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Microtúbulos instructivos

viernes 14 de enero de 2022
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Microtúbulos instructivos, por Rafael Pérez Ortolá
La inmensa mayoría de la carga informativa que recibimos, hemos de considerarla subyacente, apenas intuida. Imagen: Gerd Altmann • Pixabay

La intimidad del cerebro, al par de sus funciones complejas, nos invita a un mejor conocimiento de lo que representamos en las diferentes cuitas existenciales. Sin embargo, la atendemos con un cierto desdén, que no augura nada bueno; nos aboca a un lamentable desquiciamiento, por alejarnos de la realidad más íntima, la concentrada en las regiones cerebrales. La actitud quejumbrosa predomina sin duda sobre el esfuerzo por la asimilación de los conocimientos.

Nos ilustran los estudiosos sobre la existencia y funciones de los microtúbulos distribuidos entre células y moléculas, incluidas las cerebrales. Que en realidad ni túbulos son, estando presentes en los núcleos centrales del cerebro. Son llamados así porque cada partícula es una vía de comunicación de dimensiones moleculares, entre ondas y energías, transformadas también en efectos novedosos. Una alegoría nítida de la permanente transmisión de señales como sustento de ese misterioso rebullir de la vida.

Es fácil colegir la activación de innumerables conexiones ante tan populosa presencia de elementos activos. Representan un auténtico volcán de inmensa potencia; sus repercusiones sobrepasan la esfera craneal, sus destellos brotan de manera inesperada en la proximidad y en remotas presencias. Destaca su carácter ingobernable mientras los trayectos se dibujan con reglajes ancestrales. Como una intuición cuántica de mecanismos anclados en la lejanía.

Quizá no seamos tan dueños de los pensamientos propios como sin duda creemos, aunque alguna capacidad tendremos en ese sentido.

Visto lo cual, eso de estar bien informado suena al mejor chiste del año. La inmensa mayoría de la carga informativa que recibimos, hemos de considerarla subyacente, apenas intuida, automática, que pasa desapercibida. Cuando consideremos la arribada de los datos a esos engranajes microtubulares, desmenuzados a ese nivel, sólo habremos empezado a intuir cómo quedan las conclusiones. A continuación, esos estímulos no se detienen, emergen renovados hacia nuevas conexiones, que traducimos después a ideas. En pleno proceso asombra la pretensión muy extendida de haber completado la tarea. En vez de disfrutar del apasionante proceso deliberativo, nos entretenemos emponzoñando los contenidos.

También cada individuo aporta elementos a esos túbulos de intercambio, aunque no sepamos bien el contenido real de esos envíos, metidos en los mecanismos de dicha danza de las infinitas conexiones. La manera de relacionarnos con esas funciones se nos presenta escurridiza. En esa adaptación influirán la nitidez, el momento, las hormonas, y quién sabe cuántos elementos desconocidos. Quizá no seamos tan dueños de los pensamientos propios como sin duda creemos, aunque alguna capacidad tendremos en ese sentido.

Sean ondas, sean esas corrientes transmisoras, cada vez está más demostrada su relación con el resto de las personas, con el entorno en general, cercano y lejano. Somos participativos, lo queramos o no, en dicha retícula. El aislamiento resulta imposible, además de inconveniente. Aquello de la noosfera en la cual participamos todos aparece de nuevo en el horizonte. En esto, la voluntad adquiere un carácter relativo; tanto los indolentes como los activos, establecen conexiones con los circuitos cerebrales. Eso de ser un cabo suelto no se lleva en esta naturaleza.

Protagonizamos escenas con fuertes dosis de paranoia. Aseveramos y sobre todo actuamos, basados en elucubraciones impropias. Desde los túbulos invisibles, pero funcionantes; formamos en el gremio de los receptores demasiado orgullosos de lo que no sabemos. Pretendemos pasar de receptores a emisores garantistas sin poseer las adecuadas credenciales o cualidades. Como añadido peyorativo, somos poco propensos a las actitudes de rectificación en esa rueda dinámica tan tozuda. No sólo eso, somos capaces de pergeñar formulaciones para atosigar a quienes nos acompañen en la ventura, imponiéndoles actitudes en cuanto se distraigan y permitan esos dislates fuera de tono.

La pequeñez de las vías moleculares es buen indicador para diseñar el trazado de unos recorridos de ensueño, artísticos, para propulsar las existencias cabales.

Ahora bien, con toda la modestia conveniente, los hechos cotidianos, los roces con otras personas, las contradicciones de nuestros propios pensamientos, vienen a corroborarnos como una conexión más del proceso. Y por lo tanto, con un potencial de influencias. Tenemos capacidad de agentes, no sé si responsables, pero sí inigualables, con capacidad para influir en esos abismos fascinantes. La incomodidad de la atención y el esfuerzo necesarios para dichas actuaciones nos proyecta por derroteros bien distintos.

Aparecen potentes reflejos ilustrativos a través de los cuales apreciamos indicios de nuestro protagonismo, sin discutir por el momento su grado de efectividad. La ternura en sus múltiples manifestaciones es muy expresiva. Las miradas hablan por sí solas. La eficacia funcional en las diversas actividades emprendidas es innegable. En aspectos como la solidaridad o el amor se alcanzan cotas apreciables. La creatividad es un instrumento abierto a los más entusiastas, sacudiendo los ánimos aletargados con nuevas perspectivas.

Sin que dejemos de lado al final la evidente responsabilidad a la hora de inclinar las balanzas. Por lo tanto, la pequeñez de las vías moleculares es buen indicador para diseñar el trazado de unos recorridos de ensueño, artísticos, para propulsar las existencias cabales. De donde acaba por surgir la disyuntiva un tanto radical; si podemos ser elementos de postín, cabales, no se entienden las opciones dedicadas de manera alocada a la ofuscación.

Queda un importante interrogante no contestado. Las malas ideas requieren una elaboración peculiar y tampoco veo claro su dispositivo de arranque. El albedrío tampoco consigue deslindar los recovecos funcionales, sigue planteándose su grado de libertad y el pronunciamiento personal provoca las controversias habituales. El túnel, las sombras y la luz continúan en sus pendencias dialécticas con las diferentes muestras de la existencia.

Rafael Pérez Ortolá
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