|
Jorge Gómez Jiménez |
Uno de los periódicos de Buenos Aires dice: "Se hizo entrega del Premio Internacional Jorge Luis Borges, convocado por la Secretaría de Cultura de la Nación y Emecé Editores. El premio contaba con 50.000 dólares en cada rubro y la publicación de la obra seleccionada. Cuatro fueron los participantes que ganaron: en el rubro de cuento Santiago Sylvester (Argentina), Oscar Marcano (Venezuela). En el de poesía: Gladys Ilarregui (Argentina residiendo en USA) y Luis Cano (Argentino)". Y es correcto, en un luminoso día de diciembre, en la Sala Borges de la Biblioteca Nacional, tuvimos oportunidad de recibir un galardón que para todos nosotros, lo sé, representaba un "retorno a casa". Santiago Sylvester había reiniciado el diálogo con la ciudad tras veintidós años de vivir en Madrid. Yo acababa de llegar abriendo las valijas con mis libros bilingües inscritos en la periferia de la literatura hispánica escrita en Estados Unidos, en español, el idioma que resguardamos aquí con memorias de calles y puertas, en el complejo entrecruce de culturas y voces de amigos distantes. Oscar Marcano y Josefina (su esposa) llegaban de Caracas a la tierra de Cortázar, saliendo a la calle del Hotel Castelar (donde una vez se alojara Lorca) para contemplar esas simetrías repletas de cafés y celebraciones y eventos inesperados: se cortó la luz y el agua de varios edificios públicos, incluso en la misma biblioteca, se celebró el día de la Virgen y hubo un cambio de gobierno en el transcurso de esa misma semana. Para Luis Cano, que estaba estrenando una obra de teatro en Córdoba, durante esos días sé que también se puede hablar de un metafórico "volver a casa" en la medida que una escritura reconocida es una manera de permanecer inquieto y persistente en ese lugar desde donde escribe, dirige, o interpreta. En suma, fue reconocer que algunas de las palabras, propuestas, años de páginas se resolvían para todos nosotros de esta manera, y sobre todo ante la celebración del admiradísimo Borges, poeta y cuentista excepcional, el hombre del castellano impecable y abarcador, el amante del amarillo de los tigres. Poco puedo agregar a estas breves notas desde el invierno crudo que nos toca vivir en Washington. Al paraje de nieve intensa, por el que no penetrará un rayo de sol, me queda la amistad de estos tres ganadores. Y claro, entre notas, papeles y recuerdos, estas fotos cuando estuvimos juntos hablando de la vida y la literatura (si cabe el binomio) y los recorridos que ese diálogo tomó de un extremo al otro del continente, por aguas transatlánticas hasta la taza de café de esa ciudad tan lejos, tan poco cerca. Y sin embargo aquí, a la vuelta.
Letralia, Tierra de Letras, es una producción de JGJ Binaria. Todos los derechos reservados. ©1996, 1998. Cagua, estado Aragua, Venezuela
|