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Tercera génesis de la acefalia

domingo 23 de diciembre de 2018

[A] Aqués que tén fama de honrados na vila
Rosalía

XIX

Digamos que has hecho ya cuanto en tu boca
Y en tus ojos estaba, todo señas vanas,
Por captar un femenino trazo pitagórico que enroque
A la vida social tu trashumano
Pasar. Recogido en los minutos del día como un ovillo
Vas haciéndote de menos
Hasta que la hora estalla
Como una taza de café en un horno.
No te entremetas entre el crepúsculo y sus destellos,
Déjalos que alternadamente se encarnen
Como si supieran qué tenían que decirte.
Entonces toma el metro y sus tiernas y eternas
Miradas de deseo que se recortan
Contra externas paredes huidizas tras un ventanal silente.
Son bisbiseos y abortos.
No escuches. Deja a la intención mientras se calienta
Que estudie otra noche el lenguaje indescifrable
Y del todo imprescindible. Todos cuantos
Se confunden en estas farras de algún modo sólo hablan
A su propio anhelo de sexual mixtura
Con formas apetecibles en combustiones febles.
Pero tus escarceos son mancos y no hay labia que te ampare.
Estarás gracioso entre grupúsculos de locales y turistas mal cohesionados
Que buscan desgajarse pronto en parejas que al final te excluyen y separan
Del placer, tras mucho bar y mucha rueda.
Luego en casa, a solas, es tan doliente la almohada seca
Como la resaca más desabrida.

 

XX

Por eso, la acefalia te absorbe en su regazo.
Dejas la almohada a un lado y te inyectas
El oxígeno meninge arriba como se saca de un pozo
La última agua en un cubo de latón infecto.
Con eficiencia la templanza dentro de ti arraiga
Antes del amanecer, llegas a un pacto
Con tu libido, que se afina estéticamente y con sabiduría ruega
A la belleza sólo percibirla.
Un aluvión tamaño de Aginecia, piensas luego,
Como si la propia naturaleza te hiciera burlas,
Sólo se frena con esas técnicas ascéticas
Que enseñan a calmarla.

 

XXI

Si se graba el chirlo de otro lance fallido sobre la piel
De la necesidad, si una incipiente relación muy bien trabada
Va y decae, si roces y risotadas de feminidad convencional
Levantan ilusiones de lodo,
Y la templanza en las entrañas no es bastante
Para conformar al aginécico europeo, ¿qué le queda?
Aparte de drogarse o la lección de Pan, pasar otras tantas
Noches contra el suelo duro, boca arriba, arrancando
Su frustrada alma de la del mundo ambiente
Como se corta a la redonda
Un tablero que no volverá más a su madera:
Dicotelema o la escisión de voluntades cuando
Se habían imbricado falazmente en un mohoso rimero.

 

XXII

Puede que dos o quizá tres capas de toalla. Multiplicadas
Se anulan y restadas dan un uno consuno con la mera
Falta de cabeza, o la praxis supina total, que es apática y anonadada,
Arisca a la acción, de espíritu algo irresuelto y huero.
Impotencias puede costar si no la rebajas
Como el vino demasiado puro.
Dormir sin almohada, a pelo, proporciona rejo
Pero puede cubrir el segundo ventrículo y entontecer al practicante.
La cuestión son las capas sobre las que relaje
La tiesta atormentada y paciente.
A veces, sobre dos capas el ícor mana hacia arriba
Con flujo firme y suculento.
Otras se restaña con rara perseverancia y sin aviso previo
Entorpeciendo el descubrimiento de un patrón seguro.

 

XXIII

Sobre prolongada monopodia yerto
Repaso en la memoria las líneas isomorfas,
Abstraídas del mundo en universal hurto,
Como una barca, amarrada al poste, arfa
Remecida por las olas
Mientras, como si nada, se extirpa al mar amorfo,
Con tanta destreza que duele
Acatar sumiso la cristalización de las mismas.
Pero al menos había descorrido el velo
De un fenómeno que a fuego se plasma
Sobre la frente del célibe involuntario:
La idolatría del inaprensible quiasmo
Entre la forma deseada y el ente que genera.
Y es sabido que sólo las Sibilas la suministran.

 

XXIV

Fue en la autovía de la Ametlla cuando
Por vez primera me encomendé a Shamhat.
Las dos estilizadas hieródulas miraban distinguiendo
La voluntad y la actitud
De los motorizados pedigüeños,
Que goteaban bajo abstinencia de sensualidad
Esquiva. Con pelo lacio de color opuesto, espadañas
Seguras de sí, nos iban distribuyendo
Algo fríamente. Como quien sueña,
Guiado por afilados muslos urticarios, conduje al fondo
Frondoso de una explanada mientras advertía
En otro coche a su compañera oficiando
Y el minucioso rostro del iniciado. Con extravío,
Con horror, se dilataron mis esfínteres rojos
Al sentir, parados, que se me abría
El verde misterio rozagante y añejo
O su misma franca y encarnada figura.
En el asiento trasero, palpé con pujos
De ansia e inanición las hipostáticas caderas,
La serpentina espalda, la piel de cuarzo ahumado.
Me encauzó tolerante, con sacerdotal esmero,
Y gocé obediente la voluptuosidad pactada
Que, con la amnesia de los profanadores,
Quiero devolver a las mientes y no puedo.