
Ya la Declaración de Ginebra de 1924 se refería a la importancia de los derechos de los niños, los que fueron refrendados por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1959. Pero sería recién en 1989 cuando se promulgó la Convención de Derechos de los Niños, bajo la forma de un tratado internacional que obliga a todos los Estados firmantes a cumplirlo.
Desde la literatura, varias iniciativas de universidades, editoriales y autores han abordado el tema. En mi país, Chile, Saúl Schkolnik fue pionero en abordar el tema con su libro Cuentos de los derechos del niño (1996); en fecha más reciente, María José Ferrada publicó su libro de cuentos Los derechos de los niños (2018) y la Municipalidad de Renca dio a conocer su libro Todos somos iguales (2022), con cuentos de los niños de las escuelas comunales sobre sus propios derechos.
A este trío de textos que, por la importancia del tema que abordan, atesoro en mi biblioteca, se unió este año un volumen argentino publicado por Abrace Representaciones Culturales y la Fundación Mil Milenios de Paz. Se trata de más de sesenta cuentos de autores argentinos, uruguayos y chilenos que abordan los derechos de niños y adolescentes. Esta antología de cuentos sobre los derechos del niño se llama Tenemos derechos y es un verdadero placer leerla. No puedo dejar sin destacar la labor cumplida por Verónica Bianchi, Inés Palomeque y María Marta Hall para la creación de este libro.
Supongo, porque desconozco en forma precisa esa información, que la obra circula básicamente por los tres países señalados, donde residen los autores antologados, pero en el sitio de la fundación puede encontrarse la versión digital.

La declarada intención de los antologadores es la urgente necesidad de abordar el tema de los derechos de los niños desde la cultura de la paz, enfocada desde la literatura. Se encuentran en sus páginas historias sencillas y conmovedoras, profundas reflexiones respecto de la niñez y personajes entrañables que van apareciendo en cada una de las historias narradas, como Florencio Gómez, el ladrón de botas del cuento “Las botas”, de Avelino Pavón; el cuatí triste de “Desforestación”, de Marta Salvador; Pipo, el niño que eligió a Lucas para un trabajo escolar, del cuento “Súper Pipo”, de Marta Mansilla, o Martina, la pequeña soñadora con su mochila a cuestas, de “Los sueños de Martina”, de Noemí Rubiano. Son tantas historias y tantos autores que no caben en esta apretada reseña.
Este volumen de cuentos, en mi opinión, es un imperdible para docentes y personas que trabajan con niños, pero también para padres y cuidadores de niños. Un libro bello y necesario para los interesados en el tema y para los amantes de la literatura.
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