Gracias a la gentileza de mi amiga, la profesora Myriam Cáceres Valenzuela, pude conocer un libro que acabo de terminar de leer y que se refiere a la historia de mi pueblo, la comuna de Padre Hurtado, ubicado en la provincia de Talagante, en la Región Metropolitana de Chile.
El libro, Voces desde Padre Hurtado, que aparece bajo el sello editorial de la Universidad Alberto Hurtado y que es fruto de la investigación y compilación de la académica Cristina Quezada, muy en la tendencia actual de la historiografía, busca relevar pequeñas historias personales y locales que, en su conjunto, entregan una clara visión de la historia respecto de un determinado lugar o suceso.
En el caso de esta obra, trece habitantes de la comuna, afincados en ella desde muchos años —algunos desde su nacimiento— van recordando su experiencia de vida en estas tierras y, a través de sus recuerdos, del relato oral recogido de manera íntegra por el equipo investigador, nos van dando luces respecto de la evolución de este terruño ubicado a los pies de la Cordillera de la Costa, cruzado por el Mapocho y a mitad de camino del litoral central.
A través de sus recuerdos, es posible reconstruir el transitar de Padre Hurtado desde una faja a orillas del camino a Melipilla, con muchos fundos y querencias,1 un pueblo netamente campesino, hasta la conversión lenta en un foco industrial y, actualmente, en una comuna donde familias económicamente más pudientes han estado llegando en los últimos años, aunque sin integrarse plenamente a los entornos vitales y sociales, mucho menos a la historia, de los sectores donde han elegido vivir.
La obra, que se inicia con la presentación del padre Orlando Contreras s.j., párroco jesuita de Padre Hurtado, y continúa con la exposición de los objetivos y metodología de esta investigación, es un notable esfuerzo de recopilación histórica que, sin lugar a dudas, constituye una pieza fundamental para entender, comprender y valorar el entorno vital de esta comuna de alma agrícola, de vocación industrial y de funcionalidad doméstica. Esta comuna que aún sigue siendo verde, aunque el cemento y el ladrillo nos sorprenden a diario con la desaparición de alguna parcela o fundo.
Pero en esta historia donde Peucodañe, Santa Cruz de la Victoria, Marruecos y Padre Hurtado2 son las estaciones nominales de su existencia y se asoman sus nombres de tanto en tanto en las páginas y en los recuerdos, no puedo dejar de mencionar una persona queridísima para mí que es una de las informantes y cuya historia, en parte, comparto, porque ha sido una viejita querida desde siempre en mi vida. Con el cariño y reconocimiento a los otros doce vecinos que aportan sus testimonios,3 no puedo dejar de comentar el de Margarita Valenzuela. Nacida y criada en Padre Hurtado, vecina desde siempre que yo conocí hace cincuenta años y que aún vive en el mismo lugar donde fui (y soy) amigo de sus hijos, donde la visité porque era mi catequista de primera comunión y donde hace pocos días, incluso, fui a saludarla y hablamos un rato de su vida, de sus haceres y de mis difuntos padres. Margarita Valenzuela es no sólo parte viva de Padre Hurtado, sino que para mí, también parte de mi propia biografía.
Para quienes se interesen en leer estas historias y conocer algo más sobre la existencia de Padre Hurtado, esta comuna que es mucho más que el camino o la carretera que lo cruzan para llegar al mar, en los escaparates de la librería de la Universidad Alberto Hurtado puede adquirirse esta notable, entretenida y significativa obra. Gracias a Cristina Quezada4 por su realización y publicación.
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Notas
- En Chile llamamos fundos a las grandes extensiones agrícolas, ganaderas o forestales que en otras latitudes pueden ser equivalentes a los ranchos o estancias. De la misma manera, el nombre querencia se refiere a predios agrícolas extensos, pero de menor tamaño.
- Estos son los nombres que ha tenido este pueblo. Peucodañe es el nombre más antiguo, el que le daban los mapuches a la llegada de los españoles. Santa Cruz de la Victoria corresponde al nombre del más antiguo de los predios agrícolas conocidos y que provenía seguramente de una encomienda española. Marruecos es el que recibió ya como pueblo, cuando el tren hacia la costa tuvo una estación ferroviaria en esta zona, Estación Marruecos, en alusión a otro importante fundo del sector. El nombre actual, para el pueblo y luego comuna, corresponde al homenaje de los ciudadanos y la autoridad al insigne sacerdote san Alberto Hurtado Cruchaga, el padre Hurtado, que vivió en estas tierras y desde ellas impulsó obras aún visibles en la comuna.
- Los otros testimonios corresponden a Rosa Rodríguez, Raquel Aedo, Patricia San Martín, Jacqueline Urrutia, Marta Polanco, Manuel Silva, Mireya Araya, María Ruz, María Teresa Díaz, Antonio Catalán (otro vecino entrañable), Ernesto Valdés y Patricia Vera.
- Profesora de historia, historiadora y académica de la Universidad Alberto Hurtado, es autora de Cerro Navia, relatos de una historia (2014), y coautora de Memorias de la Victoria (2003).