Los
que no entiendan sobre lo que reposa la Política con mayúscula, no
entenderán cuál es el acto por el cual se funda la polis. Vivimos en un
mundo de marionetas muertas, pero igualmente letales. A la muerte de Dios,
la muerte del sujeto, el descentramiento de todo logocentrismo, el abierto
abismo de la nada que hace imposible morar —no construir— (cada día se
construye más y mejor), a este dominio indiscriminado del hombre sobre el
ente, lo llamó Nietzsche —como sabes muy bien— nihilismo. "Ay del
que alberga desiertos": ¿no te das cuenta, querido amigo, que
"consumación de la metafísica" significa que jamás salimos de
la caverna platónica y que la oculta esencia de la técnica no es otra cosa
que las infernales saturnales que impone la técnica? No hay ni habrá orden
en el sentido de la "phisis", pero naturaleza en griego
(presencia), mientras reine la lucha tribal, en pleno desierto del
nihilismo. Una nueva forma de tribalización adviene, de gregarismo inercial
y de nomadismo bárbaro. Este es el mundo moderno. El modelo del sujeto
débil que predican algunos desde Europa. El desastre económico es sólo un
síntoma para ciertas regiones, del progresivo e implosivo modelo de
expansión, concentración, el poder de este nuevo modelo, en el cual no
existen respuestas para las preguntas más hondas sobre las que reposa toda
verdadera "polis", anclada en la paideia clásica. ¿Para qué
estamos acá? Cuál es el sentido de la vida. Una norma forma de "enui",
de "noia", invade el mundo de prosumidores: el placer es sólo un
gozo virtual y por cierto que la psicosis cunde: vía informática no
existen ya diferencias culturales o de clases o castas: el mundo es una
canastita a lo Moisés que espera que alguien la encuentre, para volver a
buscar la tierra prometida. Frente a este panorama, todavía exaltamos la
democracia —nos creemos helenos— y el parlamentarismo a lo Cromwell:
vuelvo a repetir, vivimos en un cementerio de marionetas parlantes como la
novia de Chucky y como nos los anunciaron los "videntes y
pensantes", donde el desierto crece, nada puede volver a crecer. Este y
no otro es el verdadero sentido del nihilismo y no sólo como creía
Heidegger, la muerte del mundo de las ideas platónicas: qué hacer frente a
este panorama realmente escatológico. Nosotros, volvernos,
antiplatónicamente, a recordar la frase de Novalis que da sentido a nuestra
existencia: "Los poetas. Los jueces no reconocidos de la
humanidad", seguir buscando entre Dioses y Mortales, entre cielo y
tierra, el verdadero lugar donde debe morar el alma.