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Vanitas, de Adriano de San Martín
(selección)

lunes 26 de junio de 2023
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“Vanitas”, de Adriano de San Martín
Vanitas, de Adriano de San Martín (Arlekín, 2021). Disponible en la web de la editorial

Vanitas
Adriano de San Martín
Poesía
Editorial Arlekín
San José (Costa Rica), 2021
ISBN: 978-9968-681-89-6
79 páginas

3.

Rasga la tarde el iracundo fragor
de una motocicleta, bocina de estéreo,
sirena de ambulancia o coche de bomberos.

La guadaña de plata, tras leves cirros
y sustratos, alta en el azul relampaguea.
Una tenue brisa nos tonifica en abanico.

Los pluriversos se alojan en el pequeño
patio florido bajo exhalaciones
del gran astro con gorjeos del yigüirro.

Un helicóptero surca el firmamento,
sus hélices sofocan las aves canoras.

El grifo rezuma notas cual percutores
de tiempo prestos al asalto de la ambigua
sonoridad de otras tardes en un pueblo
campesino con la infancia poblada
de fantasmas. Amplio cinemascope
por el sepia de polvorientos caminos
con traqueteo de carretas y el güey,
güey, güey de los curtidos boyeros.

La motorizada demencia de un tráiler
en la lejanía desordena el panorama,
devela el peligro que se cierne.

 

12.

Todas las mañanas se levanta
este pequeño país como si fuese
un gigante. Ahora se reincorpora
como lo que realmente es, pequeño país.

Con volcanes, ríos, lagunas, lagos,
humedales. Con el furioso y plácido
bramido de ambos mares, la verde
quietud de sus islas. Con selvas,
bosques nublados donde la lluvia
punza como granizo y deambulan
galácticos felinos, ondean pequeñas,
enormes, coloridas aves. Con la altura
nubosa del Chirripó, el Cerro de la Muerte,
Talamanca. Con amplias llanuras por el norte
y el Caribe, selvas y sinuosidades adentrándose
en el Golfo Dulce o de Nicoya. Acurrucado en el
grande silencio, pequeño país, te arrullas, meditas, vuelas…

 

16.

Fui proyectando tu cuerpo
de a poco. Tu lujuriante cabello
de nubes cargadas con ciervos y potros.
Tu rostro con agudas pinceladas,
con olvidados bocetos de la infancia.

Tus pechos más tropicales e hinchados
que manzanas salvajes. Tu pubis de selva
húmeda con la verdadera fruta del paraíso.
Tus muslos, tus largas y atléticas piernas de obrera.

Fui concibiéndote y amándote hasta penetrar
tu ánima donde logré colocar estas palabras
que nos sostienen y justifican en tanto palpiten.

 

18.

Aún me busco por las calles de Lisboa.
En la humedad oblicua de sus muelles,
tabaquerías, parques y cafés. En mesas
de cervecerías y bares he conversado
con Proust y Anaximandro, con Joyce
y Heráclito, con el viejo Goethe, Borges
y Lezama, mientras grababa versos
imperturbables. Versos anónimos como
todo buen verso. Poemas sin resolución,
sin fecha, más acá o más allá de las flores,
oficinas y arboledas. Poemas metálicos
trizados por la lluvia y arrojados al buque
galáctico que surca los astros desde siempre.

Me evoco por calles que pisa mi pensamiento.
No me ha sido otorgado el don de fatigarlas
sino en la ficción que reconstituye vías diferidas
con retazos de vidas separadas por todo, de todos,
como el poeta en la Calle de los Doradores
que se percibe ajeno a la ciudad y deambula
por pasadizos, callejones, laberintos. Da palos
de ciego por suburbios de Buenos Aires, Dublín,
La Villa, Venecia, San Piter, San Francisco…

Así voy en la turbamulta con seres desdoblados,
con palabras milenarias, con el arma al hombro
y la certeza de no saber hacia dónde se marcha
sino hacia uno mismo en auténtica contravía.

Caminantes que, insensatos, nos conformamos
con hojas de hierba, briznas de estrellas, cantos,
encabalgamientos y vapores bajo la noche oceánica.

 

22.

Las palabras también se contagian.
Experimentan violentos cambios.
Se resfrían. Sufren hambre. Enflaquecen.
Convulsionan. Engordan. Se angustian.
Padecen insomnio. Van al psiquiatra.
Se tornan sospechosas. Las criminalizan.
Son objeto de vigilancia. Las persiguen.
Las capturan. Encapuchadas las interrogan.
Las archivan en bases de datos policiales, militares.
Las procesan, las encierran, las convierten en prisioneras
de conciencia. Las extorsionan. Las invisibilizan
con eufemismos convencionales o estrafalarios.
Sus voces padecen otras tonalidades, otros significados.
Permutan valores y sentidos. Escriben falsas historias.

Pero la poesía se metamorfosea y se escabulle
aunque intenten darle caza para subirla a la perrera
y trasladarla al manicomio o al campo de concentración.

Publican entonces cierta no poesía. Cierto no arte.
No poesía, no arte, adulterados. Livianos. Impostados.

 

29.

Estamos en Isla de Chira a la sombra
de los altos maizales de la Gran Nicoya.
Aquí es la encrucijada, el sitio sangrante
del desencuentro. Playa de los Muertos.

Pero aquí se trasiegan las mercancías
que provienen del norte y del sur.
Cruces de extraordinarios lingotes
de jade del Motagua con el añil
de nuestras costas y altos plumajes
de aves sagradas. El trueque
de artesanías con las cósmicas
y resplandecientes pieles de jaguares.

Nuestra princesa ejecuta el paseo
vespertino seguida por la corte de vestales
al ritmo de chirimías y dulces ocarinas.

A la sombra de las milpas de la Gran Nicoya
en la Isla de Chira, recitamos y escribimos,
sobre las aguas, mensajes que leerán dioses
de otras islas donde se entonan otros cantos,
desenrollan otras cortezas de árboles, vuelan
las grullas, se abanican bambúes y arrozales.

 

34.

En un claro de la pampa, ensimismado,
pasta y corcovea un recio alazán blanco;
tras las cercas de maderos negros y púas
ondulan aguatintas de gibas, bramidos, cuernos.

A lo lejos, gangoso e irregular, de pronto,
irrumpe el monótono jadeo de la guadaña mecánica.

Adriano de San Martín
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