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Tres poemas de Francisco Javier Larios Medina

miércoles 26 de mayo de 2021
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Tres poemas de Francisco Javier Larios Medina
Un rumor sordo va reptando por las gastadas baldosas / y el cuerpo de Gerard Labrunie se balancea apenas perceptible / colgando de un viejo farol destrozado. La rue de la Vieille-Lanterne: el suicidio de Gerard de Nerval (1855), por Gustave Doré

El arte de la lectura, antología digital por los 25 años de Letralia

Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2021 en su 25º aniversario

Mujer en braille

Te leo a ojos cerrados
Como quien sabe lo que está palpando
Punto por punto y palmo a palmo
A puro tacto te voy interpretando
Deslizo mi voz por entre esa piel de duraznos en almíbar
De tibias curvaturas amigables
Y respirando apenas con el olfato
Que bebe tus levísimos aromas
En breves sorbos de anís estremecido
Tu superficie entonces se vuelve tierra fértil
De amorosos humus y hospitalarios brazos
Pero cuerpo adentro eres selva ignota
Embravecido maremágnum de secretos inviolables
Inexplorado territorio a donde siempre
Quiero llegar y no me dejas nunca
Penetrar tu corazón amurallado
Sólo he podido deletrear
La música de tu piel
Entre los arrecifes.

 

Daguerrotipo

Un recuerdo cuelga en el ropero
Otra ausencia camina hacia el pasado
En el amanecer los sueños se desahucian
Al repetido dormir del que se marcha
Todo mira hacia atrás y no es nostalgia
Nadie toca la voz del que nos nombra
Y nos puede leer el rostro honestamente
sin la insistencia de falsa presunción
Lo necesario también está distante
Se disfraza el dolor para la orquesta
Maquillado de luces ostentosas
Salta de frenesí por lo que espera
Y oculta el overol en el armario
Para ponerse el traje de la fiesta
Otros leerán mañana la misma historia en otra letra

 

El fantasma de la rue Vieille-Lanterne

Intensa neblina oscurece la calle del suburbio parisino.
Al mismo tiempo, el frío viento hace temblar las ramas de los robustos árboles.
Un rumor sordo va reptando por las gastadas baldosas
y el cuerpo de Gerard Labrunie se balancea apenas perceptible
colgando de un viejo farol destrozado.
Con ese movimiento de vaivén, se tocan los extremos
entre la vida y la muerte. La trémula mano del viajero
despide al soñador, desde un tren que inicia viaje hacia Père-Lachaise.
Atrás quedaron sanatorios, hospitales siquiátricos, atractivas mujeres
de países exóticos y cuerpos fascinantes
como espejismos en el desierto alucinatorio de la imaginación.
Más cercano a los paseos de esa langosta ceñida con una cinta azul
y del terrible insomnio de noches interminables.
Donde sólo la poesía lo mantiene a flote,
mientras la temblorosa mano
escribe al filo del precipicio y la demencia:
Soy el tenebroso, el viudo, el desolado,
Príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi única estrella ha muerto, mi laúd constelado
transporta el negro sol de la melancolía.
Así quedarán por siempre flotando
en la penumbra sus versos de profeta
Muchos años después
su lectura será la luz entre las sombras
de algunos incomprendidos y desahuciados
que sin temores danzan
al filo del abismo.

Francisco Javier Larios Medina
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