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El elevado vuelo del velero

viernes 27 de mayo de 2016
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Nota del editor

“Brasil, sístoles y diástoles”, de Pedro Sevylla de Juana

Este poema del escritor español Pedro Sevylla de Juana pertenece a Brasil, sístoles y diástoles, su vigésimo cuarto libro, un poemario bilingüe (español y portugués) de 306 páginas publicado por la Editorial Verbum.

Adnotatio Praevia:

Envié a varios amigos el poema que aquí va, y sus reacciones fueron muy distintas. Desde la de aquellos que pidieron plaza en el velero, para ellos o para otros; hasta la de quienes establecían cierto paralelismo con el viaje de Cristóbal Colón. Preguntaban detalles sobre el objeto del viaje y la marcha de la nave, y tuve que precisar ciertos aspectos inconcretos. El título, adecuado a más no poder, procede de un amigo residente en São Paulo y nacido en Nova Era, estado de Minas. Una amiga, de Vitória, en Espírito Santo, experta en la vida y la obra de Florbela Espanca: “Um ente de paixão e sacrifício”, quiso que incluyera a la poeta portuguesa y, conociendo sus méritos sobrados, lo hice. Una amiga de Barcelona quería huir del economicismo imperante, de las enormes y crecientes desigualdades sociales originadas, del deterioro insostenible del equilibrio vital, y tuve que habilitar cuatro plazas más, para ella, su marido y los dos hijos. Debo añadir que Aurora, la capitana, nació en Salvador de Bahía de padre castellano y madre mediterránea. Por último, decir que mi iberismo cultural, origen de mi universalismo, me llevó de Portugal a Brasil, estados de São Paulo, Río, Minas, Bahía, Pernambuco y Espírito Santo. Allí, en ES, Montanhas Capixabas, surgió de mi mente el poema que dibuja el rumbo seguido a través de los elípticos campos siderales, y la llegada a la Tierra Prometida.


Un barco de vela de tres palos, cuyo nombre
es Nova Era,
impulsado por el viento cósmico
que origina un agujero negro,
abandona el Sistema Solar para dejar
en unos días
muy atrás la Vía Láctea.

Resuena El Universo, sinfonía imposible
compuesta e interpretada
por ciento veinte músicos de la familia Bach.

Los palos Trinquete, Mayor y Mesana,
de aleación tan ligera e inalterable como el casco,
proporcionan confianza a Aurora Maris,
la capitana más intrépida que engendró
Naturaleza;
indómita mujer,
forjada en la aventura marina
al circundar La Tierra por los siete mares
comerciando en sedas y especias,
con ese barco sin remos ni cañones
que, al navegar,
sencillamente,
vuela.

Se oye en la inmensidad Blue Train, de John Coltrane

Olavo Bilac y Florbela Espanca, de lengua portuguesa;
Odiseo, el esperado, y su amada Penélope;
Erik, llamado el Rojo; Virgilio, Confucio, o Rei
dom Sebastião, Jules Verne, imaginativo practicante;
Maria Skłodowska, científica; la poeta y diplomática
Lucila Godoy, Picasso, Galileo, uno de los grandes
del Renacimiento, y el escritor romántico
José Ignacio de Espronceda, son algunos
de los treinta y dos buscadores de un planeta
despoblado, dotado de agua y vida,
en el que puedan respirar, alimentarse,
reír y soñar;
donde la humanidad amenazada
consiga comenzar de nuevo,
trocando las pistolas y espadas de las panoplias,
por flautas, plumas de cálamo partido y pinceles.
Donde la filosofía, la investigación
y la docencia sean ocupaciones aventajadas,
los beneficios fabriles y comerciales respeten el ambiente
y permanezcan ajustados, se restrinja la herencia,
y los salarios mínimo y máximo caminen
de la mano. Una sociedad que reciba más
del más capaz, y entregue
más al más necesitado.

Money Jungle, de Duke Ellington

Animales y plantas ocupan
la parte central de la bodega, bajo
la claraboya que tamiza la luz cambiante.
Se proponen los viajeros salvar esa vida:
huevos, embriones e individuos adultos,
de una extinción segura, alimentándose
con su crecimiento: retoños, ramas y frutos.
Y en la preparación de las personas,
a más de conocimientos de navegación
y sicología de la convivencia, hubo lecciones
de latín para entenderse, y prácticas
de un lenguaje de signos.

What A Wonderful World, de Louis Armstrong

Viajando a la velocidad del Viento, tercera parte
de la que alcanza la Luz,
las velas múltiples y diversas
deben resistir el empuje, y son
de ese nuevo material que dicen grafeno.

Round Midnight, por Ella Fitzgerald

Valiéndose de los mapas astronómicos,
sin timón que sirva a la derrota,
ni previsiones atmosféricas donde no hay atmósfera,
la pericia de Aurora gobierna las velas, la nave
y el rumbo en las aproximaciones
a los planetas de los distintos tonos del color azul.

Summertime, por Ella Fitzgerald y Louis Armstrong

Entre la constelación de Orión y la estrella Sirius
durante un mínimo instante los tripulantes perciben,
imagen y semejanza del hombre,
al Demiurgo andrógino
acostado en suave lecho de nubes,
roncando acompasadamente
su sueño sin fin. Grandes, muy grandes
la cabeza, el cuerpo y las extremidades,
dotados de una gran belleza. Ojos límpidos,
piel tersa en la desnudez luminosa que muestra.

Se escucha Birth of the Cool, de Miles Davis

Constatan los tripulantes
que el reloj terrestre de la nave marca quince años
de navegación, y ellos no envejecen.
Piensan que avanzando como avanzan
—tiempo y espacio—hacia el momento crítico
en que la materia comenzó a expandirse
una vez más,
los lapsos transcurren de distinta forma.

Rhapsody in Blue, de Gershwin y Whiteman

Calor o frío insoportables, empujes laterales
subidas o bajadas bruscas, tormentas silenciosas
tuercen el rumbo cien veces, mil quizá,
y al temor a un catastrófico naufragio
oponen los tripulantes la firmeza de su
voluntad humana y el afán de supervivencia.
Cada navegante realiza una tarea
acorde con sus capacidades y deseos,
de forma que el progreso depende
más de ellos que del azar,
grato e ingrato.

Benny Goodman, interpretando Sing, Sing, Sing

El premio a la resistencia heroica es la placidez
entrecortada, la belleza luminosa incomparable
vista en las fotografías, miles, que llegan
a la pantalla de grandes dimensiones,
y a través de los ojos de buey, ventanas
y escotillas transparentes.
El atractivo de los paisajes sucesivos,
la cambiante complejidad cromática y formal,
el vértigo de lo que viene de frente
escapando por los lados in extremis,
no es algo sentido antes por ninguno
de los arriesgados tripulantes.

Django Reinhardt en Sweet Georgia Brown

Armonía, equilibrio, deslizamientos
piruetas lógicas e inesperadas
derivaciones, despliegues, hermosura del contraste,
líneas puras e impuras sirviéndose, actualizándose,
Crepúsculos y Amanecidas destilando emociones
Poesía, Pintura y Música creándose y recreándose:
El Velero Va.

Darius Milhaud en La Création du Monde

Sueño y despertar, ilusión y desilusión
se siguen en los ánimos, el temor y la esperanza.
Recoger trapo al llegar a un planeta ligeramente azul
para acercarse y recibir fotografías de conjunto
y de detalle,
proporciona expectativas que se rompen
cuando la aridez encontrada obliga
a seguir rumbo con todo el trapo desplegado.

Ebony Concerto por Igor Stravinski

En un momento de fortuna, después
de cien avistamientos infructuosos,
en la claridad promiscua de la pantalla
puede verse un planeta azul y verde, de una belleza
extraordinaria, única.
Y desgarra el silencio la voz enérgica de Aurora Maris:
¡Todos a sus puestos! ¡Maniobra de aproximación!
Arriad la mayor —refiriéndose
a las velas— la mesana, la trinquete.
En la acción, rauda, desencadenada de improviso,
se oyen términos marineros de oculta belleza: verga,
cangreja, bauprés, arboladura, jarcia, botavara;
gavia y muchos más: sonoros y contundentes
como latigazos.

Maurice Ravel, Jazz (pieza desconocida) pour Mme Révelot

Un sencillo mecanismo ideado por la capitana
en el Mar de China, para que un tifón elevara el velero,
permitía a las vergas de distinto mástil
alinearse a lo ancho y, a unas velas añadidas,
alcanzar la posición horizontal frenando la bajada
en un descenso acompasado.
La visión aparecida ante sus ojos, paisaje verde
de la superficie firme, y temblorosos azules
de los mares, pone a cavilar a los más inquietos acerca
de la elipse que su incierta derrota ha ido completando.
Las fotografías vistas acercan
elementos tranquilizadores: agua en abundancia
y vida vegetal exuberante y diversa.

Suena The Visitation, por Gunther Schuller

Circunvalando el planeta en el descenso,
ven montañas elevadas con penachos
de nieve, volcanes en erupción, seísmos, vastos
lagos, ríos caudalosos; pero no hallan
signos que revelen la existencia de vida animal.
En las proximidades descubren árboles
vigorosos crecidos sobre escombros, arbustos
ocultando a medias material de guerra debilitado
por el paso del tiempo;
troncos retorcidos que superan ruinas pétreas.
Y a poca distancia del mar interior elegido
para posarse, identificado por la mediterránea
Aurora Maris como el Mare Nostrum,
ven una torre, firmemente erguida,
reconociendo en ella, Aurora y algunos más,
la genuina expresión románica
de Sant Climent de Tahüll.

Estalla la alegría al contacto de la nave con el agua:
ignis fatuus de aparición impredecible y duración
muy breve.
“Alegría, hermosa llama de los dioses”, había
escrito Schiller.
Se escucha entonces en todo el Orbe
la “Oda a la Alegría”, cuarto movimiento
de la Sinfonía Novena de Beethoven.


Post Scriptum:

Regresada la nave, oído el relato de la peripecia, pude pasar varios días viendo las fotos recogidas por las cámaras al llegar a la Tierra. Descubrí intacta la iglesia de San Martín de Frómista. Sorprendiéndome que, en el lugar de mi nacimiento, se apreciaran las piedras diseminadas de lo que pudo ser el poderoso castillo y, ¡oh maravilla! la espadaña románica, solo ella en pie, de lo que fue la ermita de San Pedro y de la Virgen del Consuelo.

Pedro Sevylla de Juana
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