha sido dado conocer.

A Antonio Scatasso (1886-1956), bandoneonista nacido en Nápoles y fallecido en Buenos Aires, se le debe la composición de la música. La letra pertenece a Pascual Contursi —el mismo autor de creaciones tan célebres como Mi noche triste, De vuelta al bulín,1 Ivette, Flor de fango, Bandoneón arrabalero…—: nació en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) en 1888 y murió en la ciudad homónima en 1932.

Según nos informa, con su precisión habitual, don José Gobello (1919-2013), Ventanita de arrabal fue estrenado el 22 de julio de 1927, en el Teatro Cómico, de Buenos Aires, por el cantor Ignacio Corsini (1891-1967), en la representación del sainete Caferata, obra del mismo Pascual Contursi.2

Reitero que Ventanita de arrabal siempre me ha parecido uno de los tangos más encantadores y bellos que me ha sido dado conocer. Y sigue pareciéndomelo hasta el día de hoy.

Este placer y esta admiración no impiden que me permita formular algunas observaciones —no necesariamente peyorativas— sobre algunos aspectos —digamos— “filológicos” de su letra.

 

Sobre la versificación

Me sujeto a la siguiente convención: la x indica la ausencia de rima; los paréntesis (a) y (B), que la rima es asonante; la indicación en minúscula corresponde a verso de arte menor, y la indicación en mayúscula, a verso de arte mayor.

La letra consta de cuatro octavillas: la primera y la cuarta tienen versos octosílabos, y la segunda y la tercera, hexasílabos.

La primera octavilla posee este esquema de rimas: 8x, 8a, 8a, 8b, 8x, 8c, 8c, 8b. ¡Perfecta coherencia!:

En el barrio Cafferata,
en un viejo conventillo,
con los pisos de ladrillo,
minga de3 puerta cancel,
donde van los organitos
su lamento rezongando,
está la piba esperando
que pase el muchacho aquel.

En cambio, la cuarta sólo tiene rima (asonante) en el segundo, en el cuarto, en el sexto y en el octavo verso: 8x, 8(a), 8x, 8(b), 8x, 8(a), 8x, 8(b):

Ventanita del cotorro4
donde sólo hay flores secas,
vos también abandonada
de aquel día… se quedó.
El rocío de sus hojas,
las garúas de la ausencia,
con el dolor de un suspiro
tu tronquito destrozó.

Veamos ahora las estrofas segunda y tercera. Lo cierto es que sus versos podrían, con mayor fundamento, considerarse dodecasílabos si los desplegáramos en el papel de la siguiente manera:

Aquel que solito entró al conventillo,
echao5 a los ojos el funyi6 marrón;
botín enterizo, el cuello con brillo,
pidió una guitarra y pa’ella cantó.

Aquel que, un domingo, bailaron un tango;
aquel que le dijo: “Me muero por vos”;
aquel que su almita arrastró por el fango,
aquel que a la reja más nunca volvió.

Pues aquí tendríamos un esquema mucho más razonable y regular: 12A, 12(B), 12A, 12(B), 12C, 12(B), 12C, 12(B).

 

La mención del barrio Cafferata es por completo errónea. En dicho barrio de Buenos Aires no hay ni hubo ningún conventillo.

Sobre el contenido

La primera estrofa está dedicada a la piba que, en el viejo conventillo del barrio Cafferata está esperando / que pase el muchacho aquel. Y, aunque no se lo especifica, imaginamos que la piba se encuentra tras la ventanita de arrabal anunciada en el título del tango.

La mención del barrio Cafferata es por completo errónea. En dicho barrio de Buenos Aires, circunscripto por las calles José María Moreno, Asamblea, Riglos y Estrada, no sólo no hay ni hubo ningún conventillo —ni viejo ni nuevo— sino que, por añadidura, es un conjunto muy agraciado de gentiles construcciones.7

Puesto que caferata tiene, en lunfardo, entre otras acepciones, la de cafishio o proxeneta,8 creo que Contursi (o, quizá, el tipógrafo de la imprenta) equivocó el artículo, y empleó el determinado el en lugar del indeterminado un.

Pues, en efecto, si leemos En un barrio caferata, entendemos que está refiriéndose a un barrio de cafishios o, al menos, a un barrio de mala reputación o, para ser más benévolos, a un barrio de clase muy baja.9

Entonces sí se explica que En un barrio caferata hubiese un viejo conventillo.

Tenemos algunos rasgos del conventillo. El adjetivo viejo es —como suele ser el 99,99% de las veces en que se lo utiliza— un mero ripio sin ningún valor semántico. El conventillo tiene pisos de ladrillo (no me parecen mal los pisos de ladrillo, pero acaso hacia 1927 fueran sinónimo de pobreza) y carece de puerta cancel (cuya importancia, o no, se me escapa por completo). Asimismo resulta curioso que los organitos vayan a ese conventillo con el propósito de hacer rezongar su lamento.

Una vez descripto el locus ubi en los seis primeros versos, lo realmente importante es que en él está la piba esperando / que pase el muchacho aquel.

No debemos hacer lo que acabo de cometer yo: no analicemos la letra ni busquemos demasiadas coherencias. Escuchémoslo con corazón abierto y con la debida ingenuidad.

En este punto nos olvidamos de la piba que espera y todo el protagonismo se traslada al muchacho aquel. Se lo caracteriza de variadas maneras: entró solito en el conventillo, con el sombrero marrón echado sobre los ojos, calza botín10 enterizo (ignoro qué clase de zapato es el botín enterizo).11 Ese botín tiene cuero con brillo (con lo cual imagino que cuello es una errata por cuero, pues resulta extraño que, hablando del botín, salte repentinamente al cuello). Tiene, además, habilidades de cantor, ya que pide una guitarra y canta para la piba.

La siguiente estrofa empieza con un desatino gramatical: Aquel que, un domingo, / bailaron un tango. Algunos cantores (por ejemplo, Jorge Casal con la orquesta de Aníbal Troilo, 1952) introdujeron una “mejora” cuyo remedio resultó peor que la enfermedad:12 Aquel que, un domingo, / bailando en un tango. No hay modo de que alguien baile en un tango. Es preferible dejarlo tal como lo pensó Contursi, pues en seguida comprendemos que quienes bailaron un tango no son otros que la piba y el muchacho. Es verosímil que, durante el baile, o poco después, el muchacho le haya declarado su amor a la piba con la frase Me muero por vos.

En cambio, nos resultan misteriosos dos hechos:

  1. El muchacho arrastró su almita (¿por qué almita y no alma?) por el fango: ignoramos por qué ocurrió algo tan terrible: poner en contacto dos elementos tan disímiles como la inmaterial alma y el material fango.
  2. Y nunca más volvió a la reja: ¿a qué reja se refiere? No se había mencionado ninguna reja, pero tal vez la tuviera la ventanita de la piba. El hecho es que, a pesar de haber bailado el tango y de saber que el muchacho se moría por ella, la piba se ha quedado sola, y en estado de infructuosa espera, lo cual corrobora lo expuesto en la primera estrofa: está la piba esperando / que pase el muchacho aquel.

En este punto lamento tener que declarar que la última estrofa constituye una suma de despropósitos sintácticos (que sería lo menos importante) y semánticos. El autor se dirige a la ventanita del cotorro (o sea la ventanita de la habitación de la piba), y la describe diciendo que sólo hay flores secas; entonces, en el alféizar de la ventana tendría que haber habido al menos una maceta, que no fue regada por la piba y, por eso mismo, quedó abandonada. Pero, a continuación se dirige, no a la ventanita, sino a una planta que antes no había mencionado, y le dice el siguiente disparate sin pies ni cabeza: El rocío de sus hojas, / las garúas de la ausencia, / con el dolor de un suspiro / tu tronquito destrozó. Estos conjuntos de palabras constituyen un rotundo galimatías y no significan nada.

 

Sin embargo, sin embargo…

No puedo negar que Ventanita de arrabal me parece un tango encantador y me arriesgo a conjeturar que ese encanto procede posiblemente de la misteriosa y paradójica unión y armonía que hay entre la bella melodía de Scatasso y los azarosos versos de Contursi.

Es indiscutible que no debemos hacer lo que acabo de cometer yo: no analicemos la letra ni busquemos demasiadas coherencias. Escuchémoslo con corazón abierto y con la debida ingenuidad, y entonces es muy probable que, parafraseando otra famosa letra,13 se nos piante un lagrimón.

Fernando Sorrentino
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Notas

  1. “Habitación”.
  2. José Gobello, Tangos, letras y letristas 2, Buenos Aires, Plus Ultra, 1991, pág. 51.
  3. “Nada de”.
  4. “Habitación”.
  5. Carlos Gardel (1890-1935), en su grabación de 1927, introdujo algunos cambios en la letra. Únicamente consigno los de esta estrofa: “Aquel que solito entró al conventillo, / echando en los ojos el funyi marrón; / botín enterizo, el cuello con brillo, / pidió la guitarra y para ella cantó”.
  6. “Sombrero”.
  7. Con sólo requerir al Sr. Google imágenes del Barrio Cafferata, el lector podrá comprobar la fisonomía del lugar.
  8. El tango Viejo rincón (1925), música de Raúl de los Hoyos (1898-1989) y letra de Roberto Cayol (1887-1927), adjetiva dos veces como turbios a los caferatas: “¡Oh, callejón de turbios caferatas!” y “Viejo rincón de turbios caferatas”. Y lo cierto es que el verdadero Barrio Cafferata nada tiene de turbio…
  9. Y este argumento se ve reforzado por el hecho de que el tango se haya estrenado, como se consignó con anterioridad, en un sainete titulado Caferata. Además, en 1926, Carlos Gardel había dado a conocer el tango Caferata, también de Contursi, cuya letra consiste en un mensaje, mezcla de reproches y admiración, que una mina dedica a un caferata.
  10. Siendo yo niño, en la década de 1950, me llamaba la atención que mi abuelo materno llamara botines a los zapatos. Ya en esa época el vocablo botín resultaba un arcaísmo por zapato, pero el vocablo permanecía vivo en personas de edad avanzada. Y recuerdo que —palabra más, palabra menos— hacia 1973 o 1974 Juan Domingo Perón dijo algo así como “Hace cuarenta y ocho horas que no me quito los botines”. En la actualidad, el habla argentina sólo llama botines a los deportivos: ejemplo, los botines de fútbol.
  11. Pero la perspicacia de don José Gobello viene nuevamente en mi auxilio. Transcribo exactamente la nota al pie de la página 57 perteneciente al libro citado en la nota 2 de este trabajo: “Este texto [se refiere a la letra de Ventanita de arrabal reproducida en su libro] está tomado del libreto del sainete Caferata. Allí se lee ‘el cuello con brillo’ pero, supuesto que el personaje usaría lengue, y no corbata, parece más lógico hablar del ‘cuero con brillo’, tanto más cuanto el botín enterizo era de cabritilla negra y llevaba, en ambos costados, sendos elásticos del mismo color y de dos o tres centímetros de ancho”. Lengue es el pañuelo anudado al cuello.
  12. Más lejos aún llegaron, en su furia destructiva, la orquesta de Osvaldo Pugliese y su cantor Jorge Vidal. La versión, grabada en 1950, comienza con estos estropicios: “En el barrio Caferata / donde queda el conventillo, / con sus pisos de ladrillo, / minga de puerta cancel, / se detiene un organito / que de tarde va pasando, / y está la piba esperando / que pase el muchacho aquel”. Más adelante se registran otros cambios menores, aunque —Dios sea loado— se respetó “aquel que, un domingo, bailaron un tango”.
  13. Melodía de arrabal (1932). Música de Carlos Gardel; letra de Alfredo Le Pera (1900-1935) y Mario Battistella (1893-1968). “Barrio…, barrio…, / perdoná si al evocarte / se me pianta un lagrimón”.
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