Letralia, Tierra de Letras Año VIII • Nº 101
6 de octubre de 2003
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
Duro como las rocas
Benedicto González Vargas

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Pablo de Rokha"Nací en Licantén, maravilloso de entonces y de hoy, a orillas del Mataquito, el 22 de marzo de 1894, y nací a caballo; se me inscribió en el Registro Civil con fecha 20 de octubre de 1894; soy hijo de José Ignacio Díaz y de Laura Loyola de Díaz, dos enamorados antes de casarse y después de haberse casado, a la manera romántica de antaño.

"Empecé a leer con mi padre en El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, en el Romancero español y en el Mío Cid que la leyenda familiar, equivocada de seguro, nos asignaba como a uno de nuestros antepasados, y cuyos grandiosos textos me deletreaban el hombre fuerte, dulce y paternal que fue mi padre".

Así se presenta nuestro Premio Nacional de Literatura 1965, Pablo de Rokha, en un autorretrato escrito para un matutino de la capital hace ya casi 40 años.

Contradictorio, polémico, blasfemo, anárquico, dramático, volcánico, con estos adjetivos se lo sigue calificando aún hoy. Sostuvo una guerrilla sin tregua contra cualquiera que desafiara sus convicciones. Enemigo declarado de Neruda, ni el ser compañeros de partido los acercó, protagonizando ambos en las páginas de la prensa capitalina una de las más encarnizadas y sabrosas polémicas que se tenga memoria. Huidobro también supo de sus iras y Anguita y Volodia y los jurados del Premio Nacional —antes de que lo premiaran a él, claro está— y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), a la que opuso su Sindicato de Escritores de Chile, que fundó y presidió.

De Rokha escribía poemas plenos de fuego y pasión, desconcertantes, grandilocuentes:

    "Yo soy como el fracaso total del mundo ¡oh, pueblos!
    El canto, frente a frente al mismo Satanás
    dialoga con la ciencia tremenda de los muertos
    y mi dolor chorrea de sangre la ciudad".

Su gran amor fue Luisa Anabalón Anderson, rebautizada como Winnett de Rokha, poeta como él. Con ella concibió hijos y libros:

    "Vinieron los hijos y los libros, saliendo de la misma materia ensangrentada (...). De 9 sobrevivieron 7 hijos, y ella escribió luchando, cantando o llorando (...) Formas del sueño, Cantoral, Oniromancia y yo, unos más o menos 40".

Todos los hijos de Rokha heredaron la vena artística, aunque nítidamente destacan Lukó, que es una notable pintora y Carlos, quien fuera un promisorio poeta joven, trágica y tempranamente desaparecido.

¿Qué arcano misterioso regía la vida de este gran Pablo? ¿Por qué se ensañó con él un destino tan cruel, trágico e ineludible?

Fue pobre, recorrió a pie, en tren o en carreta casi todo el territorio nacional para vender puerta a puerta sus libros, obras que autoeditaba con esfuerzo y cuyas primeras ediciones, a decir de los entendidos, son casi inexistentes en nuestras bibliotecas. Es más fácil hallarlas en una estación ferroviaria de algún olvidado ramal del sur o entre los viejos libros de algún viejo médico de pueblo. También vendía pinturas, originales y copias de artistas nacionales. Alguna vez vendió frutos del país:

    "Ingresé a la cofradía aventurera, tragediosa y dolorosa del vendedor viajero".

Escribió revistas inolvidables: Dínamo (Talca, 1926) y la combativa Multitud (Santiago, 1939), amén de dirigir y colaborar en otras de gran importancia.

Pese a una vida tan intensa, el dolor lo persiguió siempre y es así como el oscuro presagio de la muerte aparece en su poesía:

    "Entre serpientes verdes y verbenas
    mi corazón de león domesticado,
    tiene un rumor lacustre de colmenas
    y un ladrillo de océano quemado
    ceñido de fantasmas y cadenas
    soy religión podrida y rey tronchado
    o un castillo feudal cuyas almenas
    alzan su nombre como un pan dorado.
    Torres de sangre en campos de batalla,
    olor a sol heroico y a metralla,
    a espada de nación despavorida,
    se escuchan en mi ser lleno de muertos
    y heridos de cenizas desiertos
    en donde un gran poeta se suicida".

De su bibliografía abundante cabe destacar: Versos de infancia (1916), Los gemidos (1922), Satanás (1927), Suramérica (1927), Jesucristo (1930), Idioma del mundo (1958), Mundo a mundo (1965) y Mis grandes poemas (póstumo, 1969).

Nadie podía doblegar a este roble inmenso, que parecía duro como las rocas, pero murió Winnett y se suicidó su hijo Carlos. El dolor y la soledad lo abismaron:

    "Comprendo que moriré bramando
    amarillo y horroroso de soledad".

El 10 de septiembre de 1968, con la misma arma que usó su hijo, Carlos Díaz Loyola, al suicidarse, acabó con la vida del poeta Pablo de Rokha, pilar insustituible de la poesía nacional.


       

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