Letralia, Tierra de Letras Año VIII • Nº 101
6 de octubre de 2003
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Tres textos
Enio Escauriza

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Mi rutina

Tengo una rutina al verla acostada,
Enjuago mis manos en aceite de mandarina
y enjuago sus muslos con mis manos,
poco a poco como si no la tocara
me deslizo hasta donde comienza su columna
y allí mi dedo que es un niño
se lanza en tobogán
lentamente hasta su cuello,
mientras le voy contando un cuento
en donde una palabra enamoró un oído
e invitó a la luna y tuvieron dos hijos
y uno es una estrella y el otro es un poema
y así voy descubriendo lo que le gusta a ella
hurgando entre costillas y piel lunar tatuada.

Tengo una rutina al verla acostada,
toco sus cabellos y protejo los bosques
crecen mil sirenas y nace un ave extinta,
tomo agua de su espalda
y del río que allí vive yo me baño
hasta llegar a sus codos silenciosos
que me invitan a sus manos
que me invitan a su boca
y me dice que me ama y todo flota, todo flota.

Tengo una rutina al verla acostada,
sosiego mis manos en los colores del mango
y hago de mis manos sus pies,
nervio por nervio beso su sueño
y recuerdo que mi rutina es amarla
a creatividad de loco artista
inconciencia de tristezas de poeta
vehemencia de músico sordo
talego de día embarazado.

Tengo una rutina al verla acostada,
le invito un café y cambio la rutina.


Modelo 74

Soy un modelo del 74
de esos que vinieron sin stop y con un guardafango más claro que el otro,
en el maletero traje una caja de herramientas, de la cual
sólo sé usar la poesía cuando se me espicha un caucho.

Mi dirección no siempre fue la correcta,
como buen 74 la intuición me guió por las calles más transitadas,
esquinas de fiestas y sombras, de canción y silencio,
siempre doblando a la izquierda y volcándome por las calles siniestras,
gracias a esto, espero que no se diga:
que me vieron peligrosamente inmovilizado en las avenidas de la derecha.

Prendo las luces de emergencia cada vez que me accidento en un amor,
hay una manía de preservar lo que viene detrás y puede chocar conmigo,
soy un 74 al que le dice viejo una modelo del 80
pero igual roza su puerta con mi puerta y me raya un poco la pintura.

Mi tapicería estuvo llena de tabaco un buen tiempo
y como buen 74 trato de dejar el hábito cuando caliento,
me manejan aquellas que descubren la docilidad de mis frenos,
o aprietan el acelerador poco a poco hasta fundirme la máquina.

Van tres veces que me han querido vender pero siempre se arrepienten mis compradoras,
eso de un 74 poeta maníaco convertible,
al que se le llena el tanque con gasolina de 40 grados, no parece ser buen negocio.

Mi dueño me lleva de allá para acá con la ligereza de creerse superior
y en realidad no se lo discuto, uno discute con lo que ve y a Dios no se le ve nunca,
descanso en las mañanas y ruedo en las noches,
me siento taxi, limosina, carro por puesto y particular.

Si me vuelven chatarra quiero que con mis restos,
resuelvan inventar una gran máquina de café
y se les reparta café a otros modelos 74 que serán de colección.

Soy un modelo 74 que anda a la intemperie
de algunas que lo chocan y lo chocan...
Soy un 74 chocón.


Anillo de madera

Ella tiene un anillo de madera en el dedo que sostiene la casa donde vivo,
ese lugar perdido en el medio de los mangos,
el espacio amarillo de galaxia que no han descubierto los poetas.

Sus dedos copian poemas,
es, y esto lo juro, calígrafa de Dios,
pero yo, en contra, rayo las carpetas,
esos bosques de viernes y cerveza, y no me ve.

Si me quedo solo, más que este solo que suelo ser,
le pediré más agua, le diré de su sincronía de sol,
si me curo de ésta, si me salvo de ésta, si sobrevivo,
podría bienmorir en su mirada.


       

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