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Crónicas de un escritor en Connecticut (8)
Tony Bennett

viernes 15 de abril de 2022
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Tony Bennett
Sobre todas las cosas que sentí en el concierto de Tony Bennett, la que más profundizó en mi alma fue que me sentí feliz, sentí paz, sentí armonía en mi ser y amor en mi corazón.
Crónicas de un escritor en Connecticut, por Carlos CanalesLa crónica como género es una puerta a un fluir de conciencia con el que podemos tocar la memoria y moldearla para convertirla en una obra literaria. En esta serie de ocho textos, el reconocido narrador y dramaturgo puertorriqueño Carlos Canales salta al pasado, a sus recuerdos, para contarnos vivencias que van desde la soledad de un largo recorrido hasta la multitud agobiante, y llevarnos de la mano a través de personajes, lugares y situaciones de Connecticut.

 

Hacía tiempo que quería asistir a un concierto del legendario cantante Tony Bennett. Una de esas mañanas que Celeste y yo compartimos momentos de comunión, buscando en Internet, nos enteramos de que él se presentaría en Newport, Rhode Island, y compramos los boletos.

Nos tomó una hora y media llegar a Newport. El trayecto es agradable y se disfruta el recorrido. Newport es una ciudad de veraneo, portuaria, de restaurantes íntimos y acogedores y tiendas exquisitas. Pasear por las calles de esa pequeña ciudad vivifica el alma y purifica el espíritu. Hace un año visitamos esa ciudad por primera vez y la recorrimos completa con Faustine Azul sentada en su coche. Luego de recorrerla, fuimos a un café y comimos. El lugar era amplio pero acogedor. Las personas estaban con sus laptops en sus mesas comiendo sándwiches o platos de ensaladas, bebiendo café y agua mineral.

El concierto comenzó con una hora de retraso. Antonia Bennett, la hija del famoso cantante, empezó cantando. Cuando Celeste y yo entramos a la carpa estaba llena. Nuestros asientos estaban en el lateral derecho, cerca del escenario. Antonia Bennett cantó veinte minutos canciones parecidas a las que interpreta su padre. Celeste me advirtió que la voz de la cantante se ajustaba más a los espacios íntimos. El público la aplaudió y disfrutó sus interpretaciones. Inmediatamente que abandonó el escenario, se escuchó la voz grabada de Frank Sinatra anunciando a Tony Bennett y el cantante entró por el lateral izquierdo del escenario, vestido con un pantalón oscuro, camisa blanca con corbata y una chaqueta crema que le relucía con la iluminación. El público lo recibió con una standing ovation y el cantante lo agradeció con su sonrisa, con su rostro y con sus gesticulaciones de brazos. Me levanté y lo ovacioné también.

Tony Bennett interpretó las baladas con todo su feeling, trasmitiéndonos otras emociones y sentimientos.

Cuando nos calmamos, Tony Bennett empezó cantando canciones movidas y me sorprendió porque pensaba que comenzaría con las baladas lentas. Luego cantó las baladas famosas haciendo alarde de su prodigiosa voz proyectándola a decibeles que a su edad es casi imposible que los cantantes puedan hacerlo, arrancando aplausos efusivos de todos nosotros. En el escenario, el crooner era dueño y señor de la noche. Su vitalidad y su energía era constante, pero lo que impresionó fue verlo entregado en cuerpo y alma viviendo todos los momentos y demostrando su amor y su respeto hacia todos nosotros que estábamos viendo a un cantante atemporal haciendo gala de su talento incuestionable, de su técnica perfeccionada con la experiencia, y de las inflexiones de su voz imperecedera que resiste con tenacidad y valentía a reconocer el paso del tiempo. Tony Bennett es un inmortal que superó el mito de Sísifo.

Cantó las canciones que lo hicieron famoso: Just in Time, Boulevard of Broken Dreams… Tony Bennett interpretó las baladas con todo su feeling, trasmitiéndonos otras emociones y sentimientos. A medida que transcurría el concierto, el crooner seguía envolviéndonos con su carisma y su talento. Las ovaciones de pie eran continuas, sostenidas y merecidas. Cuando creíamos que ya había desplegado su talento inmenso, Tony Bennett nos sorprendía y provocaba más admiración y respecto.

Tony Bennett estaba acompañado de cuatro músicos excelentes. Era un cuarteto con el imprescindible piano, bajo, batería y guitarra. Estos músicos tuvieron la oportunidad de demostrar su virtuosismo con solos que les permitía el crooner. Además del excelente acampamiento y acoplamiento musical, la iluminación fue poética e íntima poniendo los énfasis en los momentos correspondientes, creando una atmósfera y resaltando las emociones y los sentimientos que Tony Bennett le imprimía a la interpretación de las canciones. Me sumergió en los recovecos más profundos de mi alma y de mi ser. Me sentí más humano y menos astral. Esa iluminación me transportó a mi Class Night de la Escuela Superior Julio Vizcarrondo Coronado de Carolina celebrado en el desaparecido Monte Casino Night Club de Bayamón y en donde escuché cantando boleros al inigualable Santitos Colón.

Pero sobre todas las cosas que sentí en el concierto la que más profundizó en mi alma fue que me sentí feliz, sentí paz, sentí armonía en mi ser y amor en mi corazón. Y recordé la frase de Jesús: “Lo más importante es el amor”. En ese momento imperecedero le di gracias a Dios de no estar solo en este mundo inexplicable, en esta existencia efímera y fatídica, sino que estaba con Celeste, a quien amo y a quien percibo como un ángel que envió Dios a liberarme de mis angustias existenciales, aunque no le ha sido fácil convivir conmigo porque cuando llegó a mi vida yo ya me había pasado unas temporadas extensas en el infierno. Durante el concierto nos mirábamos con amor, nos besábamos y nos abrazábamos. Sabíamos que estábamos asistiendo a un concierto que nos comunicaba, que nos compenetraba, que nos causaba empatía, que nos transformaba, nos acercaba a nuestras verdaderas esencias, nos develaba nuestras almas, pero revelándonos que habíamos dejado los corazones en San Francisco y que no éramos extraños en el paraíso.

Tony Bennett terminó el concierto con la canción Smile, que compuso el inmortal actor y cineasta Charlie Chaplin como uno de los temas de su película Modern Times (1929). Mientras escuchaba la canción me pregunté: “¿Por qué escogió esa canción para finalizar su concierto?”. Al instante tuve la respuesta viendo el rostro de los demás espectadores: ante las adversidades que enfrentamos en la vida y ante los tiempos de incertidumbre y complicados que estamos viviendo, hay que sonreír porque mañana la esperanza puede liberarnos del dolor, de la congoja y de las penas. También tuve una revelación. Durante el concierto Celeste me decía que Tony Bennett podía estar retirado disfrutando de la vida. La revelación fue que no se retiraba de los escenarios porque tenía que seguir alegrando la vida de aquellos que nos cuesta cargar nuestras cruces.

Salimos del concierto, comentándolo. Salimos inmensos de amor y con deseos de seguir viviendo la vida. Días después del concierto busqué en Amazon discos de Tony Bennett. Me fijé en uno y me dejó paralizado: Tony Bennett: The Music Never Ends. Lo observaba y lo observaba. Entonces llamé a Celeste y me dijo que lo comprara; le repliqué que estaba seguro de que habíamos comprado un DVD de Tony Bennett, pero ella no lo recordaba y le dije que podía ser invención mía. Pero ante la duda, busqué en nuestra videoteca y no lo encontré. Una voz interna me dijo que rebuscara y Celeste me motivó también. Rebusqué y lo encontré oculto, imperceptible, en una esquina del estante: era el DVD que me había dejado paralizado.

 

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