Poemas
Agustín Labrada
Inventarme en el vacío
En la balanza,
otros ojos definirán mi luz y mi tiniebla.
Mi propia nobleza fue la espada enemiga
y navegué muy solo,
sin poder elegir el arpa o el Infierno.
Qué denso es el camino de dos caras.
Si mentí, fue para inventarme en el vacío.
Si viajé sin llegar a la muerte,
fue para mí un misterio.
Vengo desde un pozo
adivinando el mundo entre la incertidumbre,
mientras un viejo siglo cruza
ante ese juez más sabio que es el tiempo.
El rastro de los ángeles
¿Quién tiene el as de oro?,
¿quién la ruta precisa
donde darán las buenas noches
sin que la barra el humo?
Todo fluye hacia un fin y crea la nueva ausencia.
No podemos asir nuestra fortuna,
traducir santo y seña en múltiples reinados
si hasta vencer nos deja un gesto ocre.
¿Adónde voy tras el rastro de los ángeles?
¿De qué vale fundar una cabaña,
una familia y una oración que pronto olvidaremos?
Ahí se asienta la fe como arca de polen,
sucesión de escenas insondables,
rescatadas un día por el vino.
Entonces la libertad se vuelve barco,
una extraña ciudad con otra llave,
Odiseo hacia una mujer de niebla.
Entonces la libertad es un jardín
para romper su grito contra el muro.
Nunca contemples
tan triste la barranca,
confundirías
sus afiladas rocas
con ávidas mujeres.
Larga es la senda
y pocos los minutos
para extasiarse
apenas con el cisne
que derrumba el ocaso.
Nada heredé
más que un poco de niebla
y el rojo deseo
de subir tras el himno
a las eternidades.
Réquiem por Rubén Darío
De los montes del cielo bajan las golondrinas
hasta el valle sonoro de tu azul Nicaragua,
donde los cisnes lloran un sendero de agua
y los ángeles tienden sus músicas divinas.
El sombrero de rosas bajo el viejo laurel
enciende mil estrellas y un perfume fragante,
que tejieron tu vida, la vida de un errante,
sostenida en tu tumba como cáliz de miel.
Tú le legaste al viento y al mar toda la gloria,
los cantos más sagrados, las sagradas historias,
que evocaban tu idioma, tu brillante verdad.
Que cimbren en la tarde celeste los violines,
el fulgor de vitrales, los dorados jardines,
y no te vayas solo con tanta soledad.