Árbol del olvido
Jorgelina Guglietti
(Nota del editor: En 1999 la revista literaria bilingüe
publicó una selección de poemas de Jorgelina Guglietti, extraídos de su
libro, aún inédito, Árbol del olvido. Hoy la Tierra de Letras
muestra algunos de esos textos).
22
Marcó el aire
con sus dedos
/ y ella asintió /
oscuros juegos
para largas noches
radiantes ultrajes
/ al amanecer /
cuando la luz agota
el resplandor
del mediodía
Ahogás el polvo
en la garganta
y es la sed
quién vuelve
/ siempre /
a pedir por tu sangre.
33
Maldita
he aprendido
a jugar con los demonios
quemamos almas
en los patios
desperdiciamos vidas
celebramos funerales en mi cuerpo
/ tantos /
que ya no recuerdo...
¿cómo contar las buenas intenciones?
ahogadas de risa
los domingos en familia.
38
a Adriana Giacobbe
Proscripta está
la memoria
de los labios
muertos de muerte
/ sin coronas /
colores impíos
actos aprendidos
elecciones no tomadas
cedidas al temor
a la decisión
/ que alguien más tomará /
alguien a quién
agradecer y culpar
el inútil ofrecimiento
la asfixiante vanidad
de creer / poder / tomar
la vida con sus manos.
52
Donde hay de vos
hay de mí
donde hay tu aire
hay mi aire
donde hay tu sangre
hay mi sangre
y vino
y gloria
y ausencia / de presencias
que perdimos
/ los dos /
bajo la impávida calma
de la memoria.
66
Si no fui aquello que
debería haber sido
/ es /
porque errar
es mi mayor deleite
mi gran virtud
mi gozo y el tuyo.
72
a Paula Ceraldi
Los ojos del paraíso
se acercaron al alma mía
nos encontramos en la cocina
/ buscábamos libros / que explicarán
por qué penaban tanto las penas
por qué nos reíamos hasta las lágrimas
por qué deseábamos
dejar clavada la vida
en el paladar de los que amamos
las voces volvían a la cocina
los muertos que nunca habían muerto
hablaban por su boca y por la mía
el cansancio no pudo agotar la lengua
repetimos las historias de las manos
saciamos corazones y siestas
contamos cubiertos / doblamos manteles
planchábamos servilletas a la orilla del viento
nos rendíamos con la tarde
/ buscábamos álamos para contar estrellas /
jamás nos preocupó lo que sería
tanto como lo que había sido
nunca hubo un Dios en quien confiar
la piedad era para otros cristos / mas cristianos
un té caliente calmó los dolores del cuerpo
cuando el alma saltó vestida en llamas sobre la mesa
comprendimos el silencio / pero nunca las recetas /
ya no habría otra función el domingo
el día nos dejó / al borde del abismo /
82
Abandonamos la tarde
/ brillantes /
resplandecientes de dolor
El viento llevó los cuerpos
que nos acompañaban
lejos de las palabras.
88
El humo golpea tus anteojos
y en las paredes del bar
juegan las imágenes
/ lo que dejás ver / lo que ocultás /
y alrededor humo
y bocas
y alardes
y gritos
y soledad
y deseo
y cuentos / que nadie dirá /
Movimientos lentos
caminan vértigos
y cada cual atiende su juego.
95
El espanto saltó sobre la mesa
aturdido como la primera vez
no quedan rastros de las repeticiones
de las palabras de sus manos
ni aliento en su cuerpo
mudo de gritos
solo de ausencias
danzar en la fiebre del hastío
con zapatos nuevos
diluvia / siempre diluvia /
los días del sol
el cuerpo detrás del alma
/ asediado /
cantos fuera de la voz
mecen rondas vespertinas
/ los ayunos y el adiós / cada día /
La gloria llegará y tocará otros cuerpos
/ ígneos / tal vez más piadosos
tal vez más malditos
Inofensivos cuentos
cada tarde / se tejen en tus ojos
he venido al sur por el desierto
y las respuestas cambiaron
y cambiarán con las horas
/ los secretos serán los mismos /
tan parecidos a los que fuimos
ahora somos tan distintos.
101
La palabra olvidó su voz
en el desierto / cierto
de tu ausencia
Inmensa es la soledad
imposibles son los encuentros
que igual sucedieron.
107
El olor de la piel
recuperó el goce de tu cuerpo
lamiendo la alegría
de las equivocaciones posibles
libre de los actos heroicos
/ de los héroes vacuos /
los miedos andan sueltos
y llevás lilas los recuerdos
y sedientas las manos
deseando tomar el deseo
del deseo
/ inevitable / mágico /
Animal que pace en el tiempo
de las historias perdidas
en la inmensidad del delirio
/ y la fiesta /
de haber encontrado tus ojos en los míos
Saltarás
/ radiante /
con la vida en llamas
al abismo de tus sueños.
110
El espejo señaló la hora de las manos
los reflejos giraban alrededor
/ fuegos /
rondan las horas de la siesta
la sed busca la sombra
de los árboles más brillantes
los pies desnudos sobre el banco
las páginas revueltas
de los libros contra el pecho
/ prolongar / detener / asir /
la calma
aquel lugar perdido
en la ostentación de la memoria.
125
Cansancio de mí
bajo la calma de los vértigos
/ afuera /
la casa de los tormentos
muros pálidos desgranan rosas
en las sombras
/ feroz es, la imagen del silencio /
Sucia entre los limpios
/ blanca /
en la hora más oscura
esperaré el asalto de los instintos
de los que asesinan vidas en tu aliento
Dar la sangre
sabiendo que te irás
antes de partir
/ a otros brazos /
sostener el aire
refregado en los pulmones
buscando cada intersección
del deseo
asir / violar
la imaginación y el placer
de ver
girar locos los ojos
en tus dedos
las alegrías se han ido
por los pasillos
hay otros ecos en el hastío.
134
Al altar de tu pecho
me remito
al que esconde la pasión
irreverente
exhibiendo su dolor
sin pudor
sin un solo gesto
que pueda amparar la duda
a la eterna luz
capaz de cegar
con absoluta certeza
la claridad del día
a tus ojos
que guardan
en cada una de sus miradas
el mar desesperado y fugaz
de mi alma.
144
a Nélida Etcheverry
Vago en el viento
vago en las penas de mis ojos
y en las voces de otras bocas
que murmuran sobre los actos
de este cuerpo
Vago cada noche entre los sueños de tus sueños
en el influjo infinito de la luz
buscando las sombras
vago en los cuerpos de los libros
al respirar sus implacables letras
vago en la hondura y la impotencia
de los actos fortuitos e irreparables
que rondan las voces
al desatar certezas
vago sin la protección de Dios
que me niega su presencia
vago quieta / a la deriva
agolpando vidas y muertes continuas
vago en el deseo pugnaz de destruir
/ la inercia /