Acabo de leer un texto, supuestamente para estudiantes de Trabajo Social, relativo a algunas concepciones, teorías e historia de esa profesión. Fue una lectura tortuosa y aburrida; el autor —un reputado especialista en el tema— de pronto se detiene en contenidos irrelevantes y dedica muchas páginas a ellos, pero lo peor es que construye unas oraciones complejas y rebuscadas cuya información podría darse de manera mucho más eficiente y clara con una redacción más sencilla. Sin embargo, no son pocas las personas que creen que mientras más largo y complicado lo que escriben, quienes los leen creerán que son más cultos o tienen mayor conocimiento. Según me han contado algunos amigos abogados, me dicen que ello es también una práctica habitual en su profesión. Tal vez, como docente que soy, estoy más acostumbrado a redactar de una manera más sencilla y directa, comprensible para mis estudiantes de diversos grados escolares.
Evidentemente, hay grandes obras literarias como el Quijote, Guerra y paz y otras que son extensas, pero su estilo y su temática hacen que uno no quiera que acaben sus páginas.
No puedo olvidar las memorables palabras del sacerdote y escritor español Baltasar Gracián (1601-1658) quien en su obra Oráculo manual y arte de prudencia, donde enseña la forma de comunicarse para ser eficiente en la sociedad de su época, recomienda que los escritos no deben ser extensos: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aún lo malo, si poco, no tan malo”.
Evidentemente, hay grandes obras literarias como el Quijote, Guerra y paz y otras que son extensas, pero su estilo y su temática hacen que uno no quiera que acaben sus páginas. Ciertamente eso no ocurre con el común de los textos, especialmente si no tienen un bello estilo literario.
Y a riesgo de salir del tema, quiero agregar otra sentencia de Gracián, que aunque dicha para su época —el Barroco—, parece pensada para nuestros días y los permanentes problemas de calidad de la educación: “¿De qué sirve el saber si no es práctico? Y el saber vivir es hoy el verdadero saber”.
Así que uniendo ambas sentencias, el texto leído no me pareció ni práctico ni sencillo, ni menos breve, pero así son a veces los textos de los académicos y al menos ha servido para que me motivara a escribir esta reflexión.
Ahora tengo una duda: ¿Habré sido breve?
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