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El segundo cerebro

jueves 28 de septiembre de 2017
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El segundo cerebro, por Estrella Cardona Gamio

Hace tiempo leí, y me pareció un despropósito, que el ser humano posee dos cerebros, el que todos conocemos ubicado en el cráneo y el segundo en el estómago. Sí, tal como suena.

Mientras que el primero oficia como la mente rectora, el otro lo hace gobernando, nunca mejor dicho, el perfecto funcionamiento de nuestro organismo.

Nuestro organismo lleva una doble vida, podríamos explicar que matemáticamente organizada aunque al margen del cerebro.

Cuando lo leí me eché a reír porque lo encontré sumamente cómico. ¿Cómo era ese cerebro, en qué rincón estaba metido, y, sobre todo, cómo desarrollaba su labor?

Teóricamente lo situaban, sin precisar con exactitud, en el estómago, como ya he dicho más arriba. En vista de la vaguedad de la noticia, decidí olvidarla, hasta que otro día, pasado bastante tiempo, años, la volví a leer pero con ampliación de datos esta vez, y entonces sí que me impactó.

Resulta que nuestro organismo lleva una doble vida silenciosa y oculta porque se halla repartida por todo el cuerpo, aunque con sede central en el estómago, y ese es el segundo cerebro en cuestión. Narraba que nuestro cuerpo se halla organizado como un país con sus pequeñas áreas rectoras, todas interrelacionadas de una manera muy eficiente y sabia. O sea, que nuestro organismo lleva una doble vida, podríamos explicar que matemáticamente organizada aunque al margen del cerebro, es decir, que él toma sus propias decisiones sin consultar y dejándole así al cerebro la libertad de acción para entretenerse con trabajos más elevados. Fantástico, ¿no?

Una doble vida y nosotros sin enterarnos. Eso nos llevaría a especular que estos mundos paralelos hacen y deshacen muy al margen de nuestra propia voluntad, cuando nosotros creemos que somos quien manda y dirige, y este conocimiento podría explicar muchas cosas referentes a nuestra conducta consciente que vendría a ser no otra cosa más que una confrontación de opiniones. Debatiéndose en un espacio que cierra nuestra piel como una frontera con el exterior.

Pienso que si en la antigüedad se hubiera sabido de los tejemanejes que se lleva ese segundo cerebro enseguida hubiesen mencionado al diablo sin saber que la culpa de nuestros pecados nada tenía que ver con él. Lo que no hubiera dejado de ser un alivio para muchos pobres ermitaños en el apartado más sensible de sus ingobernables tentaciones.

Estrella Cardona Gamio
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