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Canciones populares amorosas, de Francisco Gutiérrez Carbajo (compilador)

viernes 16 de diciembre de 2022
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Libros como este, lejos de ser un libro de vana autoayuda, semejan más en su interior a un libro “instrucciones de uso” para la realidad, incluso, por qué no, para la libertad.

El amor siempre convoca, sea cual fuere la causa de su razón para manifestarse, para vivir. Aun más, ¿acaso amor y desamor no se complementan entre sí para dar el resultado real del amor?

Libros como este, lejos de ser un libro de vana autoayuda, semejan más en su interior a un libro “instrucciones de uso” para la realidad, incluso, por qué no, para la libertad.

Puesto de manifiesto el argumento —más o menos desarrollado, eso sí—, cada cual puede optar por la fórmula (momentánea, pasajera, tal como ocurre casi siempre en el amor) que le resulte más acomodada, u oportuna, o conveniente.

“El día que tú naciste, / nacieron tres cosas buenas: / nació la luna y el sol / y nacieron las estrellas”. Casi nada. Para qué más, a sabiendas de que ella, que es el objeto del deseo, el argumento principal, nació también. La duración de los nacidos ese mismo día —con ella, según la copla—, ya es otra cuestión, mucho más apegada a la realidad.

“Canciones populares amorosas”, de Francisco Gutiérrez Carbajo (compilador)
Canciones populares amorosas, edición de Francisco Gutiérrez Carbajo (Cátedra, 2021). Disponible en la web de la editorial

Canciones populares amorosas
Francisco Gutiérrez Carbajo (compilador)
Poesía
Ediciones Cátedra
Madrid (España), 2021
ISBN: 978-84-376-4313-7
368 páginas

El amor, bien se sabe, se compone a partes desiguales de realidad y ficción, de sustancia e imaginación, pero poco será el desafío que pueda plantearle la realidad a un enamorado o una enamorada, que también en cosas del corazón —más que en cualquiera otras— la distinción de sexos es manifiesta y decisiva: “Eres y eres / la flor y nata de las mujeres”. Una realidad imaginaria veraniega, a todas luces.

No siempre, es cierto, el deseo de amor tiene como destino incruento el mismo amor; una vez más sería la lucha de contrarios, planteada de forma ingenua ya por el propio Heráclito: “Dame, niña, tus ojos, / por una noche, / porque quiero con ellos / matar a un hombre”.

No obstante la sutileza es quien aporta el bien más esencial a ese eterno sentimiento que procura vitalidad a los humanos: “Cuanto más vos mirarán, / muy excelente princesa (y aquí ella pudiera ser real o imaginaria), / tanto más vos loarán”.

Por cierto, ¿no le recuerda al lector esta coplilla aquel breve texto de la canción que tanto enamoraba al sobrio y escueto rey Felipe II? “Lindos ojos há la garza/ y no los alza”. Y es que aquí surgiría un tema no sólo humano en cuanto que afecta al sentimiento, sino a la universalidad del amor; ¿por qué el amor ha de manifestarse entre humanos? ¿No es, acaso, la idea del amor lo que, en esencia, ama el amador?, sea quien fuere.

Eso sí, en toda la historia, la respuesta estará pronta en llegar: “Yo sé bien que tú tendrás / quien te quiera; más te advierto / que quien te quiera tendrás; más no como yo te quiero”. Olé.

Este libro es una delicia del literario e historiado amor; con sus intríngulis particulares, como no podría ser menos: “Ay, el querer, / que en un momento quisiera / estar loca y no querer”.

¿Lo ven?, ya empezamos… mas la variable historia es así de caprichosa. Dígase que “se recogen en esta selección desde las jarchas amorosas hasta las canciones compuestas y difundidas en nuestros días”.

Y ahora que el lector se oriente a su manera.

Ricardo Martínez-Conde
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