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Alexander von Humboldt y su nueva visión sobre América

lunes 11 de mayo de 2020
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Alexander von Humboldt
La visión romántica de Humboldt compromete la percepción de la naturaleza como un ente protagonista de la historia. Retrato de Alexander von Humboldt por Joseph Karl Stieler (1843)

Algunos antecedentes

El destacado investigador latinoamericanista Miguel Rojas Mix señala, en su obra América imaginaria, aparecida en 1992,1 que el mundo europeo ha recurrido a diferentes imágenes para pensar a América en tanto continente y como universo peculiar de cultura. Entre éstas, por ejemplo, están la imagen barroca (desde mediados del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII), la neoclásica (todo el siglo XVIII), y la imagen romántica (inicios y hasta mediados del Siglo del Progreso). La primera mirada se centraba principalmente en el aspecto decorativo de los nativos, en la observación de sus determinados rasgos peculiares de alimentación y costumbres, y en los animales de este continente, que eran considerados como seres degenerados de la naturaleza, porque no coincidían con los cánones de la fauna conocida en Europa, tal como se puede observar en las obras de George Louis de Buffon y en las de Cornelio de Pauw, en su obra Investigaciones filosóficas sobre los americanos (1769) y que han analizado ya con detención diversos autores, entre éstos José Antonio González.2 A su vez, el enfoque neoclásico, que se difunde con fuerza durante la centuria dieciochesca, centraba la mirada interpretativa en el nativo americano como exponente del “buen salvaje”; esto es, como si fuera un europeo en su estado originario. Luego, la mirada romántica, por su parte, dentro de la comunidad científica, se sustenta principalmente en el aporte de Alexander von Humboldt; esto es, en una cuidadosa descripción de especímenes de la flora y fauna americanas y en la presentación de los nativos en inserción con su medio, en una dialéctica de dinamismo e interfaz mutua.

 

Humboldt observa que los volcanes del continente parecían estar en línea recta, como si siguieran una grieta profunda de la corteza terrestre.

Una aproximación a su obra

Este naturalista alemán nacido en Berlín y que vivió entre los años 1769-1859, y tras la partida al infinito de su señora madre, en 1796, recibe una cuantiosa herencia que le permite realizar sus sueños de explorador, iniciando un viaje por las regiones equinocciales de América del Sur, entre 1799 y 1804, específicamente por Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba, México y luego a Estados Unidos. El resultado de sus exploraciones, estudios y observaciones, presentado en su numerosa bibliografía científica, entre la que podemos mencionar Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo (1805-1839), Cuadros de la naturaleza (primer tomo en 1808),3 Vistas de la Cordillera y monumentos de los pueblos indígenas de América (1810), por mencionar sólo algunos, sumado a su abundante acopio complementario de ilustraciones sobre el Nuevo Mundo, cambian radicalmente la concepción interpretativa sobre la naturaleza y la cultura americanas. Así, por ejemplo, entre sus excursiones hidrográficas recordemos que navega por todo el Orinoco, demostrando la conexión entre el río Negro y el Orinoco, identificando exactamente el punto de ensamble en 2º 0’ 43’’ de latitud N.;4 verificando además el sistema de drenaje del Amazonas; también en este ámbito hidrográfico, visita la laguna Guatavita donde, tras desecar momentáneamente la misma, demostró que en su fondo no había vestigios de las riquezas acumuladas allí, en su eventual condición de ser el lugar del asiento de la leyenda del Dorado. Además, todavía en este plano hidrográfico, estudia las corrientes de la costa occidental de Sudamérica y descubre la corriente que lleva su nombre. En cuanto a sus observaciones vulcanológicas y orográficas, observa que los volcanes del continente parecían estar en línea recta, como si siguieran una grieta profunda de la corteza terrestre. Realiza ascensiones a numerosos volcanes y montañas, recorre lagos y ríos y experimenta con la alimentación y respiración de los yacarés, en Cuba y otros lugares, entre otras actividades exploratorias en el Nuevo Mundo. Justamente su condición de geógrafo nos permite apreciar su interés por las alturas de numerosos picos americanos: la Silla de Caracas, en Venezuela, el volcán de Puracé y de Pasto, en Colombia; el Chimborazo y el Cerro del Chicle en Ecuador; el Nevado de Toluca y el Cofre de Perote, en México. Muchos de los cuales, como ya ha destacado Pere Sunyer Martín, sobrepasan los 5.000 metros.5

Éstas y un sinnúmero de otras actividades, sumado a su extensa producción bibliográfica, a sus años de reflexión, y a un amplio acopio de ilustraciones y pinturas sobre América, para lo cual contrataba a los mejores pintores, entre éstos a Mauricio Rugendas; lo llevan a difundir una nueva forma de mirar y entender a América; ésta es la imagen científica que resulta de una incursión directa a la flora y fauna vernácula de este continente. Gracias a sus descubrimientos sobre la gea, flora y fauna americanas, así como en sus observaciones sociológicas y costumbristas de los nativos americanos, del centro y sur del continente; los europeos principian a ver a América en un contexto menos fantasioso, menos idealizado y más distante de los mitos que se difundían en la comunidad científica internacional, tales como las ideas de George Louis de Buffon y Cornelio de Pauw, que sostenían que América era un universo de seres corruptos, tal como se ha indicado. Así, a partir de las investigaciones de Humboldt, los dibujos sobre los indios tienen ahora rasgos étnicos más reales, rescatando su impronta regional o autóctona.

Humboldt desautoriza la nominación de “bárbaro” para los nativos de este continente, porque estima que dicha tipificación descansa sólo en un conocimiento muy parcial sobre los indígenas y sus costumbres y sobre el territorio del nuevo continente en general. Sostiene, por tanto, la conveniencia de recorrer América con fines científicos y exploratorios, para obtener una visión globalizante en la cual los aspectos puntuales que llaman la atención de viajeros y autores tengan un adecuado marco para la comprensión de la naturaleza y cultura americanas. Gracias a la nueva disciplina por él fundada, la fitogeografía o geografía de las plantas, el naturalista alemán logra descubrir una serie de vinculaciones entre el clima, la temperatura, los vientos, la altura y el desarrollo de las plantas; logrando así una nueva explicación, un nuevo paradigma, y dando pábulo sobre el asentamiento de las plantas en correlato con su altura, y con ello posibilita una verdadera radiografía de la ubicación de las distintas especies de la flora, tanto en relación con el Nuevo Continente como también para Europa. En este sentido es uno de los precursores de la ecología, en tanto explicita la relación de los seres vivos entre sí y con el medio en que viven.

 

La visión romántica

La visión romántica de Humboldt compromete la percepción de la naturaleza como un ente protagonista de la historia, en interacción con los nativos y lugareños; destaca lo vernáculo a ultranza y la enorme diversidad de los exponentes de la vida en el continente. En esta interpretación romántica se persigue conciliar el rigor, el apego a la verdad, la información cuantitativa, la descripción cualitativa y la identificación de todas las fuerzas y formas de la vida en el continente, como parte del cosmos universal. Esto lo consigue con una colaboración muy estrecha entre ciencia y arte y eso queda de manifiesto en su discurso científico, pues a menudo describe los observables de las distintas regiones de América, alcanzando un equilibrio delicado y cuidadoso entre el dato duro, las exigencias taxonómicas y una breve expresión de su asombro personal por la belleza de tal o cual referente, todo lo cual complementa luego con las imágenes. Después de todo, hoy sabemos la importancia que tienen las imágenes pues vivimos con ellas y al alero de ellas, en nuestras escuelas, en nuestros hogares inmersos en nuestros ordenadores o en la televisión y en nuestras mal llamadas “redes sociales”.6

El énfasis científico desmitifica falsas ideas sobre los especímenes y los nativos de América existentes en Europa, y el énfasis artístico (pintura y dibujo) pretende difundir mejor los conocimientos sobre lo real en América e ilustrar o mostrar más fidedignamente lo que los datos y las descripciones especializadas no pueden lograr por la delimitación de su objeto de estudio. Podríamos decir, pues, que esa preocupación sería equivalente a lo que en nuestra contemporaneidad aporta la cámara fotográfica.

La naturaleza americana, en Humboldt, es presentada a través de esta hermandad de la ciencia y el arte.

El romanticismo que en el ámbito de las ciencias representa Humboldt permite mostrar claramente lo exótico, lo vernáculo de América. Así, en sus explicaciones científicas por ejemplo en Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo, da cuenta de la belleza de los paisajes de América, destacando la enorme diversidad de los exponentes de la flora y fauna regionales, y la fuerza y el dinamismo de la bullente naturaleza autóctona. Ello sin olvidar la presencia de los nativos en el paisaje, insertos plenamente en su espacio natural. Lo propio sucede también en su obra Vistas de la Cordillera y monumentos de los pueblos indígenas de América.

Para la presentación de la nueva imagen de América, Humboldt recurre al dibujo y la pintura; por ello busca la colaboración de pintores y artistas, pero no cualquier pintor, sino los mejores, como Mauricio Rugendas. Con la colaboración de éste y otros artistas, logra traer a presencia el exotismo perdido de América, el silencio de sus paisajes vernáculos, despertando así el asombro de la comunidad científica y estimulando a los jóvenes estudiosos de la historia natural para venir a América. No en balde Humboldt está convencido de que para mostrar la fuerza del paisaje americano hay que trabajar en colaboración con el arte. Sólo la unión fructífera de la ciencia natural y el arte pueden retratar debidamente a los observables de la flora y fauna americanas. América le debe mucho a Humboldt y Rugendas la difusión, durante el siglo XIX, de los más hermosos cuadros sobre la naturaleza de este continente. En rigor, la nueva visión de América que presenta Humboldt tanto a los europeos como a los propios americanos obedece a una estrategia metodológica que concilia una hermandad entre la prosa científica y los íconos. La superposición cuidadosa de descripciones de lugares específicos o de referentes de la flora o fauna, y la representación gráfica o pictórica del mismo.7 Esto es una característica del período, pues todas las expediciones románticas contaban, entre los miembros del equipo científico, algún dibujante o ilustrador especializado, y ello continúa durante el siglo diecinueve, hasta la aparición de la fotografía. Esta última reemplazará por ejemplo desde la década del 70 del decimonono a los antiguos dibujantes; empero, Humboldt no alcanza a usar esta herramienta de apoyo científico como medio de presentación de la naturaleza americana, pues la muerte lo sorprende en Berlín en mayo de 1859.

 

Hacia una conclusión

La naturaleza americana, en Humboldt, es presentada a través de esta hermandad de la ciencia y el arte; las imágenes que van perfilando Mauricio Rugendas y otros colaboradores del sabio alemán son cuidadosamente seleccionadas. Por una parte, en vistas a su corrección y concordancia con el objeto taxonómico, y a la variable estética, por otra. Esto es, que efectivamente la obra teórica y bibliográfica de Humboldt sobre América muestra iconos, pero no cualquier icono; sólo las imágenes muy cuidadosas en los detalles y en el conjunto aparecen acompañando sus trabajos. En suma, son imágenes armónicas, coherentes y estéticamente delicadas; por eso no es casual que haya despertado en Europa el asombro por lo novedoso de los especímenes orgánicos y el interés entre los miembros de la comunidad científica, para la realización de nuevas exploraciones y viajes al continente americano. Esta nueva visión de América, que se expresa a través de la ciencia gracias al discurso científico y a las ilustraciones supervisadas por él, es continuada en la taxonomía y en las ciencias de la vida por sabios como Claudio Gay en Chile, o en Nicaragua por el naturalista Thomas Belt, o en el Perú por Ephraim G. Squier, entre tantos otros. Y en el ámbito de la literatura continúa este énfasis gracias a los innumerables exponentes románticos, que valoran el paisaje y la conciencia de la soledad; entre ellos, en Chile, Andrés Bello, José Victorino Lastarria y Alberto Blest Gana; en Venezuela, en el plano del romanticismo como forma de vida, Simón Bolívar. En rigor, toda Hispanoamérica queda imbuida de la visión romántica en el ámbito literario, artístico y cultural, cuyas expresiones se extienden a lo largo de todo el siglo XIX, paralelo al proceso de consolidación de las repúblicas recién independizadas de la Corona española. Este es su mejor legado para nuestra cultura, puesto que dicha mirada desmitifica la idea de una naturaleza monstruosa y degenerada, y defiende la riqueza de la diversidad cultural y étnica de los pueblos de nuestra región. Esa misma influencia romántica llega también más allá del gremio de científicos y está también presente en muchos viajeros y exploradores que, durante el siglo decimonono, hicieron los primeros aprontes de clasificación de los distintos exponentes del cuerpo físico de Centroamérica y de América del Sur; muchos de cuyos trabajos llevan la impronta del maridaje entre los dibujos científicos y el arte. Pero esto es un tema todavía virgen que recién está eclosionando, entre los tópicos de interés para los historiadores de las ciencias en nuestro continente.

Zenobio Saldivia Maldonado

Notas

  1. Rojas Mix, Miguel: América imaginaria, Edit. Lumen, Barcelona,1992.
  2. Cf. González, José Antonio: La Compañía de Jesús y la ciencia ilustrada y la Historia Natural y Civil de Chile, Ediciones Universitarias de la Universidad Católica del Norte, Antofagasta, 1993; p. 45.
  3. Cf. Ette, Ottmar: Alexander von Humboldt y la globalización: el saber en movimiento, Editorial El Colegio de México, México, D. F., 2019.
  4. Cf. Espinoza Baquero, Armando: “Humboldt y las Ciencias de la Tierra”. En: Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, Nº 130, volumen 44, Bogotá, junio de 2000 (consulta realizada el 9 de diciembre de 2017).
  5. Cf. Sunyer Martín, Pere: “Humboldt en los Andes de Ecuador. Ciencia y Romanticismo en el descubrimiento de la montaña”. En: Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universitat de Barcelona, Volumen 4, Nº 58, 2000, Barcelona.
  6. En rigor, las redes virtuales tales como Facebook, Twitter, LinkedIn y otras, deben llamarse redes sociovirtuales, para evitar toda clase de confusión, ambigüedades y vaguedades y cautelar la existencia de las redes sociales que poseen estructuras físicas. Ver, por ejemplo: “Zenobio Saldivia: ¿redes sociales o redes sociovirtuales?”.
  7. Cf. Saldivia M., Zenobio: “Alexander von Humboldt, su derrotero por Colombia y su mirada científica”, en: Saldivia M., Zenobio (compilador): Una aproximación al desarrollo de la ciencia en Colombia. Siglo XIX, Bravo y Allende Editores, Santiago, 2019, p. 67.
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