
Peinando a tía
La mano de la tía estacionaba
garbanzos en los cartones azules
La de su sobrina estacionaba porotos
de Onam en los cartones amarillos:
ternos endogámicos
impotentes cuaternos
quintinas anorgásmicas
Leguminosa la sobrina estacionada
en las ensaladeras de su tía.
“Peinando a tía”, cuento de Juan Carlos Pellanda.

Papeles póstumos del Club Pickwick
Para los póstumos papeles el señor Pickwick juega al whist y bebe su ponche frío
diserta de pie sobre el sillón de Windsor
entre aplaudido y aplaudido con vehemencia
con carismático pickwicknianismo el señor Pickwick
se deja otear oteando con el catalejo que extrae de su impecable gabán
estimula instruye ordena reconviene aconseja disuade a su cochero
y en su cuaderno de apuntes apunta observaciones sobre la tenacidad de los caballos por la vida
y casi perece sospechoso en el mar de una trifulca
sobrenada
sin eludir desprecio y puñetazos
según consta en las actas del club
El señor Pickwick a la caza de su sombrero, grajos y otras aves
y de cierto hallazgo con forma de piedra por diez chelines
y de las veintisiete interpretaciones (la inscripción en la piedra) de su propio cacumen
el malinterpretado señor presidente
y su enamorada, patrona y demandante, la matrimoniable viuda Bardell
de tan enseñoreada incidencia en el augusto meollo
(y la señora de Leo Hunter)
y todo consta en las actas por ellas lo sé
¡El señor Pickwick subrepticiamente en el internado de señoritas, de noche!
vejado adviene
un ataque regio de reumatismo que lo postra pickwicknianamente
y de alcoholismo que lo duerme en una carretilla pickwickniana dentro de un corral
o bien
azarado entre recules y profundas reverencias abandonando espacios inconvenientes
o contentísimo y encarnado con sus negras polainas por entre la nieve
y al diablo, al helado diablo el señor Pickwick
desaparecido y reaparecido
luego rodeado de los reclutados media docena de habeas esqueletos
lo saben, pickwicknianos unidos
el benemérito señor Pickwick se da a sosiego
a moderación, a jubilación
y todo todo todo consta en las actas del club.
Papeles póstumos del Club Pickwick, novela de Charles Dickens.
La casa deshabitada
Chitón, procuran los procuradores
es la llovizna negra, costas y mañas
Atráense (sórdidos vaivenes)
los vocablos bufete rico y bufete pobre
y zarandeado tribunal de la chancillería
Me inclino ante la Ley / yo me prosterno
(cuando otros enloquecen)
qué menos que guiñando o haciendo ojitos
Abnegaciones y lealtades copulando con perentorios chantajistas
próximos a la luminosidad artificiosa de los ensimismados candelabros
del celebérrimo pleito Jarndyce y Jarndyce
¿Velos?, pero sobre todo pretendientes
para mi dueña y mujercísima Esther
(dama Trot, dama Durden) Summerson
(Apostillas entre la niebla sucia
y la cellisca de Londres recauda
Vladimir Nabokov
y yo administro).
La casa deshabitada, novela de Charles Dickens.
Aventuras de Oliverio Twist
Grito agudo del corderillo al que criar
recién parido ser mortal en el llamado hospicio
mientras su madre lo abandona estremeciéndose para siempre
besándolo por única vez
Los parroquiales lo condenan —¡magnánimamente!—
a vivir con (y eventualmente a morir de) hambre
distraída por patadas y coscorrones de diligentes celadores
tundas repartidas a otros desgraciados caballeretes
sucios y hasta piojosos por añadidura
famélicos alucinadores de la gorda manteca
Oliverio es designado delegado y atrevido pedigüeño
y el director resuena la testa de Oliverio con un cucharón
en malhadados tiempos incompasivos
(Añadir cinco libras al incordio en forma de futuro aprendiz de cualquier arte u oficio
sortear a quien desholline cogitando sobre deudas y penurias)
Quédase alquilado el niño al funebrero
traga sobras y duerme entre ataúdes
¡Pamemas! estalla el condigno administrador de justicia
estupefacto Oliverio, después perseguido e inclusive baleado
aprendiendo y lastimándose en el melodrama.
Aventuras de Oliverio Twist, novela de Charles Dickens.
Los cosacos
Muchachas de la aldea provocadas por los uniformes
(aman dos a Mariana)
sangre, humo, detonaciones en el heno
(Mariana se dejaba —¡oh!— se dejaba galantear)
los chechenes, los caballos y los gritos
(bruscos pudor o altanería)
Uno agoniza
otro retorna a entrañables
nevadas y silenciosas calles de Moscú.
Los cosacos, novela de León Tolstoi.
Ana Karenina
Karenin, el opio, mi amante, mi hijo
mis celos, mi opulencia
mi abandono.
Ana Karenina, novela de León Tolstoi
La sonata a Kreutzer
Beethoven allí en el salón
y ese presto de los mismos infiernos
Animal magnético el inspirado
¿de dónde ese caudal injurioso?…
La sonata a Kreutzer, novela de León Tolstoi.
La borrasca
El trineo chirrió y el barín arribó
atrás el sueño, las verstas y el sopor helado de la estepa
y las medidas de aguardiente de los cocheros
y otra vez el sueño en menudos copos.
La borrasca, novela de León Tolstoi.
Misterio en el Caribe
Ojo —de vidrio— con el comandante Palgrave
y con quien ironice o se aventure a preguntar
Rubiedad a orillas de la noche
hipertensión, chantaje
en estas lejanías (Indias Occidentales)
Conjeturas: labor de aguja.
Misterio en el Caribe, novela de Agatha Christie.
Hopper
Se han refugiado
dentro
de las mañanas que caben
en este libro
un pintor
…………..y su aldea.
Hopper, poemario de Alejandra Pultrone.
Verme y 11 reescrituras de Discépolo
Si vas a Calataiud
como quien va a Dolores de cabeza
pregunta por la Inspiración
Si vas a la Suprema Corte
como quien va a Calataiud
pregunta por el Procedimiento
Si vas a la Academia de Corte y Confección
como quien va a la Suprema Corte
pregunta por esos feos tajos en tu Investidura
Pero si
vas a hacerle la corte a las Palabras
como quien va a
……………………..corte por lo sano ese Discurso
pregunta por la Espacialidad.
Verme y 11 reescrituras de Discépolo, poemario de Leónidas Lamborghini.
Caballazo a la sombra
Me las vi con uno que más que como yo
era en efecto yo
viéndoselas conmigo
Tan intrincada como lúdica
resultó la finalmente para nada
excepcional contienda
de resultas de la cual
redacto ahora este sosiego.
Caballazo a la sombra, poemario de Jorge Leonidas Escudero.
Le dije y me dijo
Socorrémelo al tiempo, este
insobornable, señalado con mi pulgar
¿O no ves que después de todo algo
grogui quedó por la puntería de mi cimitarra
justito en uno de sus plexos cayéndole
cuando ya me iba a dañar cayéndome de golpe?
Le dije y me dijo, poemario de Jorge Leonidas Escudero.
Los grandes jugadores
Los junto a James Caan y Amelia Bence
actores cada uno emigrado
…………………….o extirpado
…………………….o resucitado
de ese par de filmes tormentosos donde ellos
se gastaron compulsivamente
Los jugadores personajes
que ahora caso en altar de lector
se tocan.
Los grandes jugadores, poemario de Jorge Leonidas Escudero.
Umbral de salida
¿Será el compañerismo provocarte
y ser provocado?
¿Será el trenzarse en este encuentro de búsquedas?
¿Será el compañerismo entrar
y quedarse?
¿Será el proceder a justificar
las lágrimas que viste en la mujer dejada?
¿Será una sensación acompañante
propia de la búsqueda de salidas?
¿Será el compañerismo silenciarse
para la nostalgia?
¿Será rescatar esas cartas?
¿Será tanto ver en declive a la inmensidad?
¿Será el compañerismo el estar de paso
de las aves?
Umbral de salida, poemario de Jorge Leonidas Escudero.
Indignación de noviembre
Barro que predestina al paisaje
parte con el siglo
Aire que impone la amalgama
de la inermidad y la constatación
El paseo va cobrando vidas y todavía no termina
Circunscribir la intemperie y los efectos de la selva
Desde aquí dispararon nubarrones hacia la precariedad
oficiosa de lo desierto.
Indignación de noviembre, poemario de Simón Esain.
Noche de las cosas, mitad del mundo
Vendrán días de turbulencia
refugiada en mis álbumes
fotográficos
y en esas otras cosas que prosiguen
en las avenidas
Vendrán días de itinerarios
pergeñados por mis amigos
en postas donde corrigen
sus más arduos secretos
hasta trocarlos
en ventiladas emergencias
Vendrán días de preguntones
profesionales imantados por mi crudeza
los que conmigo subirán
desaprovechándome
interminables escaleras
atestándome con la especie de miel
de sus obviedades
y sólo para perdurar a través
de los micrófonos empalagados
y en sus filmaciones
Vendrán días de enfermarse en alta mar
líricamente
o en una prosa chicha
sitiados por la redundancia
de los siguientes días
que vendrán.
Noche de las cosas, mitad del mundo, poemario de Kato Molinari.
Umbral
Aduje que me provoca
ser actor invitado
a su escenografía
Puedo morir a satisfacción
al borde de cualquiera
de sus trajines
(sospechoso de alardear
……………………………….yo
si no de buen mozo:
de perspicaz, lo cual no es poco
en medio del vano desaliño reinante
y vocinglería)
Susurré que sabría descomprimirme
a conformidad
de quienes sólo me requieren consecuente
con mi ser
…………….actor.
Umbral, poemario de Kato Molinari.
Cabarute Mr. Ed
El cascabel al gato se lo puso
y también a un caballo
Empezando por ahí
Acosó al Abstinente porque no dudó
de que no le era indiferente
Acusó a la Patrona de los Impuestos
al valor y al honor agregados
Siguiendo por allí
¡Huevazos al Ministro del Interior de Sí Mismo!
resonó, concluyendo
el mal (o buen) uso de los huevos.
Cabarute Mr. Ed, poemario de Andrea Gagliardi.
Hojas de sábila
Es en las condiciones de alguna intransigencia
donde se afincan los versos
y un frío callejero
Te lo dije:
es la época.
Hojas de sábila, poemario de Eduardo Dalter.
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