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Jorge Gómez Jiménez |
Goldoni vuelve a la Comedia Italiana de París
La Comedia Italiana, única en su género en Francia reinició sus representaciones en París tras una serie de peripecias administrativas, con un clásico mayor de Carlo Goldoni, Las damas puntillosas. Con ellas este teatro singular entrará en el siglo venidero tras más de 25 años de existencia. La Comedia Italiana está ubicada en un pequeño espacio de no más de un centenar de butacas, en pleno corazón de Montparnasse y se halla rodeado de las señales luminosas y publicidades provocadoras de bastantes sex shops que campean por la zona. Allí, en esa antigua comisaría donde Modigliani y los pintores de la mítica Montparnasse de los años 30 terminaban sus madrugadas de borrachera por "disturbios del orden" noche tras noche, Attilio Maggiuli y su elenco, a lo fénix perpetúan con sus máscaras y su ritmo de galope el milagro de recrear en francés la comedia italiana clásica. Para terminar el siglo Maggiulli eligió Las damas puntillosas. Esta obra es la única entre las más de 200 que escribió Goldoni (Venecia, 1707-1793) que tiene la particularidad de exigir en el reparto un arlequín negro y que además, hecho rarísimo en la Comedia del arte, que éste muera trágicamente en escena. Maggiulli decidió montar esta obra para recordar y de alguna manera rendir homenaje a su maestro, el gran director italiano Giorgio Strehler, desaparecido hace dos años. —¿Cuál es la pieza que lamentas no haber puesto en escena? —preguntó Maggiulli en 1995 a Strehler, paseando por el jardín del Luxemburgo, y éste respondió: —Las damas puntillosas —explicando que uno de los problemas principales de la obra residía justamente en formar a un "arlequín joven y de cultura mestiza". Y Strehler no se sentía con derecho a reemplazar a su Arlequín del Piccolo Teatro de Milán, fantástico pero entrado en años por otro más joven. Para Maggiulli el desafío era además de tipo financiero, ya que la pieza requiere la presencia de 15 actores en escena, cosa que el director resolvió empleando nueve artistas que en algunos casos duplican sus prestaciones. Este Goldoni "anti-Goldoni" que opta por criticar en forma sarcástica y ácida su tiempo, presenta mediante cuadros de gran comicidad la avidez de la burguesía veneciana de fines del siglo XVIII y los tráficos a los cuales se dedica para comprar en forma ostentosa e insolente los vestigios de nobleza a la aristocracia "puntillosa". Entre todos los actores que despliegan un verdadero mecanismo de relojería en el precioso ritmo que no decae de la pieza, destacan especialmente la protagonista Rosaura, desempeñada por Helene Lestrade, con su sorprendente dominio de los tonos y registros de la voz y el Arlequín y maestro de baile Guillaume Collignon, tan ágil como musical y comunicativo. No en vano el trabajo de Maggiulli y sus "virtuosos" mereció el elogio, en su época, del escritor italiano Italo Calvino, quien dijo que sus cursos de teatro eran "un acontecimiento en la salud artística del mundo". Otro atractivo es el original y muy rico vestuario de la pieza, que perteneció al filme no menos mítico Casanova de Federico Fellini, y fue regalado a este teatro. Las pelucas y tricornios del Piccolo Teatro de Milán también fueron ofrecidos a la Comedia Italiana de París. A fines de octubre, tras 26 años de existencia, el teatro estuvo a punto de cerrar definitivamente sus puertas por dificultades financieras de tipo impositivo. La Comedia Italiana fue salvado por una campaña de prensa y la decidida actitud de su director, que no dudó en iniciar una huelga de hambre hasta que los poderes públicos cambiaron el estatuto que clasificaba a este pequeño teatro en el mismo nivel impositivo que otros mayores que superan el millar de butacas.
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