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Del kaituco a la literatura
El trabajo narrativo construido desde la escuela por el maestro Eucario del Jesús García Rivas

miércoles 25 de abril de 2018
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“Kaituco y arcilla”, de Eucario del Jesús García Rivas

Kaituco y arcilla
Eucario del Jesús García Rivas
Crónicas
Fundación Editorial El Perro y la Rana
Caracas, 2017
ISBN: 978-980-14-3919-6
105 páginas

Vasili Sujomlinski, ucraniano, pedagogo del amor y escritor, en su trabajo El corazón lo entrego a los niños revisa desde su práctica pedagógica el aprendizaje de los pequeños. La escuela que propone es enteramente bajo el cielo. A partir de la observación del entorno rural, origina diversas visiones para enfrentar la vida al reconocer la utilidad de cada cosa. Para Sujomlinski, la literatura actúa como hilo conductor de todo aprendizaje. Así, propone: “El cuento es, valga la metáfora, el viento fresco que aviva la brasa del pensamiento y el habla del niño. A los niños no sólo les gusta escuchar un cuento. Lo crean”.

La lectura está presente de manera indiscutible en su propuesta pedagógica. Leer no es sólo decodificar signos, símbolos. Se lee desde el río que transita su cauce hasta las aves que atraviesan el cielo del atardecer cuando buscan sus nidos. Dice Vasili: “Yo quería que antes de abrir un libro, antes de silabear la primera palabra, los muchachos leyeran las páginas del libro más portentoso del mundo: el libro de la naturaleza”. Hermosa sentencia plausible de ser imitada en cada escuela.

En Venezuela, la presencia del poeta y maestro Eucario del Jesús García Rivas (1946-2016) pasa desapercibida. Con un trabajo pedagógico similar al de Vasili Sujomlinski, quizás sólo sea recordado por quienes tuvieron la dicha de ser sus alumnos. Sin embargo, su legado, estamos seguros, se multiplicará. Amigo amoroso y conocedor del Orinoco y sus afluentes, cantó con reverencia a sus aguas. “Yo soy el río / dijo el río / un día junto a un pez / y en su corriente metió una son de risa / mas la lluvia sonrió con picardía. / Pero el río volvió y le dijo: / ‘yo soy el río’ / y la envolvió en sus aguas”. Poema sencillo pero con una carga metafórica que seguramente encanta a cualquier niño o adulto.

La mística y la paciencia, además de su infinito amor por los niños, le permitieron superar situaciones como la relatada. El poeta estaba claro en su labor.

El libro Kaituco y arcilla, publicado por la Fundación El Perro y la Rana, constituye un testimonio vívido de las experiencias pedagógicas de García Rivas. Asumir elementos naturales como medios para acercarse al niño resulta inigualable. El conocimiento se apropia a partir de la observación. Tocar, palpar, mirar, ver la naturaleza, implica comprender la magnitud del acto creador. Los métodos nada convencionales con los que Eucario acercaba a los niños al conocimiento eran contemplados con recelo. Él lo cuenta en este libro.

En el texto “Los muchachos de sexto grado y la radio” relata: “Francisco Panqueba corría por el salón, se metía por debajo de las mesas y pupitres. Ese fue el sexto grado que recibí como maestro. Todo así como raro”. Clásico alumno desordenado y que no hace caso a sus maestros. A veces difícil de tratar por su comportamiento. Sin embargo, Eucario logra interesarlo por los estudios luego de hacer un plan para atacar el poco interés que existía para atender la lectura y las matemáticas. La mística y la paciencia, además de su infinito amor por los niños, le permitieron superar situaciones como la relatada. El poeta estaba claro en su labor. Incorporar a padres y representantes a la educación de sus hijos era prioritario para lograr las metas propuestas.

La arcilla es un elemento natural que está presente en la historia de las civilizaciones. Sus propiedades plásticas, utilitarias y místicas, lo determinan como actor fundamental de la historia. La arcilla está referenciada en la Biblia. En el libro del Génesis, capítulo 2, 7, dice: “Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida”. Puede considerarse la cita bíblica como un reconocimiento, un elogio a la tierra, la arcilla. Pero además de la Biblia, se destaca en diversos textos y religiones la importancia de la arcilla para la cultura del mundo. En las mitologías babilónica, sumeria, egipcia, griega, china y hasta la quiché, se consigue la presencia de alfareros —dios, divinidad— que moldean a los seres vivos, entre ellos, los humanos.

Para Eucario del Jesús, la presencia del río, de arcilla blanca y amarilla, se constituye en una razón para acercar a sus alumnos no sólo al arte sino también al cordón umbilical que une al hombre con la tierra. Modelar figuras supone limpiar la arcilla, sacarle la basura y amasarla para que adopte la suavidad necesaria. En el cuento “Arcilla del río” narra todo este proceso. Un paseo con clase incluida, momentos de diversión y de aprendizaje. Observar la vegetación, empoderarse del conocimiento natural, intercambiar la sabiduría ancestral, hace gozar los corazones y animar la creación de pensamiento. Eucario nos dice:

Fue una tarea muy rápida. Las muchachas y los muchachos conocían muy bien el río. Observé la vegetación alrededor. Merey, mango, chaparro y un poco más distantes unas palmeras espinosas. Pregunté cómo se llamaban y Ronald me dijo: “Cubarro”.

Los muchachos jugaron un poco antes de salir del río. Al llegar al salón se colocó la arcilla en una esquina, de manera de no ensuciar el salón. Ya eran las once y solicité permiso a la Dirección para despachar a los muchachos, estaban mojados y cansados.

Concluida esa tarea de limpiar, amasar y ordenar dos grupos, se comenzó a elaborar las piezas, con la orden de que cada quien podía hacer el tipo de pieza que quisiera o le gustara. Indicándoles que “es bueno que piensen en piezas de uso diario como vasos, tazas u otras cosas. Pero todos son libres de escoger, pensar y elaborar la pieza a su gusto”.

Entendí entonces que había florecido el amor y que los tiestos hechos eran una hermosa oportunidad para el aprendizaje propio, más que para los muchachos, eran para mí. Los muchachos y muchachas se abrazaron, dieron gracias a la maestra Nilda y a Minca y les invitaron para la exposición el otro día. Habían hecho bellezas. Las tazas, los vasos y otras formas parecían hechas por manos profesionales. Eran delicadas. ¡Un aprendizaje más para todas y todos!

La fuerza telúrica amainando ímpetus y generando solidaridad y amor.

Indudablemente que el trabajo del maestro Eucario promocionó no sólo la lectura y la escritura pues también se adentró en el campo de la matemática.

El onoto o kaituco es otro elemento que se relaciona con rituales ancestrales de los indígenas de América. No sólo se utiliza como especia o condimento en la cocina sino que se usa el pigmento para pintar o dibujar en la cara de guerreros y mujeres figuras y manchas cuando se realizan ritos o fiestas. El onoto aparece en diversas etnias ocupando lugares preponderantes de acuerdo a su uso. En el mito yarabana sobre el origen de la luna, se cuenta sobre una muchacha que es asediada por un joven misterioso. En la mañana, cuando quiso conocer a su amante, éste ya se había fugado. La noche siguiente, la muchacha pintó sus senos con onoto en espera de reconocer al día siguiente a su amante. Se ve la presencia importante del onoto en este mito.

El poeta García Rivas aprovecha la presencia de matas de onoto para trabajar las matemáticas pero además para acercarse a los hogares de sus alumnos. Estas visitas permiten establecer lazos familiares entre alumnos, padres y maestros. Filiación que será de provecho en el aprendizaje de los niños. En el texto “¿Qué es kaituco?” narra:

A cerrar los cuadernos y los libros, señalé:

—Vámonos a la comunidad a contar cuántas matas de onoto hay en cada casa, y a saludar a la familia. Cada quien se lleva su cuaderno de tareas. Vamos a anotar cuántas matas de onoto hay en su casa. Además, cada uno o una de ustedes va a pedir, ¡por favor!, le regalen un manojo de kaituco, y mañana haremos un trabajo que les va a gustar. Tráiganse ropa vieja, rota o usada, porque se van a manchar.

El día siguiente, viernes, se dieron las instrucciones. Cada quien debió abrir una maraca de onoto, manteniendo pulso al abrir, para no mancharse. Misión imposible.

—Bien, ahora cuenten cuántas frutas o maracas tiene el manojo de cada quien y lo anotan en su cuaderno. Repito, cada uno cuenta el suyo y lo anota —les dije. Ese día llegamos hasta allí. Había que tomar en consideración el cansancio: agarra por aquí; cuenta por allá; suma así; resta esta; multiplica esta por esta; te falta esta; te falta este; ¿cuánto te dio ahora?… Emocionante.

Indudablemente que el trabajo del maestro Eucario promocionó no sólo la lectura y la escritura pues también se adentró en el campo de la matemática. Cuenta en este mismo texto cómo explicó que kaituco y onoto son palabras sinónimas. Pero, además, les explica por qué se le da diferentes nombres al onoto de acuerdo a la región del país donde se produzca o consuma.

La literatura es un referente importante en el libro Kaituco y arcilla. Eucario del Jesús aprovecha todo espacio para despertar la curiosidad de los niños. Les habla sobre escritores venezolanos como Orlando Araujo, Aquiles Nazoa o Andrés Eloy Blanco. La Barca de Oro, suplemento cultural que circuló en el diario Progreso, de Ciudad Bolívar, se perfiló como un medio de comunicación donde los niños, padres y otros colaboradores expresaban sus ideas, sentimientos y creaciones literarias. Por mucho tiempo ocupó espacios en las conversaciones cotidianas de la comunidad bolivarense. Extraordinario esfuerzo con visos quijotescos llevado adelante por el maestro Eucario; pasión liderada por sus estudiantes; semillas fertilizadas en el amor a la naturaleza; frutos compartidos de kaituco a la literatura.

Finalmente escuchemos la voz del maestro:

Quiero ver a los niños con sus cuadernos en la brisa; cuadernos de la humanidad.

Quiero que se vea al chaima, al guarauno, al guaiquerí, a las guarichas paseando por Caripito a la orilla del caño San Juan, caño con sus olas en rebalse. A las guarichas pintadas con kaituco; dibujado su rostro lleno de esperanza. Quiero mirar los ojos de las niñas y los niños cuando recogen en el río la arcilla para hacer sus tazas, potes, vasos, muñequitos, y cuentan cuántas semillas tenía cada maraca de kaituco, sumando maraca tras maraca, sumando semilla tras semilla, sin importar embarrarse de rojo las manos y el pantalón corto.

 

Referencias bibliográficas

  • García Rivas, E. (2017). Kaituco y arcilla. Caracas: Fundación El Perro y la Rana.
  • Sujomlinski, V. (1984). El corazón lo entrego a los niños. En: Nos interesa todo. Comp. Elizagaray, A. Ciudad de la Habana: Editorial Gente Nueva.
José Gregorio González Márquez

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